domingo, 20 de marzo de 2022

ALEXANDER SLIDELL MACKENZIE - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DELSIGLO XIX

 Un español puede caminar con los pies desnudos por las malezas y andar todo el día con una corteza de pan, como única comida; pero los ingleses sólo combatirán si tienen la barriga llena."

ALEXANDER SLIDELL MACKENZIE


Fecha del viaje: 1827. A year in Spain. Nueva York, 1836

Nacido en Nueva York el 6 de abril de 1803, era hijo de una escocesa y de un influyente hombre de negocios americano. Recibió una cuantiosa fortuna de un hermano de su madre sólo por incluir el apellido familiar, Mackenzie, en su nombre (en Estados Unidos e Inglaterra, tienen como costumbre a todos los efectos que el hijo reciba un único apellido, el paterno). En 1825, se graduó como teniente de la marina americana, también fue escritor y biógrafo, tomándose unas largas vacaciones en España. Coincidiendo ese mismo año con Washington Irving, en teóricas funciones de ayudante del embajador americano allí, de hecho estaba redactando la biografía de Cristóbal Colón. Aproximadamente se llevan 20 años de diferencia, pero no fue un obstáculo para que surgiera una gran simpatía entre ambos, a lo que Irving, le llevó a constituirse en el crítico de Mackenzie y también a costearle la edición americana del relato de su viaje que había realizado por nuestro país entre 1826 y 1827.  El editor Murray medió para su publicación en Inglaterra. Apareciendo con el título "A Year in Spain" y como autor "by a young american". El relato tuvo mucho éxito en los dos países y en gran parte de Europa, siendo prohibido en España por el real decreto de Fernando VII con orden de poner al americano en la frontera si intentaba entrar otra vez en España. En mayo de 1846 fue enviado a Cuba y después a México en misión diplomática por orden personal del presidente James Knox Polk. Participó en el sitio de Veracruz y estuvo al mando de una división de artillería en 1847 en Tabasco. Contrajo matrimonio con Catherine Alexander Robinson, con la que tuvo cinco hijos, dos de ellos llegaron a ser importantes militares.

Desaparecido Fernando VII, Mackenzie se tomó su pequeña venganza insertando en su nuevo libro de España, Spain Revisited, el texto del mencionado decreto en el que se aseguraba que la "indigna producción" estaba "llena de falsedades y de groseras (sic) calumnias contra el Rey N. S. y su augusta familia." En 1836, en la tercera edición de la obra, es cuando incluiría el recorrido por el reino de Granada y Gibraltar, el que abarca Ronda y la Serranía que realizo en 1827.

La obra mencionada le otorgó gran renombre a su autor, pero fueron otros los motivos por los que éste ha pasado a la historia de su país, como protagonista principal de un extraño hecho que en su día levanto pasiones. En las postrimerías de 1842, con el rango de capitán a cargo del Somers, fragata de guerra que cumplía las funciones de buque-escuela, en una larga travesía de tres meses de septiembre y diciembre de ese año, a bordo ciento veinte alumnos a bordo, por un supuesto motín, mando ahorcar a tres de los cabecillas, entre ellos Philip Spencer, de diecinueve años, hijo del Secretario de Guerra del gobierno del entonces presidente John Tyler. La conmoción fue titánica dividiendo a la sociedad de su tiempo. Absuelto Mackenzie de toda culpabilidad en un consejo de guerra celebrado a su vuelta, no obstante, durante años, se puso en duda la legalidad de una acción que los estudiosos del caso, lo considera como de "irracional locura".

Mackenzie fue uno de los viajeros que fue atracado por un grupo de bandoleros en Puerto Lápice.

Asalto a la diligencia en la que viajaba Mackenzie.
Grabado de un dibujo de Chapman en A Year in Spain, 1836.

 

En uno de sus relatos del diario dice de una comparativa de españoles he ingleses: "Un español puede caminar con los pies desnudos por las malezas y andar todo el día con una corteza de pan, como única comida; pero los ingleses sólo combatirán si tienen la barriga llena."

Esta en Granada y le llegó el momento de marchar, confiesa Mackenzie que ha permanecido en dicha ciudad el doble del tiempo que pensaba, aun así no le importaría quedarse un mes más, un año o toda la vida, en un lugar como Granada. Su intención es dirigirse a Ronda, donde las carreteras aún no han llegado, sólo caminos de herraduras, atravesando valles y montañas. Para ir se le ofrecen dos alternativas: buscarse un caballo u un guía, o incorporarse a la expedición del corsario de Ronda que hace el recorrido una vez en semana. Los días que se tardan por este medio son cuatro y con guía son solamente dos, mas la seguridad es mayor. Como ni tiene prisa, se inclina por el cosario.

El cosario de Ronda, dice, está bastante peor organizado que el que trajo de Málaga. De entrada no puede conseguirle un caballo para realizar el trayecto y se da maña para convencerlo de que tiene animales que pueden sustituirlo:

"Aquí tengo una arrogante mula, a decir verdad con nada más que una enjalma, pero le colocaré un par de alforjas, con una carga a cada lado para mantenerla estable y donde el caballero pueda poner los pies confortablemente como en los más lujosos estribos. O si a su señoría le place, puede montar aquel borrico que le llevará a Ronda lo miso de cómodo y tan seguro como el mejor caballo de Andalucía."

A unas horas antes de llegar a Loja, por un camino que le llaman los Infiernos de Loja por lo abrupto del terreno se encuentra la posada en la que quieren descansar animales y personas por unas horas. En la habitación en la que se encuentran es de multiusos con las funciones de vestíbulo, cocina, comedor, almacén de mercancías y de dormitorio. A petición de Mackenzie, la patrona le prepara una habitación en el piso alto del edificio. Da la jardín del convento vecino. Solo puede descansar una hora, pues enseguida lo llaman para comer:

"Me encontré con una pequeña mesa, la mitad de alta de lo normal, colocada a distancia de la enorme chimenea, que ocupa una amplia esquina de la casa. Los arrieros hacia tiempo que me esperaban sin mostrar algún signo de impaciencia. Pronto nos vimos sentados en unas sillas, tan bajas como para hacer juegos de mesa, de las que nos manteníamos a distancia por la imposibilidad de extender las piernas bajo ella. Inconvenientes pequeños, todos, para una partida de personas hambrientas. Nuestra comida consistió primero de una fuente de huevos fritos en aceite en el cual nadaban tan incesantemente que se requería una habilidad especial para atraparlos. Comíamos en un plato común. Cuando acabamos con los huevos y los arrieros, mojando, habían consumido todo el aceite se llevaron todo la fuente y trajeron otra en su lugar. Esta contenía un modesto preparado de gazpacho, que comen las clases más pobres de Andalucía, particularmente cuando aprieta  el calor o se apodera de uno el cansancio. Es una suerte de ensalada que se prepara llenando un gran recipiente con aceite, sal, vinagre, algunas cebollas y pan. Es un plato que se cocina en poco tiempo, muy refrescante y al que se aficiona uno enseguida."

El frío se hace notar con mayor intensidad cuando van subiendo las montañas. El sol disuelve las nieblas matinales y sombreando las montañas cuando alcanza la ciudad de la que nos habla Mackenzie:

"La ciudad presenta un aspecto inusual, limpio, muy ordenado, aumentado por el placer que sentía por haber terminado tan largo viaje. EL arriero más viejo dijo a su compañero que guiara la caravana hasta su casa y, cogiendo mi equipaje, me condujo hasta la posada de las Ánimas. De todas las posadas que había visitado, laicas o religiosas, esta es la más curiosa. Por la singularidad de su edificación y disposición, no me cabía duda de que era de origen árabe. Permanecía entre la bifurcación de tres calles y se abría por un inmenso portal que coronaba un vetusto balcón. En éste había una hornacina de la virgen con una pintura protegida de los embates del clima por un pequeño tejado del cual colgaba un farol. Ocurría que mi habitación daba a este balcón. Todas las tardes recibía la visita de mi vieja patrona. Durante unos minutos, con sumo cuidado y después de rezar un avemaría, bajaba la lámpara, la despabilaba y después con el delantal frotaba la pintura quitándole el polvo que había acumulado durante el día. Mi habitación tenía una sala de estar con suelo de baldosas, paredes sólidas de albañilería y tejado piramidal. Una sola ventana abría al balcón de la Virgen y nos ofrecía una perspectiva de los grupos, siempre en movimiento, que pasaban por las calles cercanas. Un tramo de escalones de piedra levaba desde esta habitación principal hacía una entrada, sin puerta, como las de Alhambra, que se abría a mi dormitorio. Éste contaba asimismo con un tejado en pendiente y una pequeña ventana, que era más bien un portillo, para el aire, de un pie cuadrado, a través de la cual yo me aseaba y, otras veces, sacaba la cabeza para observar a las damas de la vecindad  volviendo de la misma del alba. Esta habitación, diminuta, no tenía menos de seis lados y tantos ángulos, todos coincidiendo en un punto, que toda la encorvadura de la posada parecía haberse encontrado allí. Pese a la diversidad de perspectivas que provocaba tan asimétrica conformación, pronto me sentí familiarizado con el lugar; más que nada porque las paredes lucían recién blanqueadas, el suelo brillaba como el sol y en un extremo se veía una cama limpia, extendida en una estera de paja, que me invitaba al reposo."

Intensas las jornadas las que vive en Ronda con la intención de no perderse nada de lo que hay en la ciudad tiene que ofrecerle; además de conocer el paisaje y los monumentos, también se mezcla con la población, tanto la llana como con la aristócrata con el fin de captar algo del espíritu de unos y otros. Se une a un músico aficionado que toca la guitarra y lo acompaña a visitar a unas hermanas, vecinas de una calle céntrica a la plaza de toros, a quienes le hace tocar el instrumento y a bailar la "cachucha"  para que lo presencie el extranjero. A lo que también aprovecha para visitar la parte de abajo del Tajo. Comprueba de primera mano como los molinos están en plena actividad en el margen izquierdo del río. Caminando por sus escurridizos senderos charla con los molineros que un compañero llevaba un saco de harina en los hombros a causa del peso y la proximidad del abismo, rodó hasta el fondo donde se hizo pedazos. Considera que la calle de San Carlos es una de las más bonitas de España, con sus filas de uniformes viviendas, hondas ventanas y balcones, adornados todos con rosales, geranios y lavandas.

Sobre sus vagabundos por la ciudad, también se relaciona Mackenzie su interés lo ocurrido aquí con la Guerra de la Independencia. Conoce las Memorias de Roca al dedillo, y dicha curiosidad se ve en incremento por las historias que aquí cuentan. Dicho interés le lleva a visitar el Fuerte, donde los franceses instalaron una batería en una elevación al norte de Ronda. Mackenzie nota que en este lugar, después de mucho tiempo, han vuelto a crecer las cosechas de trigo. Se encuentra con un pastor que vigila un rebaño de cabras y algunas ovejas que buscan entre las flores y malezas silvestre su alimento. El pastor le cuenta que se gana la vida cuidando los animales de varios habitantes de Ronda. Todos los días, a muy temprana hora los lleva a pastar, hasta que por las noches los devuelve a sus dueños, siendo su sustento de vida, su trabajo de todos los días. Añade que un general francés muerto cerca de Ronda, junto a otros oficiales que también sucumbieron durante la guerra lo enterraron en una fosa común. Los cubrieron con una gran masa de piedras, escombros y tierra, para impedir su profanación. Terminó siendo un trabajo inútil y una barrera sin consistencia, que no tenían resistencia alguna frente a la furia de los montañeros, siendo el mismo día que el enemigo comenzó la retirada, sacaron todos los cadáveres de su tumba, los despedazaron, haciéndolos fragmentos y terminaron por esparcirlo por el campo vecino.

Visita la Casa del Rey Moro donde le cuentan sobre un plan para acabar con un grupo de soldados franceses que se terminó fructuoso por un chivatazo a los franceses. Donde conoce a un viejo campesino que le cuenta varios hechos con los franceses, a cual más sanguinario al que Mackenzie se encuentra sin ánimo de repetir, sin embargo, hay uno, que aún siendo horrendo, hace referencia con toda su crudeza:

"Volvíamos, dijo el antiguo guerrero, de un victorioso ataque a una partida de franceses, a la que habíamos rodeado en la puerta de la ciudad, cuando, repentinamente llegó una patrulla de guardia enemiga al mando de un sargento. Preparamos las armas y caímos sobre ellos. Luchamos como leones, pero en pocos minutos los habíamos matados a todos, salvo a tres. Una fuerza superior les había obligado a morder el polvo. El sargento fue uno de los supervivientes. Era el hombre más grande que había conocido. Medía al menos 7 pies (2,10 metros aprox.), con enormes miembros y presencia, en todo su aspecto un gigante, incluso en sus grandes bigotes, cuyos rizos le llegaban a las orejas. Era sargento mayor de su regimiento, prueba de que a su cuerpo le acompañaba un parecido valor. De escaramuzas anteriores era tristemente conocido de nosotros. En aquellos tiempos los franceses nos llamaban bandidos y cuando nos atrapan, lo que raramente ocurría, no nos daban cuartel; ni, desde luego, nosotros a ellos cuando, con más frecuencia, los cogíamos prisioneros. Pero entonces, quedamos sorprendidos por el aspecto y el valor de este sargento y aunque sabíamos que había matado a dos compañeros nuestro con sus manos, nos dio pena acabar con la vida de tan ejemplar militar. Después de una breve consulta, decidimos, en contra de nuestras reglas, hacer una excepción con él. Matamos a los otros prisioneros; a él le atamos la manos en la espalda y cargando con nuestros propios muertos salimos para nuestro campamento en las montañas. Después de andar un par de leguas alcanzamos un estrecho paso, rodeado de rocas. Este paso era un lugar estratégico de nuestros guerrilleros y fatídico para los franceses, que lo conocían como "el camino de la amargura". No sé si al sargento le pudo más el cansancio o que ya venía agotado, pero al legar a este lugar juró que no andaría más. Le dijimos que le habíamos perdonado la vida y que no queríamos hacerle daño, que sólo le trataríamos como prisionero de guerra ya que, en Ronda, lo entregaríamos a los ingleses. Todo lo que le dijimos fue en vano, su cuerpo permanecía tan inmóvil como su voluntad. Colocando su espalda contra una roca y sus pies al otro lado del sendero se hizo fuerte de tal manera que no hubo forma de moverlo. También resultaron en vano todos los esfuerzos que hicimos para arrastrarlo, ya que parecía que formaba parte de la colina misma. Ni siquiera quería oír lo que decíamos. Tapando con las manos sus orejas movía la cabeza de un lado a otro y murmuraba en mal castellano: "¡No prisionero! ¡No prisionero! ¡Morir!". No hubo nada que hacer. Desde el momento que se negó a ser prisionero de los ingleses, sólo nos quedaba concederle la muerte que pedía.

Había un moro con nosotros, que había vivido durante algún tiempo en Málaga, para venir luego a unirse con nosotros en las montañas;  no obstante su sangre, era muy buen cristiano y muy valiente. Lo pusimos delante del francés y colocando la boca de su fusil junto a la oreja del sargento apretó el gatillo. El francés se enderezó rechinando los dientes y echando el cuerpo hacia delante como si quisiera mover las rocas de su sitio. Luego, cayó como un trapo y si no lo hubiéramos sujetado habría rodado montaña abajo. Había un boquete al lado de la carretera que había abierto una roca desprendida. Arrojamos al difunto gigante al agujero, lo cubrimos con piedras, colocamos una cruz de madera en lo alto y lo dejamos allí para que descansara lejos de la tierra de sus padres."

Sobre los rondeños que quedaron en la ciudad, no se ocultaron en mostrar su animadversión a las tropas ocupantes. Considerando una vejación el tener que dar alojamiento a los soldados enemigos en sus casas y en convivencia con la familia: 

"El cuchillo estuvo en todo momento presto a actuar. Más de un francés encontró su tumba al borde el Tajo. Si un francés se pasaba de listo: ¡Al Tajo! Si llegaba a casa a medianoche molestando y pidiendo vino, se le daba de beber hasta el hartazgo; pero avanzaba la noche, un cuchillo encontraba el camino de su corazón y antes del amanecer, estaba al fondo del Tajo. Los franceses así acosado, se volvieron fieras, más cuando no tenían al lado a sus oficiales para calmarlos. Una persona que merece todo mi respeto, me dijo que había visto arrojar a dos españoles vivos desde la Alameda del Tajo. A la mañana siguiente, cuando los montañeros tuvieron noticias del suceso se tomaron cumplida venganza durante la noche. Al otro día, el sol alumbró los cuerpos agonizantes de cuatro franceses, a los que, sobre estacas, habían empalados vivos."

A lo que el americano le aseguran que no son menos de nueve mil franceses murieron en las rutas de la serranía.

Murió el 13 de septiembre de 1848 en Tarrytown, Estados Unidos a los 45 años por enfermedad cardiovascular.

Bibliografía:

- Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX. Antonio Garrido Domínguez.

- Fuentes consultadas en internet.

lunes, 14 de marzo de 2022

MORDECAI MANUEL NOAH - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX

 Vosotros, Caballeros españoles de noble cuna. Vosotros, Señores y Principales. Ah, qué poco pensáis en los humildes arrieros, que se ganan la vida honradamente.

MORDECAI MANUEL NOAH. Dibujo 1819


Fecha del viaje: 1813

Travels in England, France, Spain and the Barbary States in the years 1813, 14 and 15. (Viajes por Inglaterras, Francia, España y los estados de la Berbería, en los años 1813, 1814 y 1815) Nueva york 1819.

Nacido el 14 de julio de 1785 en Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos. El primer americano de los nacidos, viviendo y con el estatus de residencia en Estados Unidos, que viene a España. En cierta forma, es un prototipo de viajero que no tenía incluido en su agenda como razón prioritaria del disfrute sensorial o como fuente de conocimiento que ofrecía la visita al país que arribaba, aunque al final fue tentado tentado por él, por sus peculiaridades y diferencias podría ser el judío Mordecai Manuel Noah. Hijo de una familia de comerciantes de origen sefardí que emigró desde Alemania a Estados Unidos a mediados del siglo XVIII, se estima como el primer escritor judío americano de envergadura. Periodista, ensayista, autor teatral y político. Aunque más conocido como el visionario que intentó en 1825 crear un estado judío, al que llamó Ararat, dentro de Nueva York. Habría que señalar en su carrera política que, siendo jefe de la policía de Nueva York, cuando la ciudad fue asolada por la epidemia de la fiebre amarilla en 1822, abrió las las puertas de la prisión en la que estaban encerrado los que no podían hacer frente a sus pagos y en la que se vio obligado Noah a hacerse cargo de todas y cada una de las deudas contraídas por aquéllos.

En 1813, España no es un país que se apetezca visitar.  Todavía resonaban por doquier los ecos de los recientes enfrentamientos con las tropas de Napoleón estando muy a la vista la destrucción que aquéllos habían esparcido por campos y ciudades. Desoladora situación en la que se encontraba el país, casi diríamos que sólo se prestaba a recibir, al desgaire, a viajeros que lo eran sólo si entendemos el viaje en su sentido más primigenio de traslado de un lugar a otro, y siempre que se prescindiera de las circunstancias totalmente fortuitas que los habían guiado hasta aquí.

En el caso de Noah, tan poco previsible y peregrina es su visita a España, que en marzo de 1813 es nombrado cónsul de Estado Unidos en Túnez, en el que se considera abiertamente enemigo de dos países europeos, uno le viene recientemente que es el caso de Inglaterra que se encuentra en guerra con su país y el otro es España, en este caso la aversión le viene de lejos, se remonta a la época de los Reyes Católicos.

Así de astuto se muestra nuestro destino, aplicando sus leyes, que viniendo de Noah de camino para Francia, tras unas semanas de estancia, dar salto a Túnez, su barco, el Joel Barlow, pero por desgracia para él es apresado por los británicos, curiosamente fue un 4 de julio, día de la Independencia Americana, junto con los demás pasajeros fueron conducidos a Londres como prisioneros de guerra, Cuando fue liberado fue transportado a tierras españolas y no a tierra francesas, pues los ingleses y franceses, también se hallaban en pleno conflicto.

Aunque es rechazado por Noah, por sus venas corre sangre ibera, y para que no quepa duda de su origen, todavía conserva uno de sus nombres: Manuel. Con mirada resentida, y con especial crítica, la vuelca contra los descendientes los que lo motivaron y contra la religión que profesan. Razón por la que no tarda en hacer llegar su desacuerdo con las prácticas y negocios ilícitos que desprestigian al catolicismo y en la esencia misma de su credo.

Apena a recalado en tierras gallegas en el barco americano en el que viajan, suben a bordo del bote varios clérigos en el que llevan oculto bajo sus ropas diferentes géneros de fabricación inglesa que habían comprado a los marineros. Para opinión de Noah, "el carácter de aquellos y el terror que levanta la Inquisición es tal que, aunque sospechen de ellos, impide que se les registre. Así de rezo en rezo, llevan a cabo su provechoso comercio."

El mes de septiembre de 1813, cuando nuestro forzado viajero llega a la soleada bahía de Cádiz desde el barco que le trae desde La Coruña. Sean los que sean los prejuicios que Noah pueda tener sobre España, estos quedan amortiguados al llegar a Cádiz, dejándose sorprender por su primera visión del aspecto que la ciudad bulliciosa y moderna ofrece: 

"El aire era fresco, pero delicioso y la apariencia vivaz de la ciudad con sus pequeñas torres, casas blancas, espaciosos edificios, barquichuelas y navíos de guerra, daban a ésta un toque de opulencia y confort." 

Renovada impresión una vez que esta en tierra firme cuando caminaban por el mercado al aire libre a los que los vendedores pregonan a pleno pulmón sus productos. El desbarajuste entre las gentes y de escena solo acaban de empezar, a lo que Noah le faltan ojos cuando se encuentra con las calesas, ataviadas al igual que los caballos, llenos de cintas multicolores, mientras esperan pasajeros; marineros que sentados ríen y comen sardinas fritas; vendedoras de cigarrillos, mientras esperan clientes lían con parsimonia los "papelitos" y los mendigos que reclaman insistentemente una limosna en nombre de "María Santísima."

En Algeciras se aloja en la posada de San José junto con un grupo de americanos. El establecimiento es malo, en cambio la comida es buena. Mientras comen en la habitación, entra en ella, sin más ceremonia, un español de aspecto desaliñado y con un grueso bastón en la mano, inquiriendo entre los allí reunidos si se encuentra algún judío, pues tiene órdenes de vigilar a los de su raza mientras permanecen en la ciudad. Entre ellos se encuentra un capitán americano cuya reacción es de coger al intruso por el cuello, y sin apenas miramientos, a base de empujones echarlo de la habitación. EN Algeciras, con fama de ser refugios de bandidos, pícaros, renegados y de todo tipo de malhechores. El cuchillo impera en la ciudad, y por ello, los asesinatos son continuos, cometiéndose con total impunidad a la luz del día.

Sobre algunos caminos de Andalucía, Noah dice: "El descenso es más embarazoso, con grandes edificios rodeándoles. Se extraña de que durante durante cuatro mil años hayan cabalgado por estas tierras fenicios, romanos, cartagineses, moros y castellanos, sin que ninguno de ellos se decidieran a mejorar las carreteras." Entre las deficiencias del terreno, por la pendiente del camino y lo resbaladizo de las rocas con las deficientes herraduras del caballo hacen tirar al suelo a Noah, dañándose la espalda, lo que lleva a realizar el resto del camino andando.

Contemplando a los muleros, no deja de pensar en el oficio de estos hombres esforzados siendo de una dureza extrema y que a pesar de todo le permite pagar el pan a duras penas. Los considera como las personas más noble de la población, más honrado y sufrido. Y que los componentes de la cacareada nobleza, en el fondo son inferiores a ellos. Lo que le viene a la mente la canción de los campesinos en la obra de Morton, Los montañeros. Sin más se deja llevar por su melodía y comienza a cantarla en voz alta.

Yehigh-born Spanish noblemen

Ye Dons an Cavaliers,

Ah, little do you think upon

The lowly Muleteers

To earn an honestlihood...

("Vosotros, caballeros de noble cuna/ Vosotros, Señores y Principales/  Ah, que poco pensáis en/ los humildes arrieros/ que ganan honradamente la vida.")

Al oír los arrieros la canción, se acercan a la puerta diciéndose entre ellos: "Escuchad, el señor inglés canta." Noah se encuentra a gusto y quiere que los demás también se sientan igual.

Reanudan la marcha al mediodía, pero el calor es tan sofocante se ven en la necesidad de realizar otra parada en otra venta junto al Mediterráneo. Así hace referencia de lo que allí sucede:

"Bajaron el equipaje de los caballos, y el guía, tras refrescarse, se echó para dormir la siesta. Yo, igualmente, me retiré a descansar un poco, cuando pasado no  mucho tiempo, me despertó una pelea que tenía lugar abajo. Me asomé y vi a mi guía luchando con un hombre robusto que,  con pistolas en la faja, trataba de quitarle su escopeta. Era un oficial de aduanas, que había ideado un estratagema para hacer confesar a mi hombre que el arma que llevaba era suya y no mía, para poder confiscarla así en nombre del rey, aduciendo que el cañón media cuatro pulgadas más de lo permitido por la ley. Discutí con él sobre la injusticia de la acción, pero se mostraba sordo a todos mi argumentos. Finalmente, le aseguré que si de camino a Málaga me asaltaban los bandidos, sólo él sería el culpable. Después de mucho discutir nos devolvió la escopeta que ya tenía en su poder y continuamos el viaje."

Embarcado y navegando por la costa llegan a ver Vélez-Málaga. El último testimonio de la provincia malagueña dónde viven una escena tan cordial, tan andaluza, tan humana:

"Un muchacho que pertenecía a la tripulación preparó la comida. Los marineros cortaron ajos, pimientos, pan y destriparon sardinas, mezclándolo todo en un recipiente de barro con agua fría y vinagre. Observé al chico mientras removía este extraño amasijo con una cuchara de madera. "Gazpacho señor" dijo el patrón seseando y añadió: "fresco, fresco". Cortésmente me invitó a participar en la comida. La tripulación se sentó en cubierta, colocando el recipiente en el centro. Entre cucharada y cucharada, todos tuvieron algo divertido o agudo que referir, y las carcajadas y la hilaridad prevalecieron sobre la escasa comida que, al final, se acompañó con vino tinto de la tierra que tomamos en jarras de lata."

En Almería, después de un polémico encuentro con un indigno clérigo, Noah nos relata este divertido episodio:

"Por la noche, después de una tarde fresca sucediera un opresivo calor, decidí darme un baño en el mar. La luna estaba visible y la playa llena de gente. Sin pensarlo un minuto me despojé de la ropa y me sumergí en el agua. Mientras vadeaba el fondo lleno de piedras, un centinela español empezó a darme voces: "¡Hombre, por Dios santo!" Varias personas corrieron hacia mí y, cortésmente, varios soldados de de uniforme y con herrumbrosos fusiles me sacaron del agua y me dijeron que todos los que se estaban bañando allí eran mujeres, a los que los soldados protegían y entre los que yo sin darme cuenta, me había metido. La verdad es que las mujeres y yo mismo habíamos estado chapoteando como náyades o dioses marinos sin apercibirnos unos del sexo de los otros. A las mujeres le contaron lo que había pasado y por los gritos y carcajadas que lanzaban parecía que disfrutaban de lo lindo con mi equivocación. Sobre todo, cuando vieron cómo me sacaban del agua y me llevaban donde estaba mi ropa."


Falleció el 22 de mayo de 1851 a los 65 años de edad en Nueva York, Estados Unidos.

Bibliografía: 

- "Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX", autor: Antonio Garrido Domínguez.

- Diversas fuentes.

miércoles, 9 de marzo de 2022

WASHINGTON IRVING - VIAJEROS AMERICANOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX - DURANTE EL REINADO DE FERNANDO VII 1814-1833

 Hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime.


Washington Irving con veintidós años. Dibujon de Vanderlyn, 1805




Fecha del viaje: 1828-1829
                             The Alhambra, Londres, 1832. Traducida al castellano "Los Cuentos de la Alhambra."
                              Journal 1828, Nueva York, 1837 (Diario del año 1828)
                              The  Life and Letters of Washington Irving, Nueva York, 1864 
                             (Vida y cartas de Washington Irving)                         

Nacido en Manhattan, Nueva York el 3 de abril de 1783, hijo de un comerciante británico afincado en América, viajo pronto a Inglaterra con el propósito de poner a flote el negocio familiar, con nefasto resultado. Estimulado por Walter Scott, escribió The Sketch Book que le otorgo fama en ambos continentes. Fue amante de la cultura y tradición española a la que se enamoro en sus largas estancias en nuestro país. Agregado en la embajada de Estados Unidos, residiendo en Madrid de 1826 a 1829 y posteriormente fue nombrado embajador en 1842. De sus obras, la más conocida fue La Alhambra, lo que levanto un clamor entusiasta en su tiempo, al mismo tiempo dando un toque de atención que sería decisivo para su conservación, sobre el lamentable estado en el que se encontraba el palacio.

Nos dejó varios comentarios alabando el paisaje de nuestro país: "hay algo, en la austera presencia del paisaje español que hiere el alma con un sentimiento cercano a lo sublime".
"las extensas sierras desprovistas de arbustos o maleza, que alzaban sus cumbres quemadas por el sol bajo el cielo infinito."

Observando las ciudades y pueblos amurallados, levantados como nidos de águilas entre la fragosidad del terreno, rodeados por bastiones moros o los restos de una torre vigía, izado en las cumbres más altas, su mente, por unos instantes, se situaba en los tiempos en que cristianos y musulmanes se disputaban estas tierras. Un vestigio de aquella época sigue vivo en la tradición andaluza, en forma de cuentos y leyendas que contaban los más viejos del pueblo, en repetidas ocasiones y a su modo, también los arrieros junto al fuego de las posadas o sobre sus monturas en las extensas caminatas a través de los interminables senderos, de esta forma hacer más llevadero el accidentado camino. Historias de amores imposibles entre moras de una belleza extrema y gallardos cristianos; batallas interminables que por la generosidad y valentía depositada por ambos continentes se convierten en duelos fantásticos; pues por el ardor y convicción con las que la relatan dichos relatos, se podían tocar con las manos.
Las correrías de Hamet el Zegrí, desde Ronda hasta las planicies sevillanas, el arrojo de sus fieles gomeres, la caída de Zahara, el asedio de Ronda, que se suponía inexpugnable, viviendo con los cristianos el alborozo de la victoria y con los musulmanes los gritos de desesperación y la amargura de la despedida se habían quedado grabadas de forma indeleble en su mente llenas de fantasías.

Las anotaciones que hace Irving en su diario, sugerentes y concisas, desde un primer momento van dejando constancia vivaz y centelleante de cuanto atrae su atención:

"Cruzamos el puente de Alcolea, construido de mármol, con muchos arcos. Divisamos Córdoba a la lejanía. Mientras nos aproximamos, nada que destacar. Setos de áloes y chumberas. Árboles con hojas recientes. Llegamos a las nueve y media. Nos alojamos en el hotel de la Diligencia, bastante malo.  Catedral, patio con naranjos. Subimos a la torre. Fértil planicie  por la que escapó Pelistes." 

Peliste fue un noble godo, superviviente de la batalla de Guadalete, y defensor de Córdoba en la invasión árabe, que es citado en una de las leyendas de Irving, Subjugation of Spain.

A su llegada a la localidad de Berja, en Almería, recuerda Irving un proverbio árabe, "que cuando se llega a la población, como ahora ellos, el viajero haría mal en no detenerse para gozar de sus casas y jardines, que son todos pequeños paraísos"; en cambio, sobre ls caminos piensa que son un maldito infierno.
En un puente que salva un profundo abismo, con rocas muy afiladas, Saldira el guerrillero, recuerda Irving, que lucho contra el invasor galo, cayó con su cabello por este barranco y, milagrosamente, salvó la vida.

Descripción que hace Irving en su diario al día siguiente de su llegada a Ronda, 4 de abril, un Viernes Santo:
"No deja de llover. Salimos a las siete de la mañana. Subimos montañas hasta llegar a El Burgo, rodeados de verdes campos y restos de antiguas murallas. Las nubes se aprietan contra las  sierras. La cuesta de El Burgo es escarpada y resbaladiza por el lodo. Tras el ascenso cabalgamos por una buena aunque estrecha carretera. Luego llegamos a los Dientes  de la Vieja, una cresta de piedra caliza difícil de bajar. Pasadas las montañas de Yunquera, descendemos un poco hasta alcanzar las llanuras tras las que se esconde Ronda. Robles, viñedos, olivos. A las dos y media alcanzamos Ronda. Este día hemos cabalgado cuatro leguas. Esplendido panorama desde la Alameda. Paseamos por las calles. Hermosas mujeres. Atractivos hombres vestidos de majos o perdonavidas.
El Puente de Ronda une dos precipicios. Un profundo barranco separa las dos partes de la ciudad. Chumberas, áloes. Matorrales verdes oscuro. Golondrinas volando bajo. Rumor del agua. La vieja casa del Rey Moro. Casas y pequeños jardines que se asoman al abismo. Rocas como torres y bastiones. Nieblas que se apresura.. La lluvia que bajan de las montañas. Acuoso brillo de un rayo del sol. Un hombre envuelto en una capa con un cuchillo: un perdonavidas. Las cumbres de Grazalema y Cortes; las ultimas muy agrestes, las primeras las que se divisan antes viniendo de Ámerica.
Cinco de abril. Sábado. Hubo tormenta por la noche. Viento y lluvia. Miro a través de la ventana. Es hermoso efecto de la luz de la luna quebrando la niebla. Del puente cuelgan blancas viviendas, también a lo largo de la orilla del río. Plazas con columnatas. Salgo a dar un paseo a las seis de la mañana. Bajo hasta el puente por una estrecha carretera en zigzag cavada en las rocas. A medio camino pequeña puerta mora. Catarata bajo el puente. Áloes, húmedos arbustos colgando de las rocas. La ciudad antigua construidas sobre las cimas de las alturas. Rocas como bastiones. En la calle observo frecuentes cruces. Aquí mataron al desgraciado... Rogad a Dios por su alma. Hermosa plaza de toros, muy grande con dos pisos. Las orillas del río están llenas de chumberas y aloes. Mercado grande. Hombres venden naranjas de gran tamaño y belleza. Montones de estupendo panes. Rebaños de negras ovejas y corderos. Majos. Capas marrones con terciopelo verde o granate. Pantalones morados o marrones o verdes bordados de negro. Botones dorados, fajas rojas, amarillas o blancas. Chaquetas con terciopelo granate en las mangas, colgantes y botones dorados. Chalecos abiertos, con volantes fruncidos. Camisas, algunos pañuelos bajo el sombrero."

Se cambian de alojamiento, trasladándose a una casa de huéspedes inglesa, la de Mrs. Stalker, en la que permanece en los meses de mayo y junio. Tiempo que aprovecha para escribir cartas, animando o desanimando a los futuros compromisos a que vengan a Sevilla, pero siempre contando las excelencias de la ciudad y de los andaluces, tal como vemos por la epístola que escribe al príncipe Demetri Ivanovich Dolgouroki; secretario de la embajada en Madrid:
"Me hablas en tus cartas de la posibilidad de hacer una visita a Sevilla. Me temo que  tendrás que dejarlo para después de que me vaya.. El tiempo pronto se tornara muy caluroso para permitirte llegar hasta el sur; e incluso yo me planteo seguir aquí hasta otoño. Nada en cualquier caso, me daría más placer que vagabundear por la ciudad en tu compañía. Es un lugar lleno de interés tanto a lo que se refiere a sus obras de arte como por las características mismas del sitio y de sus habitantes. Andalucía esta más alejada de Europa en sus costumbres que cualquier otra región de España. Los andaluces pertenecen más a África en muchos de sus rasgos y tradiciones y cuando me mezclo con ellos en cualquiera de sus viejas ciudades, me doy cuenta de que la expulsión de los moros sólo ha sido en su nombre.
No cabe duda de que Stoffregen te ha contado detalles de la gran feria de ganados a la que fuimos, a unas cuantas leguas de Sevilla. Cuando me encontré en el centro de la feria, con tiendas de campaña al rededor de mí, con rebaños de ganado y numerosos jinetes vestidos con traje andaluz, montando en todas direcciones, me costó trabajo creer que estaba en Europa y no en un campamento nómada de cualquier grupo de bandidos árabes.
Las iglesias de aquí nos ofrecen verdaderos banquetes de arte. Son extraordinariamente ricas en pinturas y lo que más entusiasma a uno es la idea de que estas pinturas son desconocidas para el mundo. No son  como las grandes obras italianas que han sido admiradas, aplaudidas, estudiadas y sobre todo que han escrito muchos expertos de los que han realizado el Grand Tour. Una pintura famosa italiana es como la "belle" de una gran ciudad, que se le admira tanto y dela que tanto se habla que la imaginación llega a cansarse de ella; pero una obra maestra de un oscuro convento, en la que rara veces pone el pie un extranjero, es como la belleza de un pueblo perdido, fresca y dulce, a la que poca veces se le mira. Por mi parte, siento menos interés por las grande bellezas o por las grandes pinturas que a todo el mundo encandilan, que por esas pequeñas, escondidas, bellezas que uno parece descubrir. En realidad, he llevado esto tan lejos, que tengo como míos dos o tres pequeños murillos que he descubierto en oscuras y casi remotas capillas y conventos. No puedo decirte de las intrigas de que me valgo para visitarlas solo y en secreto, ni sabría de ellos engrandecidos con la idea de que estuvieran tan ocultos y retirados. Desde el momento en que se retira una pintura de la capilla o convento que la albergaba, para llevarla a un museo, pierde para mi todo el encanto. Por eso, todas esas renombradas "Vírgenes" que los viajeros se vuelven locos por visitar, no son "damas" que atraigan mi dinero."

Falleció en Tarrytown, Westchester, Estado de Nueva York el 28 de  noviembre de 1859 a los 76 años. Sepultura en el cementerio de Sleepy Hollow.

Bibliografía: -
-Viajeros Americanos en la Andalucía del XIX - Autor: Antonio Garrido Domínguez.
-Viajeros del XIX Cabalgan por la Serranía de Ronda - Autor: Antonio Garrido Domínguez.