miércoles, 9 de marzo de 2022

WASHINGTON IRVING - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX - DURANTE EL REINADO DE FERNANDO VII 1814-1833

 Hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime.


Washington Irving con veintidós años. Dibujon de Vanderlyn, 1805




Fecha del viaje: 1828-1829
                             The Alhambra, Londres, 1832. Traducida al castellano "Los Cuentos de la Alhambra."
                              Journal 1828, Nueva York, 1837 (Diario del año 1828)
                              The  Life and Letters of Washington Irving, Nueva York, 1864 
                             (Vida y cartas de Washington Irving)                         

Nacido en Manhattan, Nueva York el 3 de abril de 1783, hijo de un comerciante británico afincado en América, viajo pronto a Inglaterra con el propósito de poner a flote el negocio familiar, con nefasto resultado. Estimulado por Walter Scott, escribió The Sketch Book que le otorgo fama en ambos continentes. Fue amante de la cultura y tradición española a la que se enamoro en sus largas estancias en nuestro país. Agregado en la embajada de Estados Unidos, residiendo en Madrid de 1826 a 1829 y posteriormente fue nombrado embajador en 1842. De sus obras, la más conocida fue La Alhambra, lo que levanto un clamor entusiasta en su tiempo, al mismo tiempo dando un toque de atención que sería decisivo para su conservación, sobre el lamentable estado en el que se encontraba el palacio.

Nos dejó varios comentarios alabando el paisaje de nuestro país: "hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime".
"las extensas sierras desprovistas de arbustos o maleza, que alzaban sus cumbres quemadas por el sol bajo el cielo infinito."

Observando las ciudades y pueblos amurallados, levantados como nidos de águilas entre la fragosidad del terreno, rodeados por bastiones moros o los restos de una torre vigía, izado en las cumbres más altas, su mente, por unos instantes, se situaba en los tiempos en que cristianos y musulmanes se disputaban estas tierras. Un vestigio de aquella época sigue vivo en la tradición andaluza, en forma de cuentos y leyendas que contaban los más viejos del pueblo, en repetidas ocasiones y a su modo, también los arrieros junto al fuego de las posadas o sobre sus monturas en las extensas caminatas a través de los interminables senderos, de esta forma hacer más llevadero el accidentado camino. Historias de amores imposibles entre moras de una belleza extrema y gallardos cristianos; batallas interminables que por la generosidad y valentía depositada por ambos continentes se convierten en duelos fantásticos; pues por el ardor y convicción con las que la relatan dichos relatos, se podían tocar con las manos.
Las correrías de Hamet el Zegrí, desde Ronda hasta las planicies sevillanas, el arrojo de sus fieles gomeres, la caída de Zahara, el asedio de Ronda, que se suponía inexpugnable, viviendo con los cristianos el alborozo de la victoria y con los musulmanes los gritos de desesperación y la amargura de la despedida se habían quedado grabadas de forma indeleble en su mente llenas de fantasías.

Las anotaciones que hace Irving en su diario, sugerentes y concisas, desde un primer momento van dejando constancia vivaz y centelleante de cuanto atrae su atención:

"Cruzamos el puente de Alcolea, construido de mármol, con muchos arcos. Divisamos Córdoba a la lejanía. Mientras nos aproximamos, nada que destacar. Setos de áloes y chumberas. Árboles con hojas recientes. Llegamos a las nueve y media. Nos alojamos en el hotel de la Diligencia, bastante malo.  Catedral, patio con naranjos. Subimos a la torre. Fértil planicie  por la que escapó Pelistes." 

Peliste fue un noble godo, superviviente de la batalla de Guadalete, y defensor de Córdoba en la invasión árabe, que es citado en una de las leyendas de Irving, Subjugation of Spain.

A su llegada a la localidad de Berja, en Almería, recuerda Irving un proverbio árabe, "que cuando se llega a la población, como ahora ellos, el viajero haría mal en no detenerse para gozar de sus casas y jardines, que son todos pequeños paraísos"; en cambio, sobre ls caminos piensa que son un maldito infierno.
En un puente que salva un profundo abismo, con rocas muy afiladas, Saldira el guerrillero, recuerda Irving, que lucho contra el invasor galo, cayó con su cabello por este barranco y, milagrosamente, salvó la vida.

Descripción que hace Irving en su diario al día siguiente de su llegada a Ronda, 4 de abril, un Viernes Santo:
"No deja de llover. Salimos a las siete de la mañana. Subimos montañas hasta llegar a El Burgo, rodeados de verdes campos y restos de antiguas murallas. Las nubes se aprietan contra las  sierras. La cuesta de El Burgo es escarpada y resbaladiza por el lodo. Tras el ascenso cabalgamos por una buena aunque estrecha carretera. Luego llegamos a los Dientes  de la Vieja, una cresta de piedra caliza difícil de bajar. Pasadas las montañas de Yunquera, descendemos un poco hasta alcanzar las llanuras tras las que se esconde Ronda. Robles, viñedos, olivos. A las dos y media alcanzamos Ronda. Este día hemos cabalgado cuatro leguas. Esplendido panorama desde la Alameda. Paseamos por las calles. Hermosas mujeres. Atractivos hombres vestidos de majos o perdonavidas.
El Puente de Ronda une dos precipicios. Un profundo barranco separa las dos partes de la ciudad. Chumberas, áloes. Matorrales verdes oscuro. Golondrinas volando bajo. Rumor del agua. La vieja casa del Rey Moro. Casas y pequeños jardines que se asoman al abismo. Rocas como torres y bastiones. Nieblas que se apresura.. La lluvia que bajan de las montañas. Acuoso brillo de un rayo del sol. Un hombre envuelto en una capa con un cuchillo: un perdonavidas. Las cumbres de Grazalema y Cortes; las ultimas muy agrestes, las primeras las que se divisan antes viniendo de Ámerica.
Cinco de abril. Sábado. Hubo tormenta por la noche. Viento y lluvia. Miro a través de la ventana. Es hermoso efecto de la luz de la luna quebrando la niebla. Del puente cuelgan blancas viviendas, también a lo largo de la orilla del río. Plazas con columnatas. Salgo a dar un paseo a las seis de la mañana. Bajo hasta el puente por una estrecha carretera en zigzag cavada en las rocas. A medio camino pequeña puerta mora. Catarata bajo el puente. Áloes, húmedos arbustos colgando de las rocas. La ciudad antigua construidas sobre las cimas de las alturas. Rocas como bastiones. En la calle observo frecuentes cruces. Aquí mataron al desgraciado... Rogad a Dios por su alma. Hermosa plaza de toros, muy grande con dos pisos. Las orillas del río están llenas de chumberas y aloes. Mercado grande. Hombres venden naranjas de gran tamaño y belleza. Montones de estupendo panes. Rebaños de negras ovejas y corderos. Majos. Capas marrones con terciopelo verde o granate. Pantalones morados o marrones o verdes bordados de negro. Botones dorados, fajas rojas, amarillas o blancas. Chaquetas con terciopelo granate en las mangas, colgantes y botones dorados. Chalecos abiertos, con volantes fruncidos. Camisas, algunos pañuelos bajo el sombrero."

Se cambian de alojamiento, trasladándose a una casa de huéspedes inglesa, la de Mrs. Stalker, en la que permanece en los meses de mayo y junio. Tiempo que aprovecha para escribir cartas, animando o desanimando a los futuros compromisos a que vengan a Sevilla, pero siempre contando las excelencias de la ciudad y de los andaluces, tal como vemos por la epístola que escribe al príncipe Demetri Ivanovich Dolgouroki; secretario de la embajada en Madrid:
"Me hablas en tus cartas de la posibilidad de hacer una visita a Sevilla. Me temo que  tendrás que dejarlo para después de que me vaya.. El tiempo pronto se tornara muy caluroso para permitirte llegar hasta el sur; e incluso yo me planteo seguir aquí hasta otoño. Nada en cualquier caso, me daría más placer que vagabundear por la ciudad en tu compañía. Es un lugar lleno de interés tanto a lo que se refiere a sus obras de arte como por las características mismas del sitio y de sus habitantes. Andalucía esta más alejada de Europa en sus costumbres que cualquier otra región de España. Los andaluces pertenecen más a África en muchos de sus rasgos y tradiciones y cuando me mezclo con ellos en cualquiera de sus viejas ciudades, me doy cuenta de que la expulsión de los moros sólo ha sido en su nombre.
No cabe duda de que Stoffregen te ha contado detalles de la gran feria de ganados a la que fuimos, a unas cuantas leguas de Sevilla. Cuando me encontré en el centro de la feria, con tiendas de campaña al rededor de mí, con rebaños de ganado y numerosos jinetes vestidos con traje andaluz, montando en todas direcciones, me costó trabajo creer que estaba en Europa y no en un campamento nómada de cualquier grupo de bandidos árabes.
Las iglesias de aquí nos ofrecen verdaderos banquetes de arte. Son extraordinariamente ricas en pinturas y lo que más entusiasma a uno es la idea de que estas pinturas son desconocidas para el mundo. No son  como las grandes obras italianas que han sido admiradas, aplaudidas, estudiadas y sobre todo que han escrito muchos expertos de los que han realizado el Grand Tour. Una pintura famosa italiana es como la "belle" de una gran ciudad, que se le admira tanto y dela que tanto se habla que la imaginación llega a cansarse de ella; pero una obra maestra de un oscuro convento, en la que rara veces pone el pie un extranjero, es como la belleza de un pueblo perdido, fresca y dulce, a la que poca veces se le mira. Por mi parte, siento menos interés por las grande bellezas o por las grandes pinturas que a todo el mundo encandilan, que por esas pequeñas, escondidas, bellezas que uno parece descubrir. En realidad, he llevado esto tan lejos, que tengo como míos dos o tres pequeños murillos que he descubierto en oscuras y casi remotas capillas y conventos. No puedo decirte de las intrigas de que me valgo para visitarlas solo y en secreto, ni sabría de ellos engrandecidos con la idea de que estuvieran tan ocultos y retirados. Desde el momento en que se retira una pintura de la capilla o convento que la albergaba, para llevarla a un museo, pierde para mi todo el encanto. Por eso, todas esas renombradas "Vírgenes" que los viajeros se vuelven locos por visitar, no son "damas" que atraigan mi dinero."

Falleció en Tarrytown, Westchester, Estado de Nueva York el 28 de  noviembre de 1859 a los 76 años. Sepultura en el cementerio de Sleepy Hollow.

Bibliografía: -
-Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX - Autor: Antonio Garrido Domínguez.
-Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda - Autor: Antonio Garrido Domínguez.

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