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domingo, 25 de septiembre de 2022

SAMUEL IRENAEUS PRIME - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL XIX

Nos hallábamos ahora en las llanuras, frente a glaciales colinas colinas andaluzas. En la suave luz del sol de este cálido día de invierno, las colinas parecían dormidas y como disfrutando de su inamovible reposo. Toda la naturaleza, incluso ahora, invitaba al descanso.



Fecha del viaje: 1873.

The Alhambra and the Kremlin. Nueva York, 1882.

(La Alhambra y el Kremlin)

   Nació en Ballston, Nueva York, el 4 de noviembre de 1812, hijo de Benjamín Youngs Prime. Se graduó en la universidad privada Williams College en 1829 y tres años más tarde ingresó en el Seminario Teológico de Princeton, obteniendo la licencia para predicar en 1833 y en 1835 fue nombrado pastor de la Iglesia Presbiteriana en Ballston Spa, Nueva York.

 Al igual que su padre, se hizo clérigo presbiteriano. Editor del periódico The New York Observer durante cuarenta y cinco años. Hombre de letras, en la que los primeros compases de la década de los setenta, recorrió Europa en la que incluyo  a España entre los países a visitar.

   Cierta obsesión tienen los americanos con Granada, así lo refleja en la introducción y páginas iniciales de su relato. Época en la que el ferrocarril comienza a cubrir los primeros tramos del suelo hispano. En su recorrido de Madrid con destino a Andalucía, sigue una de las rutas tradicionales, alternando la diligencia con el tren. Siendo en este entra en la provincia de Jaén, que lo reciben con la reparación de un puente: "A todos los pasajeros nos pidieron que nos bajaremos. En fila de a uno atravesamos el puente y allí esperamos el tren. Llego enseguida, libre de su carga, lento y seguro".

   Pero en lo que Prime, drásticamente, se aparta de sus compatriotas es en el concepto que se merece Andalucía, incluyendo la primera comida que aquí toma:

Nos encontramos ahora en Andalucía, en una de las peores regiones de España. Verdad que es Andalucía, y que el sonido de su nombre es melodioso y sugiere belleza y pastorales delicias, pero la provincia de Jaén, de cuya capital nos encontramos cerca de una población de trecientos sesenta mil habitantes, más de trecientos mil son analfabetos. Como la ignorancia y el crimen se dan de la mano, anualmente se contabilizan entre trescientos cincuenta y cuatrocientos asesinatos, y casi los mismos robos. Es un panorama tan sombrío como cierto, al igual que, en cientos de ciudades, el alcalde no sabe leer ni escribir.

   En Mengíbar nos paramos a almorzar, desayunar, cenar o comoquiera que se le llame. Era difícil recordar dónde o cuándo habíamos tenido la última comida y cual fue la clase. Todavía era más complicado era adivinar el nombre del plato que teníamos delante de nuestros ojos. La fuente "había sido" pollo, pero en un momento avanzado estado post mortem, se le había sometido a un baño de salmuera y ahora nos lo ofrecen para consumir. Un tímido bocado fue suficiente. Volvió a su salmuera en espera de un viajero más atrevido o con un mayor apetito. Luego nos sirvieron un estofado. Sugerí que era liebre. Mi compañero pensó que era carne de gato. Le di el beneficio de la duda y lo dejé. El precio de la comida, que en vano habíamos tratado comenzar, era el mismo que el de mucho hoteles reconocidos de París: cuatro francos.

Nos hallábamos ahora en las llanuras, frente a glaciales colinas colinas andaluzas. En la suave luz del sol de este cálido día de invierno, las colinas parecían dormidas y como disfrutando de su inamovible reposo. Toda la naturaleza, incluso ahora, invitaba al descanso. Empezamos a sentir la languidez del clima. Los únicos árboles eran olivos. Ningún pájaro contaba para que no creyéramos que era verano. Paramos con frecuencia en pequeñas estaciones, con objeto de dejar y recoger el correo. Las cartas y los periódicos estaban atados, en paquetes, con una cuerda y los entregaban a los empleados del tren a un muchacho o a una mujer que los recibía en la mano. La correspondencia del lugar se le entregaba, al empleado, de la misma manera. Ni bolsas, ni cajas, ni cerrojos, ni llaves, ni siquiera una leve envoltura para proteger las cartas. Es la forma de hacer las cosas en este país.


Falleció el 18 de julio de 1885 a los 72 años en Mánchester, Vermont


Bibliografía:


- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2007.


- "Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda, El camino inglés". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2006.


- Otras fuentes en internet.

sábado, 20 de agosto de 2022

CHARLES WAINRIGHT MARCH, VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 No existe más que una Ronda en el mundo  y los españoles tendrían que haberla considerado la octava maraviglia en vez de al Escorial. Habría que tener en cuenta, no obstante, que esta última obra es el producto de la constancia del hombre, mientras que, en el otro caso, el panorama de Ronda lo es de la naturaleza.

Charles Wainright March





Fecha del viaje: 1852

Periodista y ensayista neoyorquino. Tiene gala, y lo hace constar en las primeras líneas de su obra, siendo uno de los primeros viajeros que limitan su recorrido solo por Andalucía, por estimarla de más interés que el resto. En los prolegómenos de su libro, se propone dejar claro que a la hora de escribir sobre nuestro país, tres compatriotas, el Trunvirato americano, que hace un tiempo que entraron ya a saco repartiéndosela: Irving, apropiándose de la España romance; Prescot, de la histórica y Ticknor, de la literaria. 

   Por parte del americano quiere, como uno más, adentrarse en el ambiente festivo que le rodea y para ello cuenta, en primer lugar, con su transformación exterior, a la que ve así:

Estaba en Ronda vestido de majo, quería actuar como si lo fuera. Era cierto que el color de mi cabello ni mi figura eran propiamente andaluces, ni mi deje recordaba siquiera al de la lengua castellana; pero mi deficiencias en estos aspectos la suplía dedicando mi atención al papel que había asumido: asistir a los espectáculos, familiarizarme con los fandangos y mostrarme amable con las muchachas. Eso fue, poniendo todo mi empeño, lo que hice.

   Entre los espectáculos que él presencia no podía faltar la corrida de toros, ya que lo defiende como un aficionado más de la tierra:

La corrida se iba a celebrar después del mediodía; antes fui con José a visitar la plaza en la que iba a tener lugar. Se alza en la Alameda, que se adorna con rosas y otras hermosas plantas y da a un barranco de inmensa profundidad. El parque incluye un panorama de montañas que es la vista más impresionante de Ronda y, puede, que del mundo. No existe más que una Ronda en el mundo  y los españoles tendrían que haberla considerado la octava maraviglia en vez de al Escorial. Habría que tener en cuenta, no obstante, que esta última obra es el producto de la constancia del hombre, mientras que, en el otro caso, el panorama de Ronda lo es de la naturaleza. A una persona que le apasione lo pintoresco, no debería hacer nada mejor que utilizar todos los medios a su alcance para visitar esta población.

   Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que en las funciones de toros intervenía lo más granado de la nobleza castellana. Hoy las cosas son diferentes y los modernos toreros actúan no por fama, sino por dinero. Arriesgan su vida por unas cuantas pesetas que, casi siempre, gastan en vicios.

   Tomé asiento en esta ocasión con José entre la canalla, en el lugar más cercano al toril, del que sólo nos separaba un pasillo de unos cuantos pies de ancho. La barrera, sin embargo, era lo suficiente alta y consistente como para que pudiera superarse fácilmente. Los toros, esta vez, eran de excelente casta y alimentados con los mejores pastos; tal vez Cuchares tendría que desplegar toda su sabiduría si pretendía salir con bien del enfrentamiento. En cualquier caso, no me propongo aquí detallar las fases del espectáculo, ya que la descripción que dejé del de Sevilla, con el mismo protagonista, además, responde por todos. Sólo diré que mataron sesenta caballos y doce toros en la función y en que la gira de verano que emprendió Cuchares, la corrida de Ronda se consideró como un hito en su carrera. Los toros fueron bravos y lucharon fieramente. El mismo Cuchares pareció actuar con amore y no simplemente por dinero. Se decía de él que mientras lo de su profesión despilfarraban alegremente las ganancias, él era muy ahorrativo.

   Una vez finalizada la corrida, aprovecha Charles Wainright la proximidad de la Alameda para dar un paseo. La encuentra llena de vida con toda clases de gentío que ostentan las más diversas prendas: "sucios judíos, moros de amplios pantalones, pintorescos contrabandistas, catalanes de rojos gorros, vistosos majos, fanfarrones toreros, oficiales  de Gibraltar y europeos de casi todos los países" y por supuesto muchachas de la vecindad, pues es creencia del americano que Ronda tiene un acceso demasiado difícil para justificar la presencia de mujeres de otras regiones. Dilata su paseo fuera de los límites de la ciudad y la atmósfera irreal que descubre, iluminada por la luz de la luna, le fascina:

Precipicios inminentes se levantaron sobre mí, dentados y amenazadores. Las rocas se apilaban unas sobre otras, confusamente, como si los mitológicos titanes hubieran intentado escalar los cielos por aquí. Entre la ciudad y mi persona aparecía el tremendo abismo, cuyos temores se hacían más profundos bajo los tímidos rayos de luna. El aliento de la montaña, alimentando durante el día con las incontables flores silvestres, cargaban el aire con su perfume. Feliz, pensaba yo, el hombre que puede contemplar tales escenas, que puede oír tales sonidos del agua, que puede inhalar tales dulzuras.

   Antes de marcharse de Ronda, el americano presencia otras funciones menos crueles que la de los toros, aunque con numerosos partidarios, en las que el protagonista es otro animal:

   Durante mi estancia en Ronda, asistí a una función de puercos, que es así como lo llaman. Y es que ¿por qué no van a tener los cerdos una función como los toros? En otras palabras: una lotería de puercos. El precio de los billetes era muy bajo, unos cuantos peniques solamente. Y el único miedo que tenía al participar era que me sonriera el éxito, ya que ¿qué iba a hacer yo con un cerdo si es que me tocaba?. Afortunadamente no tuve suerte y no me tocó.

   La cría de cerdo en España es excelente, quizás superior a la de cualquier otro país. Es la carne favorita de los españoles y no sé el motivo;  al menos que lo hagan para fastidiar al judío y al musulmán, ninguno de los cuales soportan al sucio animal. El que habían elegido para esta función era negro y tan gordo como para renunciar a moverse. Cuando se vendieron todos los billetes, el director de la función sorteó los números, como si llevara a cabo el más solemne de los deberes. El interés de los espectadores parecía tan grande como si el destino del reino, más que el del cerdo, dependieran del resultado. El favorecido por la fortuna fue un carnicero de profesión que marchó muy ufano con el premio aunque acompañado por los silbidos y comentarios soeces de sus desilusionados rivales. En esta ocasiones la sal andaluza suele surgir a raudales. En Ronda, donde los majos se encuentran en su ambiente, nunca faltan funciones. En la del cerdo, en concreto, hay motivos de sobra para las bromas.

   Pero las alegrías del alma humana son transitorias. Mis tres días en Ronda, la máxima estancia que me podía permitir, expiraron. Contemplando su insondable abismo y su línea de murallas, volví la cabeza con tanta pena, casi, como los moros expulsados por Fernando el Católico, camino de su destierro.


Bibliografía:


- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2007.


- "Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda, El camino inglés". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2006.


- Otras fuentes en internet.

domingo, 17 de julio de 2022

CHARLES DUDLEY WARNER - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 Ninguna parte de la ciudad, pese a su antigüedad la conserva ahora. Es totalmente moderna y falta de interés. El lugar sólo merece una visita por su historia y su pintoresca situación. Nada más existen dos objetos dignos de atención:  uno es la hermosa alameda y sus jardines de rosales, en la zona más nueva de la población desde cuyos balcones se observa un impresionante precipicio de rocas.

Charles Dudley Warner



Fecha del viaje: 1882 

A Roundabout Journey. Boston, 1884 

(Un Viaje de Ida y Vuelta)

Nació el 12 de septiembre de 1829 en el modesto pueblo de Plainfield, ubicado en el condado de Hampshire en el estado de Massachusetts, Estados Unidos. 

   Popular novelista y ensayista americano, fue uno de los editores del Harper´s Magazine, es una revista mensual estadounidense fundada en 1850, que trata temas políticos, financieros, artísticos y literarios. Escribió una treintena de libros, varios de ellos estudiaban la vida y la obra de Washington Irving, con quien compartía afición por los viajes. El de España formó parte de uno más amplio alrededor de los países mediterráneos.

   En una de sus etapas llega a El Bosque: "una sencilla y limpia aldea de calles mal pavimentadas y blancas casas". Mientras le preparan la comida visitan la iglesia en la que contemplan su interior, con sólo algunas pinturas e imágenes de escaso valor. Para que no se llamen al engaño, les comenta el cura que la gente del pueblo es tan pobre que es imposible que la iglesia llegue nunca a parecerse a la catedral de Sevilla.

   Warner, con la idea fija de visitar Ronda, que le es familiar, sin conocerla en persona, lo es por los escritos de compatriotas suyos, en especial Irving y Mackenzie. Antes, el camino le depara otra sorpresa:

A medida que bajábamos varios cientos de pies por un peligroso sendero de piedras sueltas, en un recodo de la carretera nos dio la bienvenida una vista magnífica. Era la ciudad de Grazalema bajo nosotros. Una población de diez mil personas con casas blancas compactas, tejados rojizos, calles irregulares, dos o tres torres de iglesias y la masa de un templo mayor levantándose en un hueco de la montaña gris que sobresalía detrás. Desde la distancia en que nos hallábamos, los verdes campos a nuestros pies parecían cercanos a la ciudad, pero cuando bajamos al valle al día siguiente, comprobamos que se encuentran por encima de éste. Grazalema fue una sorpresa para nosotros y, desde luego, vale la pena pasar dos días a lomos de mulas para verla. Mi compañero que había recorrido Europa, Asia y África, estaba encantado de visitar una ciudad que no mencionaba Murray en sus guías.

   Salen de Grazalema, y desde el valle contemplan en la privilegiada situación en la que se encuentra asentada entre peñascos. El trayecto a Ronda transcurre a través de un gran bosque de robles, encinas y alcornoques. Van por la carretera principal, aún inacabada, habiendo algunos trozos de la vieja forma parte de ella, como si llevara tiempo construida y sólo se usara para ir a caballo. Se confirma el hecho de no ver ningún vehículo hasta que salen de Ronda y nada que no fuera la diligencia o grandes carro de mercancías. Ronda se le escapa de su compresión una factura excesiva y una forma extraña de calcular el importe de su estancia:

Los posaderos españoles son expertos en matemáticos en los negocios, pero se exceden cuando dirigen un hotel. Sus facturas participan de lo peor de los sistemas europeos y americanos. A la suma que cargan por día la adornan de incomprensibles extras. Particular es su forma de calcular el tiempo. Llegamos a la posada de Ronda a la una en punto de una mañana. Salimos a las nueve de la mañana del día siguiente. La cuenta nos la extendieron por un día y medio. El desayuno no iba incluido en "el día". Intentando razonar con el dueño, le dije:
- Así que usted cree que es correcta.
- Es nuestra costumbre
- Lo siento, no por mí, soy un simple viajero y pronto estaré lejos de España, si es que la factura de los hoteles me permiten irme. Pero lo siento por vosotros, porque ningún país puede progresar si su gente estima que veinticuatro horas es un día y medio.

El dueño se encogió despreciativamente de hombros, como si le importara poco el destino del país, al tiempo que extendía su mano para exigir el dinero.

   Su juicio de Ronda, puede que por hechos como los referidos, no es bueno:

   Ninguna parte de la ciudad, pese a su antigüedad la conserva ahora. Es totalmente moderna y falta de interés. El lugar sólo merece una visita por su historia y su pintoresca situación. Nada más existen dos objetos dignos de atención:  uno es la hermosa alameda y sus jardines de rosales, en la zona más nueva de la población desde cuyos balcones se observa un impresionante precipicio de rocas. Es el lugar preferido de paseo de los habitantes al atardecer y aunque cuando se acerca, el día estaba lluvioso y frío, numerosos caballeros sin ocupación, con largas capas, pretendía disfrutarlos. También lo hacían varios curas con negros sombreros de ala ancha, paseando de dos e dos y de tres en tres, como devotos cuervos. El otro sitio interesante es el Tajo, al que baja más que nada, porque se recomienda en la guía del viajes que maneja.

   Un último apunte que deja Warner de estas tierras es la descripción del trayecto en diligencia entre Ronda y Gobantes:

   La comunicación de Ronda con el mundo se lleva a cabo por medio de diligencia hasta enlazar con el ferrocarril en la estación de Gobantes, a casi treinta y cinco millas de distancia. Una crítica asamblea de holgazanes y mendigos se dan cita para ver la salida. El equipaje se asegura en lo más alto. Los pasajeros ocupan asiento. Subimos por la escalera al nuestro, situado en la cupé encima del pescante del conductor. Traen los caballos: dos, cuatro, seis, ocho animales; la mitad son mulas, vestidas de pesados arneses, y todos llevando tintineantes cascabeles. El conductor se sitúa en su asiento, agarra las dos riendas de los caballos y agita su largo látigo. El postillón, cuando el equipo está listo, salta a la silla junto al caballo principal sin hacer uso del estribo. Es un esbelto muchacho, en mangas de camisa, con un látigo corto y una corneta a su lado. El conductor de reserva, que también blande un látigo corto, se sienta al lado del cochero. Nos ponemos en marcha: los látigos restallando, las campanillas tintineando, el postillón y el cochero dando alaridos, el dando bocinazos; todo mientras volvemos las esquinas, y así vamos, a una velocidad de siete millas a la hora, sobre suaves caminos, en una alboroza mañana. De verdad que existen pocos placeres en la vida comparable a éste.

   La marcha se mantiene sin variación, grado más grado menos, a través de desmontes, largas curvas redondas, y sobre abruptas piedras en trozos recién reparados. Un trote que no se interrumpe ni un instante durante una primera etapa de doce millas. El postillón se sienta a sus anchas en la silla de montar y dirige al equipo; el cochero, ocasionalmente, usa su largo látigo; pero rara veces profiere alguna exclamación. La tarea del cochero suplente a conservar con el resto del equipo: charla incesantemente, llama a los caballos por su nombre, lanza salvajes gritos de ánimo o ensarta largos monólogos.

   La carretera es estupenda. Cada tres millas  aparece una diminuta y blanca casa, en la que viven los que cuidan la carretera con el nombre de peones camineros escrito sobre la puerta. Su color favorito es el rojo; fajas rojas y chaquetas del mismo color. Los lugares cultivados, sitos en elevados valles, son de un vívido verde.

   En la Cueva, una pequeña villa de paredes enjalbegadas sobre un valle, cambiamos de caballos; son nueve ésta vez. En la posada, al fondo del establo, todos tomamos café, tan malo como se podía esperar del lugar donde nos sirvieron. Cambiamos de caballos de nuevo en Peñarrubia y, otra vez, en Teba. A cada intervalo de cinco millas de recorrido nos encontrábamos dos gendarmes, siempre adoptando la misma actitud: uno en cada lado de la carretera, de cara a la diligencia y presentando armas. Los hombres pertenecen a la Guardia Civil que es el cuerpo más notable y más efectivo, quizás, del mundo. A las dos hicimos nuestra entrada en la insignificante estación de ferrocarril de Gobantes. Nuestro emocionante viaje había finalizado. El espabilado postillón, sombrero en mano, se aproximo buscando una propina. Solamente el cochero nos dijo adiós.



Según Francisco Garrido en su trabajo "Joaquín Peinado. Pintor de la Escuela de París" Málaga, 1998, p. 10. La dueña de la diligencia era María de la Concepción Vallejo, madre de Joaquín Peinado.

Falleció el 20 octubre de 1900 a los 71 años de edad en Hartford , capital de Conneticat, Estados Unidos. Con sepultura en el Cedar Hill Cemetery.

Bibliografía:


- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2007.


- "Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda, El camino inglés". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2006.


- Otras fuentes en internet.

domingo, 26 de junio de 2022

HENRY WILLIS BAXLEY - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 Ronda es la Tívoli española. Lo que Arno; durante tanto tiempo santuario de peregrinos anglosajones, fue para la antigua Roma, lo es el Guadalevín para Ronda, ciñendo a la población con una faja de encendida esmeralda en el fondo rocoso del abismo a varios cientos de pies de profundidad; para saltar luego a la vista de todos con espumosos y fulgurantes aguas con un canto agreste y caprichosa libertad.

Henry Willis Baxley.




Fecha del viaje: 1871-1874

Spain. Art-Remains and Art-Realities. Painters, Priests and Princes. New York, 1875

(España. Restos y realidades artísticas. Pintores, curas y príncipes)

   Médico de reconocido prestigio que ayudó a fundar la Facultad de Cirugía Dental de Baltimore en 1839. Dicha facultad ha sido descrita de diferentes formas como la primera facultad de odontología del mundo.

   Nació en Baltimore, Maryland, en junio de 1803. Se educó en St. Mary´s College antes de comenzar en la escuela de medicina en la Universidad de Maryland. Universidad donde recibió su título de médico en 1824, y en 1826 empezó a trabajar como asistente médico en el Dispensario General de Baltimore, continuo trabajando hasta 1829. Fue el médico adjunto de 1830 a 1831 en la Penitenciaría de Maryland. En 1834 fue nombrado Demostrador de Anatomía en la Universidad de Maryland y remplazó a Eli Geddings como profesor de anatomía y fisiología en esta institución en 1837. En 1839 colaboró con Chapin Aaron Harris, Horace Henry Hayden y Thomas E. Bond para fundar la Facultad de Cirugía Dental de Baltimore. Al siguiente año enseñó anatomía y fisiología en dicha facultad. De 1842 a 1847 desempeñó como profesor médico en la Universidad de Washington de Baltimore y posteriormente trabajó como médico en Baltimore Almshouse desde 1849 a 1850, siendo este último año se mudó a Cincinnati, Ohio, donde se convirtió en catedrático de anatomía en el Colegio Médico de Ohio.

   Su visita a España la hace con buenos ojos y predispuesto a criticar lo menos posible. Para él, los obstáculos que se encuentra para viajar por nuestro país, con las incomodidades de los vehículos, los peligros y la dilación en las carreteras, de las asperezas de las posadas y carencias de alimentos que hay en ellas y, por lo general, el estado de incultura que nubla todo el territorio, son exageraciones en demasía por desconsiderados parlanchines y escritores atestados de prejuicios. España no es ni mucho menos un ejemplo moral y físicamente, pero a la vista de lo que se observa en otros lugares, tampoco es una nación tan alejada del progreso actual.

   En el trayecto de Granada a Málaga, la opción más favorable es tomar el ferrocarril hasta Loja, con una hora y media de trayecto y de ésta, en diligencia a la estación de tren de Bobadilla, con una hora de camino. Antes pasa por Antequera, lugar que desde hace tres o cuatro siglos, las ruinas romanas se vienen aprovechando para fines monásticos y otros parecidos. Más notas de rutas nos indica Baxley; unas, para ahorrar tiempo, y otras para descubrir insólitos enclaves:

   Los que prefieran la ruta de Granada a Málaga por Bobadilla, en vez de la de a caballo o en carruaje, a través de las históricas Alhama y Vélez-Málaga, se pierden la oportunidad de contemplar escenarios que resultaron memorables en los sangrientos enfrentamientos por la posesión de la Península. Y los que, viniendo de Gibraltar a Granada, se embarcan para llegar por mar a Málaga y, más tarde, por tren desde Bobadilla, en lugar de continuar por tierra hasta Ronda, se perderán algunos de los escenarios más pintorescos de España;  en lo que la montaraz grandeza y la combinada belleza con las tierras cultivadas y las casitas de campo forman una agrupación de inolvidable para el viajero con apariciones artísticas. Ronda es la Tívoli española. Lo que Arno; durante tanto tiempo santuario de peregrinos anglosajones, fue para la antigua Roma, lo es el Guadalevín para Ronda, ciñendo a la población con una faja de encendida esmeralda en el fondo rocoso del abismo a varios cientos de pies de profundidad; para saltar luego a la vista de todos con espumosos y fulgurantes aguas con un canto agreste y caprichosa libertad.

   De cualquier forma, la ruta del ferrocarril aparece, sin exageraciones, como la más corta, barata y cómoda. Además, ciertamente, el paisaje en el que se sumerge el convoy, después de abandonar Bobadilla, es casi tan imponente como el de Suiza, torrentes, túneles, viaductos y puentes, son obstáculos de carácter alpinos superados por la habilidad y el esfuerzo del hombre, para marcar el puerto del río Guadalhorce, un fugaz panorama de enorme recompensa para el pasajero. Un interés, que atempera enseguida el valle andaluz de huertos de naranjos, de palmeras de granados, de olivos, de viñedos y chumberas por el que se adentra la vía férrea. Así solazado por la genial belleza del tropical paisaje, si es que se tiene la suerte de efectuar el viaje a la luz del día, alcanzará Málaga bien dispuesto para enfrentarse a las grandes molestias que genera una estación de ferrocarril española.

   En los últimos años de su vida viajó por Italia y España en busca de su salud perdida. En España estuvo durante tres años, desde el otoño de 1871 hasta el otoño de 1874. Tan mermado estaba de salud, llegándole la muerte dos años después de dicha visita y uno de la publicación de la obra. Henry Willis Baxley murió en Baltimore el 13 de marzo de 1876, a la edad de 72 años. En su testamento legó 23,836.52 dólares a los fideicomisarios de la Universidad Johns Hopkins para una cátedra dotada. En 1901, Johns Hopkins usó este dinero para establecer la cátedra Baxley de Patología, la primera cátedra subvencionada en la Facultad de Medicina de Johns Hopkins. Primero estuvo en manos de William Henry Welch, el que fue uno de los "Cuatros Grandes" en el Hospital Johns Hopkins y también fue el fundador de la Escuela de Higiene y Salud Pública de Johns Hopkins, la primera escuela de salud pública del país.

Arresto en Antequera del bandido Nicolas Jordán, según Illustration. Journal Universal, 1864.


Bibliografía:

- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2007.

- "Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda, El camino inglés". Garrido Domínguez, Antonio. Editorial "La Serranía", Ronda 2006.

- Otras fuentes en internet.





domingo, 29 de mayo de 2022

SEVERN TEACKLE WALLIS, VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 El entretenimiento dura tres día. En el primero, la gente simplemente mira; en el segundo, pasean a caballo; en el tercero compran y venden como posesos. Los arreos y adornos de los corceles son los artículos más demandados y los hay en abundancia. En la calle se alinean sillas de montar, mantas de abigarrados colores, imaginativas bridas, alforjas y aparejos.

SEVERN TEACKLE WALLIS

Fecha del viaje: 1847. Glimpses of Spain; or Notes of an Unfinished Tour in 1847. Nueva York 1849.

Nacido el 8 de septiembre de 1816. Abogado de profesión en Baltimore y político estadounidense. Realizo su viaje por España en 1847, con la idea de que sería su única visita a nuestro país y buscando  alivio para su debilitada salud; estando su relato en la imprenta de su viaje, el secretario de Estado de Estados Unidos le ofreció su vuelta a España en misión diplomática para negociar la incorporación de Florida a los Estados Unidos de América. Esta segunda visita le proporcionaría argumento para publicar un segundo libro, centrado en nuestras instituciones y forma de gobierno.

Sever cuenta como parte de Sevilla a Ronda cuando coincide con la Real Feria de Mayo y el pésimo concepto que tiene:

Son picaros, mentirosos, vagabundos, bebedores, bailadores, camorristas, con todos los vicios que sacuden al populacho delas ciudades españolas. Son tan depravados como inteligentes, rápidos en dar respuestas, bromistas, urdidores de diabluras y engaños, gallardos jinetes y espléndidos especímenes de hombre. Están en posesión de la "sal y gracia" que han hecho tan famosos a los andaluces, sin que tenga rivales en este campo. Son la envidia de los demás hombres y el oculto deseo de las mujeres.

Llegan a la posada, al entrar contempla a un grupo de quince o veinte toreros repartido por el patio interior, todos entretenidos en diversas actividades: juegan a las cartas, duermen o cuentan historias. Los que están despiertos beben aguardiente. Su jefe es el conocido matador Juan Pastor, a lo que piensa el americano "un apropiado nombre, para tal rebaño", lo describe como alto y fuerte, y ejerce su autoridad con esmerada cortesía y amabilidad. Insisten en invitar al americano a comer con ellos a lo que él se declina, pues prefiere comer solo. Pero si se les une para ir a Ronda. De camino a Ronda hacen una parada en Zahara de la Sierra y pasan la noche en la Venta Nueva en la que deja constancia:

No era muy tarde cuando nos retiramos a descansar. La luna estaba ya sobre Zahara. La indecisa silueta del castillo y sus torres grises parecía descansar sobre la pesada niebla que se cernía sobre la población y nuestra venta. Toda la caravana de arrieros y ganaderos que iban de camino a Ronda, estaban con su ganado yaciendo en medio de él, dormimos en grupos en campo abierto, delante de la venta. No muy lejos se oía el murmullo del río, mientras que la humedad del aire traía en volandas el perfume de las madreselvas. A pesar de la luna y de la fragancia de las flores, necesitábamos dormir, así que extendimos en la pequeña habitación nuestras capas sobre unas tablas y, rodeados de toreros por todos los lados, nos dispusimos a descansar. Presidiendo la habitación había una imagen del Niño Jesús y una vela delante que ardió toda la noche. A lo largo de ésta, la dureza de las tablas me despertó varias veces permitiéndome echar una mirada a mi alrededor y contemplar a los miembros de la cuadrilla que dormían con las caras tranquilas y las armas visibles bajo los chalecos. Ni los cuchillos ni sus rostros me habían hecho ningún daño, ni tampoco lo habían pretendido, ni me impidieron ahora dormir hasta el amanecer. Con las primeras luces mis vecinos estuvieron en pie y también entonces, para mi sorpresa, descubrí que habíamos estado toda la noche entre la multitud de caballos, mulas y burros.

Llegan a Ronda, señalando algunos aspectos de la feria en general:

El entretenimiento dura tres día. En el primero, la gente simplemente mira; en el segundo, pasean a caballo; en el tercero compran y venden como posesos. Los arreos y adornos de los corceles son los artículos más demandados y los hay en abundancia. En la calle se alinean sillas de montar, mantas de abigarrados colores, imaginativas bridas, alforjas y aparejos. Unos cuantos moros han venido desde Gibraltar, con fajas de sedas, zapatillas, vistosos pañuelos y otros elementos de majo esplendor. Se les ve sentado en el interior de sus puestos, con toda la mercancía alrededor, mientras una multitud de campesinos apoyados en gruesos bastones, miran ilusionados o gastan sus ahorros con un gesto. Los talabarteros exhiben un excelente muestrario de polainas de cuero o trabajadas prodigiosamente, las negras, con hilo blanco y preparadas para usarse. El majo, vestido totalmente de fiesta, lleva sólo medias de seda y  los botines atados a la rodilla y al tobillo.
Los puestos en los que se encontraban los artículos de menos valor, se extendían desde el Puente Nuevo hasta la Plaza de Toros, llenando la calle principal y una amplia superficie del mismo Puente. Se veían verdaderos océanos de malos juguetes, porcelana, lámparas de latón y velones, la mayoría de formas etruscas y toda clase de indigestos quesos, dulces y otras golosinas. Saltimbanquis con sus violines y ciegos con sus caramillos. Grandes cosmoramas y microscopios. Y justo en lo alto de una casa de la calle principal, una bandera de lona estaba pintarrajeada anunciando una gran función que se daba dentro, al sonido de un organillo. Decían que ese año no había mucha gente, aunque no podía comprender cómo podía caber más gente en Ronda, de la que había.

El día 20 asiste a una corrida en Ronda por invitación de un compañero de viaje de origen irlandés que había alquilado un palco. Para Severn Teackle, la corridas de toros son unas fiestas bárbara y si el toro cuenta con alguna defensa, no así los desdichados caballos. Cada día se lidiaron ocho toros. Estos mataron a catorce caballos el primer día y dieciocho el segundo. Un picador fue sacado de la plaza sin sentido y al segundo día apareció como si nada. En unos de los viajes posteriores, Wallis coincide con un picador y le comenta sobre el tema, éste le responde: "¡Que mueran! ¡No valen nada!"
En la mañana del día 23 de mayo sale de viaje de Ronda con dirección a Málaga.

Murió el 11 de abril de 1894.

Bibliografía:
- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio
   Editorial "La Serranía", Ronda 2007
- Diversas fuentes em internet.

domingo, 24 de abril de 2022

GEORGE COGGESHALL - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

Los contrabandista españoles son individuos arriesgados y, a menudo, provocan temor en las regiones que actúan. En algunos casos son tan numerosos y fuertes que acaban echando un pulso al gobierno.

GEORGE COGGESHALL. RETRATO INCLUIDO EN VOYAGES TO VARIOUS PARTS OF THE WORLD,1851



Fecha del viaje: 1814. Voyages to Various Parts of the World 1799-1844(Viajes a varias partes del mundo). Nueva York, 1851                                                   

George Coggeshall (1784-1850), nació en Conética. En 1800, con 16 años, formo parte de la tripulación de un barco mercante como aprendiz, siendo su primer viaje, desde Nueva York a Cádiz. Su vida transcurrió en el mar, en una época en que las guerras y rupturas diplomáticas con Inglaterra eran frecuentes, lo que condiciono su existencia, en la que se llego a ver de capitán de embarcaciones, con patente de corso, viéndose en numerosas aventuras. De sus continuos viajes, pisó tierras españolas en numerosas ocasiones.

La estancia más prolongada de Coggeshall en Andalucía fue en el año 1814, estancia que fue forzada y precedida de circunstancias que no se pueden considerar anómalas, por la situación de su país que, desde 1812, tenía la guerra declarada a Inglaterra.

Una vez en tierra en la que llega en una barca de contrabandista españoles, en las que se hacen repetidas señales intermitentes con unas linternas con otros que se encuentran en la playa y responden de las misma manera, lo que indica que el camino esta libre. La complicidad entre vigilantes y contrabandistas para que estos pasaran sin ser registrado no escapa a la vista de Coggeshall:

Los contrabandista españoles son individuos arriesgados y, a menudo, provocan temor en las regiones que actúan. En algunos casos son tan numerosos y fuertes que acaban echando un pulso al gobierno. La partida que me trajo de Algeciras, la formaban unos treintas hombres todos con cuchillos, pistolas y espadas. A pesar de tal arsenal, no me cupo duda de que a lo largo del día, se habían puesto de acuerdo con los aduaneros y centinelas que montaban guardia durante aquella noche.

Hay algo en los españoles que, desde el primer momento inspiran confianza; de tal forma, que aunque rodeado de contrabandistas, nunca temí por mi seguridad. Eran las tres de la madrugada cuando entrábamos en la humilde vivienda del jefe de los contrabandistas. La casa solo tenía una habitación de medio tamaño, con una estera colgada que servía de separación para acoger otros miembros de la familia, compuesta por el contrabandista, de nombre Antonio, su esposa y dos niños. El mayor, una  chiquilla de ocho o nueve años y el otro, un muchachito de seis. Antonio podía frisar los treinta y cinco o cuarenta años; y su bonita mujer, los veintiocho o treinta. Enseguida me prepararon una cama de paja que colocaron detrás de la estera que servía de división para los dos dormitorios. Antes de desearme buenas noches, Antonio me dijo que se levantaría temprano para distribuir los géneros de contrabando y que no volvería hasta el día siguiente, a medianoche. Su mujer y su hija me prepararían el desayuno y me comprarían cualquier cosa que yo necesitara. Después nos dijimos adiós y nos acostamos.

En una ocasión contrata a un guía:

Después de salir de la ciudad, tomamos una carretera  tolerablemente llana para, a continuación, acometer un sendero de sinuoso trazado. Yo montaba una mula, mientras mi guía, un tipo alegre, caminaba trabajosamente a pie; algunas veces, a mi lado; otras, unos metros más adelante, y en ocasiones, cuando el terreno lo permitía sentado detrás de mí en el animal. La distancia de Algeciras a Cádiz es de cuarenta millas, que no pretendíamos cubrir de una vez, sino que nuestra intención era la de pasar la noche en Medina. Pronto me di cuenta de la dificultad del camino. Toda la región se presentaba una apariencia salvaje y desolada, mostrando lo poco que había cambiado España en los últimos tiempos. No existían carreteras públicas para una población escasa que vivía en extrema pobreza; las tierras sin cultivar, sin hoteles y pensiones; infestadas de bandidos y ladrones. Incluso en la proximidad de las ciudades se necesita llevar una escolta sino quieres que te desvalijen. Una visión penosa de una pobre España que si una vez fue poderosa, ahora está dividida en fracciones, arruinada por una guerra civil y desposeída de la mayor parte de sus ricas colonias, con un gobierno extremadamente débil. Existen varias causas para este declinar, aunque las más probables son: ignorancia, pereza, superstición, mal gobierno y clericalismo.

A las dos paran una hora en una posada para alimentar en una posada para alimentar a las mulas y descansar un poco. El americano no se sorprende de haber recorrido solo diez millas desde Algeciras, que les queden otras tantas hasta Medina Sidonia. Renuncia a describir el recorrido por lo imposible que le parece la multitud de vueltas que dan, y con unas subidas y bajadas por unos senderos a los que Coggeshall cree que ni ese nombre se merecen. Dice: "¡Qué soberbio país! Dios le concedió la tierra, pero ellos no supieron administrarla".

Sobre una pensión de Algeciras en la que pernocta Coggeshall:

Pedí una habitación y me mostraron una, oscura y sombría como una prisión de diez metros cuadrados, suelo de piedra y una silla, sin camas, sin mesa. Para comer todo lo que conseguí fueron huevos duros y un poco de vino. Afortunadamente, mis amigos de Algeciras me habían proporcionado algunos alimentos y con todo tuvimos una comida aceptable. Como el cansancio había hecho mella en mí, pedí una cama y sobre el suelo de piedra me extendieron una paja, sin almohadas y mantas. Cubriéndome con una capa, me arrojé sobre la cama y pronto me dormí, no despertando hasta que el amanecer lo hizo el guía"


Bibliografía:

- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX". Garrido Domínguez, Antonio. 

   Editorial La Serranía, Ronda, 2007

- "Viajeros del XIX cabalgan por la Serranía de Ronda". Garrido Domínguez, Antonio.

   Editorial La Serranía, Ronda, 2006

domingo, 20 de marzo de 2022

ALEXANDER SLIDELL MACKENZIE - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DELSIGLO XIX

 Un español puede caminar con los pies desnudos por las malezas y andar todo el día con una corteza de pan, como única comida; pero los ingleses sólo combatirán si tienen la barriga llena."

ALEXANDER SLIDELL MACKENZIE


Fecha del viaje: 1827. A year in Spain. Nueva York, 1836

Nacido en Nueva York el 6 de abril de 1803, era hijo de una escocesa y de un influyente hombre de negocios americano. Recibió una cuantiosa fortuna de un hermano de su madre sólo por incluir el apellido familiar, Mackenzie, en su nombre (en Estados Unidos e Inglaterra, tienen como costumbre a todos los efectos que el hijo reciba un único apellido, el paterno). En 1825, se graduó como teniente de la marina americana, también fue escritor y biógrafo, tomándose unas largas vacaciones en España. Coincidiendo ese mismo año con Washington Irving, en teóricas funciones de ayudante del embajador americano allí, de hecho estaba redactando la biografía de Cristóbal Colón. Aproximadamente se llevan 20 años de diferencia, pero no fue un obstáculo para que surgiera una gran simpatía entre ambos, a lo que Irving, le llevó a constituirse en el crítico de Mackenzie y también a costearle la edición americana del relato de su viaje que había realizado por nuestro país entre 1826 y 1827.  El editor Murray medió para su publicación en Inglaterra. Apareciendo con el título "A Year in Spain" y como autor "by a young american". El relato tuvo mucho éxito en los dos países y en gran parte de Europa, siendo prohibido en España por el real decreto de Fernando VII con orden de poner al americano en la frontera si intentaba entrar otra vez en España. En mayo de 1846 fue enviado a Cuba y después a México en misión diplomática por orden personal del presidente James Knox Polk. Participó en el sitio de Veracruz y estuvo al mando de una división de artillería en 1847 en Tabasco. Contrajo matrimonio con Catherine Alexander Robinson, con la que tuvo cinco hijos, dos de ellos llegaron a ser importantes militares.

Desaparecido Fernando VII, Mackenzie se tomó su pequeña venganza insertando en su nuevo libro de España, Spain Revisited, el texto del mencionado decreto en el que se aseguraba que la "indigna producción" estaba "llena de falsedades y de groseras (sic) calumnias contra el Rey N. S. y su augusta familia." En 1836, en la tercera edición de la obra, es cuando incluiría el recorrido por el reino de Granada y Gibraltar, el que abarca Ronda y la Serranía que realizo en 1827.

La obra mencionada le otorgó gran renombre a su autor, pero fueron otros los motivos por los que éste ha pasado a la historia de su país, como protagonista principal de un extraño hecho que en su día levanto pasiones. En las postrimerías de 1842, con el rango de capitán a cargo del Somers, fragata de guerra que cumplía las funciones de buque-escuela, en una larga travesía de tres meses de septiembre y diciembre de ese año, a bordo ciento veinte alumnos a bordo, por un supuesto motín, mando ahorcar a tres de los cabecillas, entre ellos Philip Spencer, de diecinueve años, hijo del Secretario de Guerra del gobierno del entonces presidente John Tyler. La conmoción fue titánica dividiendo a la sociedad de su tiempo. Absuelto Mackenzie de toda culpabilidad en un consejo de guerra celebrado a su vuelta, no obstante, durante años, se puso en duda la legalidad de una acción que los estudiosos del caso, lo considera como de "irracional locura".

Mackenzie fue uno de los viajeros que fue atracado por un grupo de bandoleros en Puerto Lápice.

Asalto a la diligencia en la que viajaba Mackenzie.
Grabado de un dibujo de Chapman en A Year in Spain, 1836.

 

En uno de sus relatos del diario dice de una comparativa de españoles he ingleses: "Un español puede caminar con los pies desnudos por las malezas y andar todo el día con una corteza de pan, como única comida; pero los ingleses sólo combatirán si tienen la barriga llena."

Esta en Granada y le llegó el momento de marchar, confiesa Mackenzie que ha permanecido en dicha ciudad el doble del tiempo que pensaba, aun así no le importaría quedarse un mes más, un año o toda la vida, en un lugar como Granada. Su intención es dirigirse a Ronda, donde las carreteras aún no han llegado, sólo caminos de herraduras, atravesando valles y montañas. Para ir se le ofrecen dos alternativas: buscarse un caballo u un guía, o incorporarse a la expedición del corsario de Ronda que hace el recorrido una vez en semana. Los días que se tardan por este medio son cuatro y con guía son solamente dos, mas la seguridad es mayor. Como ni tiene prisa, se inclina por el cosario.

El cosario de Ronda, dice, está bastante peor organizado que el que trajo de Málaga. De entrada no puede conseguirle un caballo para realizar el trayecto y se da maña para convencerlo de que tiene animales que pueden sustituirlo:

"Aquí tengo una arrogante mula, a decir verdad con nada más que una enjalma, pero le colocaré un par de alforjas, con una carga a cada lado para mantenerla estable y donde el caballero pueda poner los pies confortablemente como en los más lujosos estribos. O si a su señoría le place, puede montar aquel borrico que le llevará a Ronda lo miso de cómodo y tan seguro como el mejor caballo de Andalucía."

A unas horas antes de llegar a Loja, por un camino que le llaman los Infiernos de Loja por lo abrupto del terreno se encuentra la posada en la que quieren descansar animales y personas por unas horas. En la habitación en la que se encuentran es de multiusos con las funciones de vestíbulo, cocina, comedor, almacén de mercancías y de dormitorio. A petición de Mackenzie, la patrona le prepara una habitación en el piso alto del edificio. Da la jardín del convento vecino. Solo puede descansar una hora, pues enseguida lo llaman para comer:

"Me encontré con una pequeña mesa, la mitad de alta de lo normal, colocada a distancia de la enorme chimenea, que ocupa una amplia esquina de la casa. Los arrieros hacia tiempo que me esperaban sin mostrar algún signo de impaciencia. Pronto nos vimos sentados en unas sillas, tan bajas como para hacer juegos de mesa, de las que nos manteníamos a distancia por la imposibilidad de extender las piernas bajo ella. Inconvenientes pequeños, todos, para una partida de personas hambrientas. Nuestra comida consistió primero de una fuente de huevos fritos en aceite en el cual nadaban tan incesantemente que se requería una habilidad especial para atraparlos. Comíamos en un plato común. Cuando acabamos con los huevos y los arrieros, mojando, habían consumido todo el aceite se llevaron todo la fuente y trajeron otra en su lugar. Esta contenía un modesto preparado de gazpacho, que comen las clases más pobres de Andalucía, particularmente cuando aprieta  el calor o se apodera de uno el cansancio. Es una suerte de ensalada que se prepara llenando un gran recipiente con aceite, sal, vinagre, algunas cebollas y pan. Es un plato que se cocina en poco tiempo, muy refrescante y al que se aficiona uno enseguida."

El frío se hace notar con mayor intensidad cuando van subiendo las montañas. El sol disuelve las nieblas matinales y sombreando las montañas cuando alcanza la ciudad de la que nos habla Mackenzie:

"La ciudad presenta un aspecto inusual, limpio, muy ordenado, aumentado por el placer que sentía por haber terminado tan largo viaje. EL arriero más viejo dijo a su compañero que guiara la caravana hasta su casa y, cogiendo mi equipaje, me condujo hasta la posada de las Ánimas. De todas las posadas que había visitado, laicas o religiosas, esta es la más curiosa. Por la singularidad de su edificación y disposición, no me cabía duda de que era de origen árabe. Permanecía entre la bifurcación de tres calles y se abría por un inmenso portal que coronaba un vetusto balcón. En éste había una hornacina de la virgen con una pintura protegida de los embates del clima por un pequeño tejado del cual colgaba un farol. Ocurría que mi habitación daba a este balcón. Todas las tardes recibía la visita de mi vieja patrona. Durante unos minutos, con sumo cuidado y después de rezar un avemaría, bajaba la lámpara, la despabilaba y después con el delantal frotaba la pintura quitándole el polvo que había acumulado durante el día. Mi habitación tenía una sala de estar con suelo de baldosas, paredes sólidas de albañilería y tejado piramidal. Una sola ventana abría al balcón de la Virgen y nos ofrecía una perspectiva de los grupos, siempre en movimiento, que pasaban por las calles cercanas. Un tramo de escalones de piedra levaba desde esta habitación principal hacía una entrada, sin puerta, como las de Alhambra, que se abría a mi dormitorio. Éste contaba asimismo con un tejado en pendiente y una pequeña ventana, que era más bien un portillo, para el aire, de un pie cuadrado, a través de la cual yo me aseaba y, otras veces, sacaba la cabeza para observar a las damas de la vecindad  volviendo de la misma del alba. Esta habitación, diminuta, no tenía menos de seis lados y tantos ángulos, todos coincidiendo en un punto, que toda la encorvadura de la posada parecía haberse encontrado allí. Pese a la diversidad de perspectivas que provocaba tan asimétrica conformación, pronto me sentí familiarizado con el lugar; más que nada porque las paredes lucían recién blanqueadas, el suelo brillaba como el sol y en un extremo se veía una cama limpia, extendida en una estera de paja, que me invitaba al reposo."

Intensas las jornadas las que vive en Ronda con la intención de no perderse nada de lo que hay en la ciudad tiene que ofrecerle; además de conocer el paisaje y los monumentos, también se mezcla con la población, tanto la llana como con la aristócrata con el fin de captar algo del espíritu de unos y otros. Se une a un músico aficionado que toca la guitarra y lo acompaña a visitar a unas hermanas, vecinas de una calle céntrica a la plaza de toros, a quienes le hace tocar el instrumento y a bailar la "cachucha"  para que lo presencie el extranjero. A lo que también aprovecha para visitar la parte de abajo del Tajo. Comprueba de primera mano como los molinos están en plena actividad en el margen izquierdo del río. Caminando por sus escurridizos senderos charla con los molineros que un compañero llevaba un saco de harina en los hombros a causa del peso y la proximidad del abismo, rodó hasta el fondo donde se hizo pedazos. Considera que la calle de San Carlos es una de las más bonitas de España, con sus filas de uniformes viviendas, hondas ventanas y balcones, adornados todos con rosales, geranios y lavandas.

Sobre sus vagabundos por la ciudad, también se relaciona Mackenzie su interés lo ocurrido aquí con la Guerra de la Independencia. Conoce las Memorias de Roca al dedillo, y dicha curiosidad se ve en incremento por las historias que aquí cuentan. Dicho interés le lleva a visitar el Fuerte, donde los franceses instalaron una batería en una elevación al norte de Ronda. Mackenzie nota que en este lugar, después de mucho tiempo, han vuelto a crecer las cosechas de trigo. Se encuentra con un pastor que vigila un rebaño de cabras y algunas ovejas que buscan entre las flores y malezas silvestre su alimento. El pastor le cuenta que se gana la vida cuidando los animales de varios habitantes de Ronda. Todos los días, a muy temprana hora los lleva a pastar, hasta que por las noches los devuelve a sus dueños, siendo su sustento de vida, su trabajo de todos los días. Añade que un general francés muerto cerca de Ronda, junto a otros oficiales que también sucumbieron durante la guerra lo enterraron en una fosa común. Los cubrieron con una gran masa de piedras, escombros y tierra, para impedir su profanación. Terminó siendo un trabajo inútil y una barrera sin consistencia, que no tenían resistencia alguna frente a la furia de los montañeros, siendo el mismo día que el enemigo comenzó la retirada, sacaron todos los cadáveres de su tumba, los despedazaron, haciéndolos fragmentos y terminaron por esparcirlo por el campo vecino.

Visita la Casa del Rey Moro donde le cuentan sobre un plan para acabar con un grupo de soldados franceses que se terminó fructuoso por un chivatazo a los franceses. Donde conoce a un viejo campesino que le cuenta varios hechos con los franceses, a cual más sanguinario al que Mackenzie se encuentra sin ánimo de repetir, sin embargo, hay uno, que aún siendo horrendo, hace referencia con toda su crudeza:

"Volvíamos, dijo el antiguo guerrero, de un victorioso ataque a una partida de franceses, a la que habíamos rodeado en la puerta de la ciudad, cuando, repentinamente llegó una patrulla de guardia enemiga al mando de un sargento. Preparamos las armas y caímos sobre ellos. Luchamos como leones, pero en pocos minutos los habíamos matados a todos, salvo a tres. Una fuerza superior les había obligado a morder el polvo. El sargento fue uno de los supervivientes. Era el hombre más grande que había conocido. Medía al menos 7 pies (2,10 metros aprox.), con enormes miembros y presencia, en todo su aspecto un gigante, incluso en sus grandes bigotes, cuyos rizos le llegaban a las orejas. Era sargento mayor de su regimiento, prueba de que a su cuerpo le acompañaba un parecido valor. De escaramuzas anteriores era tristemente conocido de nosotros. En aquellos tiempos los franceses nos llamaban bandidos y cuando nos atrapan, lo que raramente ocurría, no nos daban cuartel; ni, desde luego, nosotros a ellos cuando, con más frecuencia, los cogíamos prisioneros. Pero entonces, quedamos sorprendidos por el aspecto y el valor de este sargento y aunque sabíamos que había matado a dos compañeros nuestro con sus manos, nos dio pena acabar con la vida de tan ejemplar militar. Después de una breve consulta, decidimos, en contra de nuestras reglas, hacer una excepción con él. Matamos a los otros prisioneros; a él le atamos la manos en la espalda y cargando con nuestros propios muertos salimos para nuestro campamento en las montañas. Después de andar un par de leguas alcanzamos un estrecho paso, rodeado de rocas. Este paso era un lugar estratégico de nuestros guerrilleros y fatídico para los franceses, que lo conocían como "el camino de la amargura". No sé si al sargento le pudo más el cansancio o que ya venía agotado, pero al legar a este lugar juró que no andaría más. Le dijimos que le habíamos perdonado la vida y que no queríamos hacerle daño, que sólo le trataríamos como prisionero de guerra ya que, en Ronda, lo entregaríamos a los ingleses. Todo lo que le dijimos fue en vano, su cuerpo permanecía tan inmóvil como su voluntad. Colocando su espalda contra una roca y sus pies al otro lado del sendero se hizo fuerte de tal manera que no hubo forma de moverlo. También resultaron en vano todos los esfuerzos que hicimos para arrastrarlo, ya que parecía que formaba parte de la colina misma. Ni siquiera quería oír lo que decíamos. Tapando con las manos sus orejas movía la cabeza de un lado a otro y murmuraba en mal castellano: "¡No prisionero! ¡No prisionero! ¡Morir!". No hubo nada que hacer. Desde el momento que se negó a ser prisionero de los ingleses, sólo nos quedaba concederle la muerte que pedía.

Había un moro con nosotros, que había vivido durante algún tiempo en Málaga, para venir luego a unirse con nosotros en las montañas;  no obstante su sangre, era muy buen cristiano y muy valiente. Lo pusimos delante del francés y colocando la boca de su fusil junto a la oreja del sargento apretó el gatillo. El francés se enderezó rechinando los dientes y echando el cuerpo hacia delante como si quisiera mover las rocas de su sitio. Luego, cayó como un trapo y si no lo hubiéramos sujetado habría rodado montaña abajo. Había un boquete al lado de la carretera que había abierto una roca desprendida. Arrojamos al difunto gigante al agujero, lo cubrimos con piedras, colocamos una cruz de madera en lo alto y lo dejamos allí para que descansara lejos de la tierra de sus padres."

Sobre los rondeños que quedaron en la ciudad, no se ocultaron en mostrar su animadversión a las tropas ocupantes. Considerando una vejación el tener que dar alojamiento a los soldados enemigos en sus casas y en convivencia con la familia: 

"El cuchillo estuvo en todo momento presto a actuar. Más de un francés encontró su tumba al borde el Tajo. Si un francés se pasaba de listo: ¡Al Tajo! Si llegaba a casa a medianoche molestando y pidiendo vino, se le daba de beber hasta el hartazgo; pero avanzaba la noche, un cuchillo encontraba el camino de su corazón y antes del amanecer, estaba al fondo del Tajo. Los franceses así acosado, se volvieron fieras, más cuando no tenían al lado a sus oficiales para calmarlos. Una persona que merece todo mi respeto, me dijo que había visto arrojar a dos españoles vivos desde la Alameda del Tajo. A la mañana siguiente, cuando los montañeros tuvieron noticias del suceso se tomaron cumplida venganza durante la noche. Al otro día, el sol alumbró los cuerpos agonizantes de cuatro franceses, a los que, sobre estacas, habían empalados vivos."

A lo que el americano le aseguran que no son menos de nueve mil franceses murieron en las rutas de la serranía.

Murió el 13 de septiembre de 1848 en Tarrytown, Estados Unidos a los 45 años por enfermedad cardiovascular.

Bibliografía:

- Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX. Antonio Garrido Domínguez.

- Fuentes consultadas en internet.

lunes, 14 de marzo de 2022

MORDECAI MANUEL NOAH - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 Vosotros, Caballeros españoles de noble cuna. Vosotros, Señores y Principales. Ah, qué poco pensáis en los humildes arrieros, que se ganan la vida honradamente.

MORDECAI MANUEL NOAH. Dibujo 1819


Fecha del viaje: 1813

Travels in England, France, Spain and the Barbary States in the years 1813, 14 and 15. (Viajes por Inglaterras, Francia, España y los estados de la Berbería, en los años 1813, 1814 y 1815) Nueva york 1819.

Nacido el 14 de julio de 1785 en Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos. El primer americano de los nacidos, viviendo y con el estatus de residencia en Estados Unidos, que viene a España. En cierta forma, es un prototipo de viajero que no tenía incluido en su agenda como razón prioritaria del disfrute sensorial o como fuente de conocimiento que ofrecía la visita al país que arribaba, aunque al final fue tentado tentado por él, por sus peculiaridades y diferencias podría ser el judío Mordecai Manuel Noah. Hijo de una familia de comerciantes de origen sefardí que emigró desde Alemania a Estados Unidos a mediados del siglo XVIII, se estima como el primer escritor judío americano de envergadura. Periodista, ensayista, autor teatral y político. Aunque más conocido como el visionario que intentó en 1825 crear un estado judío, al que llamó Ararat, dentro de Nueva York. Habría que señalar en su carrera política que, siendo jefe de la policía de Nueva York, cuando la ciudad fue asolada por la epidemia de la fiebre amarilla en 1822, abrió las las puertas de la prisión en la que estaban encerrado los que no podían hacer frente a sus pagos y en la que se vio obligado Noah a hacerse cargo de todas y cada una de las deudas contraídas por aquéllos.

En 1813, España no es un país que se apetezca visitar.  Todavía resonaban por doquier los ecos de los recientes enfrentamientos con las tropas de Napoleón estando muy a la vista la destrucción que aquéllos habían esparcido por campos y ciudades. Desoladora situación en la que se encontraba el país, casi diríamos que sólo se prestaba a recibir, al desgaire, a viajeros que lo eran sólo si entendemos el viaje en su sentido más primigenio de traslado de un lugar a otro, y siempre que se prescindiera de las circunstancias totalmente fortuitas que los habían guiado hasta aquí.

En el caso de Noah, tan poco previsible y peregrina es su visita a España, que en marzo de 1813 es nombrado cónsul de Estado Unidos en Túnez, en el que se considera abiertamente enemigo de dos países europeos, uno le viene recientemente que es el caso de Inglaterra que se encuentra en guerra con su país y el otro es España, en este caso la aversión le viene de lejos, se remonta a la época de los Reyes Católicos.

Así de astuto se muestra nuestro destino, aplicando sus leyes, que viniendo de Noah de camino para Francia, tras unas semanas de estancia, dar salto a Túnez, su barco, el Joel Barlow, pero por desgracia para él es apresado por los británicos, curiosamente fue un 4 de julio, día de la Independencia Americana, junto con los demás pasajeros fueron conducidos a Londres como prisioneros de guerra, Cuando fue liberado fue transportado a tierras españolas y no a tierra francesas, pues los ingleses y franceses, también se hallaban en pleno conflicto.

Aunque es rechazado por Noah, por sus venas corre sangre ibera, y para que no quepa duda de su origen, todavía conserva uno de sus nombres: Manuel. Con mirada resentida, y con especial crítica, la vuelca contra los descendientes los que lo motivaron y contra la religión que profesan. Razón por la que no tarda en hacer llegar su desacuerdo con las prácticas y negocios ilícitos que desprestigian al catolicismo y en la esencia misma de su credo.

Apena a recalado en tierras gallegas en el barco americano en el que viajan, suben a bordo del bote varios clérigos en el que llevan oculto bajo sus ropas diferentes géneros de fabricación inglesa que habían comprado a los marineros. Para opinión de Noah, "el carácter de aquellos y el terror que levanta la Inquisición es tal que, aunque sospechen de ellos, impide que se les registre. Así de rezo en rezo, llevan a cabo su provechoso comercio."

El mes de septiembre de 1813, cuando nuestro forzado viajero llega a la soleada bahía de Cádiz desde el barco que le trae desde La Coruña. Sean los que sean los prejuicios que Noah pueda tener sobre España, estos quedan amortiguados al llegar a Cádiz, dejándose sorprender por su primera visión del aspecto que la ciudad bulliciosa y moderna ofrece: 

"El aire era fresco, pero delicioso y la apariencia vivaz de la ciudad con sus pequeñas torres, casas blancas, espaciosos edificios, barquichuelas y navíos de guerra, daban a ésta un toque de opulencia y confort." 

Renovada impresión una vez que esta en tierra firme cuando caminaban por el mercado al aire libre a los que los vendedores pregonan a pleno pulmón sus productos. El desbarajuste entre las gentes y de escena solo acaban de empezar, a lo que Noah le faltan ojos cuando se encuentra con las calesas, ataviadas al igual que los caballos, llenos de cintas multicolores, mientras esperan pasajeros; marineros que sentados ríen y comen sardinas fritas; vendedoras de cigarrillos, mientras esperan clientes lían con parsimonia los "papelitos" y los mendigos que reclaman insistentemente una limosna en nombre de "María Santísima."

En Algeciras se aloja en la posada de San José junto con un grupo de americanos. El establecimiento es malo, en cambio la comida es buena. Mientras comen en la habitación, entra en ella, sin más ceremonia, un español de aspecto desaliñado y con un grueso bastón en la mano, inquiriendo entre los allí reunidos si se encuentra algún judío, pues tiene órdenes de vigilar a los de su raza mientras permanecen en la ciudad. Entre ellos se encuentra un capitán americano cuya reacción es de coger al intruso por el cuello, y sin apenas miramientos, a base de empujones echarlo de la habitación. EN Algeciras, con fama de ser refugios de bandidos, pícaros, renegados y de todo tipo de malhechores. El cuchillo impera en la ciudad, y por ello, los asesinatos son continuos, cometiéndose con total impunidad a la luz del día.

Sobre algunos caminos de Andalucía, Noah dice: "El descenso es más embarazoso, con grandes edificios rodeándoles. Se extraña de que durante durante cuatro mil años hayan cabalgado por estas tierras fenicios, romanos, cartagineses, moros y castellanos, sin que ninguno de ellos se decidieran a mejorar las carreteras." Entre las deficiencias del terreno, por la pendiente del camino y lo resbaladizo de las rocas con las deficientes herraduras del caballo hacen tirar al suelo a Noah, dañándose la espalda, lo que lleva a realizar el resto del camino andando.

Contemplando a los muleros, no deja de pensar en el oficio de estos hombres esforzados siendo de una dureza extrema y que a pesar de todo le permite pagar el pan a duras penas. Los considera como las personas más noble de la población, más honrado y sufrido. Y que los componentes de la cacareada nobleza, en el fondo son inferiores a ellos. Lo que le viene a la mente la canción de los campesinos en la obra de Morton, Los montañeros. Sin más se deja llevar por su melodía y comienza a cantarla en voz alta.

Yehigh-born Spanish noblemen

Ye Dons an Cavaliers,

Ah, little do you think upon

The lowly Muleteers

To earn an honestlihood...

("Vosotros, caballeros de noble cuna/ Vosotros, Señores y Principales/  Ah, que poco pensáis en/ los humildes arrieros/ que ganan honradamente la vida.")

Al oír los arrieros la canción, se acercan a la puerta diciéndose entre ellos: "Escuchad, el señor inglés canta." Noah se encuentra a gusto y quiere que los demás también se sientan igual.

Reanudan la marcha al mediodía, pero el calor es tan sofocante se ven en la necesidad de realizar otra parada en otra venta junto al Mediterráneo. Así hace referencia de lo que allí sucede:

"Bajaron el equipaje de los caballos, y el guía, tras refrescarse, se echó para dormir la siesta. Yo, igualmente, me retiré a descansar un poco, cuando pasado no  mucho tiempo, me despertó una pelea que tenía lugar abajo. Me asomé y vi a mi guía luchando con un hombre robusto que,  con pistolas en la faja, trataba de quitarle su escopeta. Era un oficial de aduanas, que había ideado un estratagema para hacer confesar a mi hombre que el arma que llevaba era suya y no mía, para poder confiscarla así en nombre del rey, aduciendo que el cañón media cuatro pulgadas más de lo permitido por la ley. Discutí con él sobre la injusticia de la acción, pero se mostraba sordo a todos mi argumentos. Finalmente, le aseguré que si de camino a Málaga me asaltaban los bandidos, sólo él sería el culpable. Después de mucho discutir nos devolvió la escopeta que ya tenía en su poder y continuamos el viaje."

Embarcado y navegando por la costa llegan a ver Vélez-Málaga. El último testimonio de la provincia malagueña dónde viven una escena tan cordial, tan andaluza, tan humana:

"Un muchacho que pertenecía a la tripulación preparó la comida. Los marineros cortaron ajos, pimientos, pan y destriparon sardinas, mezclándolo todo en un recipiente de barro con agua fría y vinagre. Observé al chico mientras removía este extraño amasijo con una cuchara de madera. "Gazpacho señor" dijo el patrón seseando y añadió: "fresco, fresco". Cortésmente me invitó a participar en la comida. La tripulación se sentó en cubierta, colocando el recipiente en el centro. Entre cucharada y cucharada, todos tuvieron algo divertido o agudo que referir, y las carcajadas y la hilaridad prevalecieron sobre la escasa comida que, al final, se acompañó con vino tinto de la tierra que tomamos en jarras de lata."

En Almería, después de un polémico encuentro con un indigno clérigo, Noah nos relata este divertido episodio:

"Por la noche, después de una tarde fresca sucediera un opresivo calor, decidí darme un baño en el mar. La luna estaba visible y la playa llena de gente. Sin pensarlo un minuto me despojé de la ropa y me sumergí en el agua. Mientras vadeaba el fondo lleno de piedras, un centinela español empezó a darme voces: "¡Hombre, por Dios santo!" Varias personas corrieron hacia mí y, cortésmente, varios soldados de de uniforme y con herrumbrosos fusiles me sacaron del agua y me dijeron que todos los que se estaban bañando allí eran mujeres, a los que los soldados protegían y entre los que yo sin darme cuenta, me había metido. La verdad es que las mujeres y yo mismo habíamos estado chapoteando como náyades o dioses marinos sin apercibirnos unos del sexo de los otros. A las mujeres le contaron lo que había pasado y por los gritos y carcajadas que lanzaban parecía que disfrutaban de lo lindo con mi equivocación. Sobre todo, cuando vieron cómo me sacaban del agua y me llevaban donde estaba mi ropa."


Falleció el 22 de mayo de 1851 a los 65 años de edad en Nueva York, Estados Unidos.

Bibliografía: 

- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX", autor: Antonio Garrido Domínguez.

- Diversas fuentes.

miércoles, 9 de marzo de 2022

WASHINGTON IRVING - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX - DURANTE EL REINADO DE FERNANDO VII 1814-1833

 Hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime.


Washington Irving con veintidós años. Dibujon de Vanderlyn, 1805




Fecha del viaje: 1828-1829
                             The Alhambra, Londres, 1832. Traducida al castellano "Los Cuentos de la Alhambra."
                              Journal 1828, Nueva York, 1837 (Diario del año 1828)
                              The  Life and Letters of Washington Irving, Nueva York, 1864 
                             (Vida y cartas de Washington Irving)                         

Nacido en Manhattan, Nueva York el 3 de abril de 1783, hijo de un comerciante británico afincado en América, viajo pronto a Inglaterra con el propósito de poner a flote el negocio familiar, con nefasto resultado. Estimulado por Walter Scott, escribió The Sketch Book que le otorgo fama en ambos continentes. Fue amante de la cultura y tradición española a la que se enamoro en sus largas estancias en nuestro país. Agregado en la embajada de Estados Unidos, residiendo en Madrid de 1826 a 1829 y posteriormente fue nombrado embajador en 1842. De sus obras, la más conocida fue La Alhambra, lo que levanto un clamor entusiasta en su tiempo, al mismo tiempo dando un toque de atención que sería decisivo para su conservación, sobre el lamentable estado en el que se encontraba el palacio.

Nos dejó varios comentarios alabando el paisaje de nuestro país: "hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime".
"las extensas sierras desprovistas de arbustos o maleza, que alzaban sus cumbres quemadas por el sol bajo el cielo infinito."

Observando las ciudades y pueblos amurallados, levantados como nidos de águilas entre la fragosidad del terreno, rodeados por bastiones moros o los restos de una torre vigía, izado en las cumbres más altas, su mente, por unos instantes, se situaba en los tiempos en que cristianos y musulmanes se disputaban estas tierras. Un vestigio de aquella época sigue vivo en la tradición andaluza, en forma de cuentos y leyendas que contaban los más viejos del pueblo, en repetidas ocasiones y a su modo, también los arrieros junto al fuego de las posadas o sobre sus monturas en las extensas caminatas a través de los interminables senderos, de esta forma hacer más llevadero el accidentado camino. Historias de amores imposibles entre moras de una belleza extrema y gallardos cristianos; batallas interminables que por la generosidad y valentía depositada por ambos continentes se convierten en duelos fantásticos; pues por el ardor y convicción con las que la relatan dichos relatos, se podían tocar con las manos.
Las correrías de Hamet el Zegrí, desde Ronda hasta las planicies sevillanas, el arrojo de sus fieles gomeres, la caída de Zahara, el asedio de Ronda, que se suponía inexpugnable, viviendo con los cristianos el alborozo de la victoria y con los musulmanes los gritos de desesperación y la amargura de la despedida se habían quedado grabadas de forma indeleble en su mente llenas de fantasías.

Las anotaciones que hace Irving en su diario, sugerentes y concisas, desde un primer momento van dejando constancia vivaz y centelleante de cuanto atrae su atención:

"Cruzamos el puente de Alcolea, construido de mármol, con muchos arcos. Divisamos Córdoba a la lejanía. Mientras nos aproximamos, nada que destacar. Setos de áloes y chumberas. Árboles con hojas recientes. Llegamos a las nueve y media. Nos alojamos en el hotel de la Diligencia, bastante malo.  Catedral, patio con naranjos. Subimos a la torre. Fértil planicie  por la que escapó Pelistes." 

Peliste fue un noble godo, superviviente de la batalla de Guadalete, y defensor de Córdoba en la invasión árabe, que es citado en una de las leyendas de Irving, Subjugation of Spain.

A su llegada a la localidad de Berja, en Almería, recuerda Irving un proverbio árabe, "que cuando se llega a la población, como ahora ellos, el viajero haría mal en no detenerse para gozar de sus casas y jardines, que son todos pequeños paraísos"; en cambio, sobre ls caminos piensa que son un maldito infierno.
En un puente que salva un profundo abismo, con rocas muy afiladas, Saldira el guerrillero, recuerda Irving, que lucho contra el invasor galo, cayó con su cabello por este barranco y, milagrosamente, salvó la vida.

Descripción que hace Irving en su diario al día siguiente de su llegada a Ronda, 4 de abril, un Viernes Santo:
"No deja de llover. Salimos a las siete de la mañana. Subimos montañas hasta llegar a El Burgo, rodeados de verdes campos y restos de antiguas murallas. Las nubes se aprietan contra las  sierras. La cuesta de El Burgo es escarpada y resbaladiza por el lodo. Tras el ascenso cabalgamos por una buena aunque estrecha carretera. Luego llegamos a los Dientes  de la Vieja, una cresta de piedra caliza difícil de bajar. Pasadas las montañas de Yunquera, descendemos un poco hasta alcanzar las llanuras tras las que se esconde Ronda. Robles, viñedos, olivos. A las dos y media alcanzamos Ronda. Este día hemos cabalgado cuatro leguas. Esplendido panorama desde la Alameda. Paseamos por las calles. Hermosas mujeres. Atractivos hombres vestidos de majos o perdonavidas.
El Puente de Ronda une dos precipicios. Un profundo barranco separa las dos partes de la ciudad. Chumberas, áloes. Matorrales verdes oscuro. Golondrinas volando bajo. Rumor del agua. La vieja casa del Rey Moro. Casas y pequeños jardines que se asoman al abismo. Rocas como torres y bastiones. Nieblas que se apresura.. La lluvia que bajan de las montañas. Acuoso brillo de un rayo del sol. Un hombre envuelto en una capa con un cuchillo: un perdonavidas. Las cumbres de Grazalema y Cortes; las ultimas muy agrestes, las primeras las que se divisan antes viniendo de Ámerica.
Cinco de abril. Sábado. Hubo tormenta por la noche. Viento y lluvia. Miro a través de la ventana. Es hermoso efecto de la luz de la luna quebrando la niebla. Del puente cuelgan blancas viviendas, también a lo largo de la orilla del río. Plazas con columnatas. Salgo a dar un paseo a las seis de la mañana. Bajo hasta el puente por una estrecha carretera en zigzag cavada en las rocas. A medio camino pequeña puerta mora. Catarata bajo el puente. Áloes, húmedos arbustos colgando de las rocas. La ciudad antigua construidas sobre las cimas de las alturas. Rocas como bastiones. En la calle observo frecuentes cruces. Aquí mataron al desgraciado... Rogad a Dios por su alma. Hermosa plaza de toros, muy grande con dos pisos. Las orillas del río están llenas de chumberas y aloes. Mercado grande. Hombres venden naranjas de gran tamaño y belleza. Montones de estupendo panes. Rebaños de negras ovejas y corderos. Majos. Capas marrones con terciopelo verde o granate. Pantalones morados o marrones o verdes bordados de negro. Botones dorados, fajas rojas, amarillas o blancas. Chaquetas con terciopelo granate en las mangas, colgantes y botones dorados. Chalecos abiertos, con volantes fruncidos. Camisas, algunos pañuelos bajo el sombrero."

Se cambian de alojamiento, trasladándose a una casa de huéspedes inglesa, la de Mrs. Stalker, en la que permanece en los meses de mayo y junio. Tiempo que aprovecha para escribir cartas, animando o desanimando a los futuros compromisos a que vengan a Sevilla, pero siempre contando las excelencias de la ciudad y de los andaluces, tal como vemos por la epístola que escribe al príncipe Demetri Ivanovich Dolgouroki; secretario de la embajada en Madrid:
"Me hablas en tus cartas de la posibilidad de hacer una visita a Sevilla. Me temo que  tendrás que dejarlo para después de que me vaya.. El tiempo pronto se tornara muy caluroso para permitirte llegar hasta el sur; e incluso yo me planteo seguir aquí hasta otoño. Nada en cualquier caso, me daría más placer que vagabundear por la ciudad en tu compañía. Es un lugar lleno de interés tanto a lo que se refiere a sus obras de arte como por las características mismas del sitio y de sus habitantes. Andalucía esta más alejada de Europa en sus costumbres que cualquier otra región de España. Los andaluces pertenecen más a África en muchos de sus rasgos y tradiciones y cuando me mezclo con ellos en cualquiera de sus viejas ciudades, me doy cuenta de que la expulsión de los moros sólo ha sido en su nombre.
No cabe duda de que Stoffregen te ha contado detalles de la gran feria de ganados a la que fuimos, a unas cuantas leguas de Sevilla. Cuando me encontré en el centro de la feria, con tiendas de campaña al rededor de mí, con rebaños de ganado y numerosos jinetes vestidos con traje andaluz, montando en todas direcciones, me costó trabajo creer que estaba en Europa y no en un campamento nómada de cualquier grupo de bandidos árabes.
Las iglesias de aquí nos ofrecen verdaderos banquetes de arte. Son extraordinariamente ricas en pinturas y lo que más entusiasma a uno es la idea de que estas pinturas son desconocidas para el mundo. No son  como las grandes obras italianas que han sido admiradas, aplaudidas, estudiadas y sobre todo que han escrito muchos expertos de los que han realizado el Grand Tour. Una pintura famosa italiana es como la "belle" de una gran ciudad, que se le admira tanto y dela que tanto se habla que la imaginación llega a cansarse de ella; pero una obra maestra de un oscuro convento, en la que rara veces pone el pie un extranjero, es como la belleza de un pueblo perdido, fresca y dulce, a la que poca veces se le mira. Por mi parte, siento menos interés por las grande bellezas o por las grandes pinturas que a todo el mundo encandilan, que por esas pequeñas, escondidas, bellezas que uno parece descubrir. En realidad, he llevado esto tan lejos, que tengo como míos dos o tres pequeños murillos que he descubierto en oscuras y casi remotas capillas y conventos. No puedo decirte de las intrigas de que me valgo para visitarlas solo y en secreto, ni sabría de ellos engrandecidos con la idea de que estuvieran tan ocultos y retirados. Desde el momento en que se retira una pintura de la capilla o convento que la albergaba, para llevarla a un museo, pierde para mi todo el encanto. Por eso, todas esas renombradas "Vírgenes" que los viajeros se vuelven locos por visitar, no son "damas" que atraigan mi dinero."

Falleció en Tarrytown, Westchester, Estado de Nueva York el 28 de  noviembre de 1859 a los 76 años. Sepultura en el cementerio de Sleepy Hollow.

Bibliografía: -
-Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX - Autor: Antonio Garrido Domínguez.
-Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda - Autor: Antonio Garrido Domínguez.