viernes, 1 de mayo de 2020

LOS TESOROS DE TARTESSOS



No desearía ni el cuerno de Amaltea ni reinar ciento cincuenta años en Tartessos”
Estrabón (Geografía III, 2, 14)

TESORO DE EL CARAMBOLO. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA.



Historia de los hallazgos
La producción del oro está documentado en la Península Ibérica desde el Calcolítico, pero desde principios del I Milenio antes de nuestra era, presentamos un incremento en el desarrollo muy rápido, como consecuencia de la llegada de innovaciones técnicas introducidas por nuevos colonizadores. De esta forma, los orfebre consiguieron superar a las ya realizadas en la Edad de Bronce Final y lo que llevaron a un mejor dominio, ya que antes predominaban las piezas pesadas, que en algunas ocasiones tenían un peso de varios kilos y con escasa decoración, y el cambio favoreció a tener objetos constituido por finas laminas trabajadas con unas habilidades muy refinadas y sofisticadas para formar los llamativos conjuntos orientalizantes, cuyo descubrimiento entusiasmó a todos aquellos estudiosos de nuestro pasado. En los tesoros que brevemente describiré más adelante, se vera las técnicas utilizadas y visibles de los tesoros, el granulado, el laminado o la friligana, en unas joyas que cuentan con una bella decoración en las que prevalecen las formaciones vegetales y animales reales o fantásticos, con una clara influencia oriental.
También, desde la orientalización, los objetos que van saliendo de los talleres artesanos se diversifica, como las arracadas, unos grandes pendientes en la que la parte superior arranca una cadenilla para aligerar peso; diademas decoradas con cabujones en donde se incrustaban gemas; anillos, en el que algunas ocasiones iban complementado con sellos donde podían aparecer escarabajos egipcios y otros muchos productos colgantes o collares tan abundantes considerados tartésicos, la mayoría asociados a atuendos ceremoniales femeninos como el hallado en Aliseda y en contextos funerarios, aunque en las circunstancias que se produjeron sus descubrimientos haga más difícil su interpretación y por consiguiente conocer su funcionalidad. También fueron otros objetos que se realizaron en oro como los cinturones, algunos elementos de vajilla, como los candelabros, pero estos con una característica y técnica en común, su origen es indudablemente hispánico, lo que lleva a ser la evidencia más occidental de la joyería orientalizante extendida por el Mediterráneo a partir del siglo VIII a. C.
En el caso de la plata, su utilización es bastante menor, pero en los últimos años se han hallado algunos objetos que reproducen los elaborados en oro, por ejemplo: estuches, colgantes y arracadas, a lo que se puede añadir algunos vasos o el brasero de Aliseda.
Estos tesoros presenta una naturaleza variada, algunos aparecen en un claro contexto funerario, como los de Aliseda (Cáceres), Sines (Portugal) o el de Villajoyosa (Alicante). Respecto al tesoro de El Carambolo (Sevilla), hay un debate a la hora de interpretarlo, aunque recientemente se ha considerado un atuendo para los animales destinados al sacrificio.
Algo parecido ocurre con los objetos de bronce, cuya tipología se diversifica de un dominio de armas y herramientas sobre el Bronce Final a un creciente número de objetos de prestigio a partir del siglo VIII a. C. Lo que lleva a partir de esa fecha, la presencia de las armas prácticamente desaparece del registro arqueológico, lo que se interpreta este fenómeno al alejamiento de las aristocracias locales del mundo militar y guerrero.
También a los ajuares aristocráticos, junto al oro y el bronce aparece el marfil, representado ampliamente en los yacimientos tartésicos con unas piezas de calidad extrema como la arquera de La Joya. En marfil se han hallado, en abundancia con una serie de utensilios como peines o lendielas con bella decoración escritas, lo que ofrece una amplia información sobre las creencias mitológicas de los pueblos tartésicos a partir del siglo VII a. C., pues en ellos se pueden observar animales reales e imaginarios como esfinges o grifos, este último es un híbrido con cuerpo de león y cabeza y alas de un ave rapaz, otra clara evidencia de influencia de las religiones orientales, al igual que las escenas míticas de origen fenicio, pero de complicada interpretación.

El Tesoro de Aliseda

Era el 29 de febrero de 1920, cuando dos hermanos (Victoriano y Juan Rodríguez Santana) estaban buscando arcilla para utilizarlas en unos hornos de tejas y ladrillos de los que eran dueños, encontraron de forma casual a un metro de profundidad unos objetos extraños en las proximidades de la localidad de Aliseda en la provincia de Cáceres (Extremadura). Eran dos personas de limitada educación y de su falta de bagaje cultural, razón por la que ninguno de ellos dos se percató de la importancia de los objetos que acababan de encontrar y ahora poseían, y por supuesto desconocían en su ilusa imaginación, cuál podía ser el origen de estas joyas que habían desterrado tan inesperadamente.
Varios días después, los hermanos Rodríguez se subieron a un tren con dirección a Cáceres con la intención de vender las joyas en una joyería. Una tras otra no encontraron joyería alguna que quisieran comprarle las joyas, pues el aspecto de los hermanos los joyeros no querían comprar unas joyas que parecían robadas, a lo que algunos de ellos quisieron denunciarlo a las autoridades, pues para estos joyeros tenían pinta de sospechosos.
Cuando llegaron a manos de los expertos, de forma inmediata reconocieron que era de época prerromana y del enorme valor que tenían los objetos, y por ello por una Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se asignó este conjunto de piezas al Museo Arqueológico Nacional, es cuando entra en escena el arqueólogo José Ramón Mélida Alinari para saber y comprender la historia del tesoro. Lo mandaron a Cáceres para recoger el tesoro que él lo identificó como fenicio y con un valor artístico fuera de lo común, pero al llegar al lugar de los hechos pudo comprobar, para terror suyo, las lamentables circunstancias en la que se había extraído. Tras un arduo trabajo de investigación fue incapaz de aclarar si los hermanos habían encontrado las piezas en el interior de una vasija de barro o si la hallaron dispersa en una superficie más amplia de aproximadamente de unos dos metros cuadrados.
El arqueólogo puso rumbo a Madrid desde Cáceres, porque en esta ocasión el estado actuó con premura y unos meses más tarde, en septiembre de ese mismo año, el tesoro ocupaba un lugar privilegiado en las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional de España.
Debido a la innegable relevancia, lo hallado en esta pequeña localidad, se convirtió en uno de los hallazgo más importante de la historia arqueológica española. El tesoro de Aliseda parece formar parte de un ajuar funerario, aunque todavía no lo pueden confirmar con suficiente claridad, vinculado a un enterramiento de un hombre y una mujer de la alta aristocracia tartésica, como lo demuestra la presencia de un cinturón masculino y una diadema femenina. Dadas a las circunstancias en la que se produjo el hallazgo impiden precisar si dicho conjunto se se trata de un simple tesoro o de un ajuar, pero de lo que están seguro es de que esta datado en el siglo VII a. C.
En un principio llegaron a plantear la posibilidad de que dichas piezas llegaran directamente desde Oriente, pero actualmente los especialistas consideran que el tesoro fue elaborado, con mucha probabilidad, en talleres peninsulares pero utilizando técnicas claramente fenicias.
Es un conjunto que esta formado por unas piezas bellamente elaboradas, un vaso de plata, un brasero, una jarra de vidrio y espejos de bronce, pero es el oro el que más predomina del que se conservan 285 objetos o fragmentos, la mayoría de ellos con piedras semipreciosas engastadas, cuya realización fue mediante técnicas fenicias, como el granulado, filigrana y soldadura.
Entre todas las piezas la que más llama la atención es un espectacular collar formado por varios colgantes y cuatro bolas. Hay unos que destacan los estuches porta-amuletos rematados de forma magistral por una cabeza de halcón, otros tienen forma de serpiente y otros imitan a una luna creciente. En la parte posterior, estos colgantes presentan un rodillo, lugar por donde pasaría el hilo.
La diadema no deja de ser llamativa. Esta pieza esta formada por una serie de plaquetas cuadradas formando una faja doble hilera de rosetas y festones, y con esferas pendientes de pequeñas cadenas. Se supone que las rosetas tenían incrustadas unas piedras decoradas, en la actualidad se conserva una pequeña turquesa. Tan belleza obra se remata con una decoración de motivos vegetales en cada uno de los extremos triangulares, por los cuatros cabujones, con unas piedras que se han perdido y por el borde del compartimentado.
Sobre el brazalete, esta formado por una imponente lamina de oro con dos series de espirales entrelazadas saliendo desde el centro hasta sus extremos, y cuyos remates tienen formas de palmiteras decoradas con flores de loto. También entre los objetos del tesoro hay un cinturón llamativo, con cerca de 70 centímetros y formado por una serie de pequeñas placas de oro que representan a una especie de héroe luchando con un león y grifos alados. A pesar de no poder saber los motivos que llevaron a encargar la fabricación de este objeto, por la elaborada técnica con la que se hizo cabe indicar que fue por orden de un caudillo local para, a partir de la icono grafía oriental que representa, utilizando como un símbolo de poder y reafirmar su autoridad.
La jarra de vidrio verde de origen egipcio llama la atención por la existencia de una decoración con escritura jeroglífica. Con un diámetro de 15 centímetros y presentando un cuerpo piriforme con un as y boca trilobulada.

TESORO DE ALISEDA. MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL


El Tesoro de El Carambolo

A tres kilómetros de la capital hispalense, Sevilla, hacia el Oeste, se encuentra una serie de modestos cerros que se elevan a 100 metros del Guadalquivir, que son conocidos con el nombre de Carambolos. En uno de los cerros, próximo a la localidad de Camas se sitúa la Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla. Esta ubicada en ese lugar desde que compraron un terreno en 1940 para iniciar una serie de obras con la intención de establecerse definitivamente en tan placido enclave. En esas fechas hay algunos miembros de la agrupación son conocedores de una longeva leyenda sobre la presencia de un tesoro oculto, pero nadie presta interés a dicho relato que para ellos se alejan mucho de la realidad.
Durante varios meses de trabajos a contra reloj, por el motivo de que estaban próxima las fechas del evento internacional que se iban a celebrar en dichas instalaciones, el arquitecto que dirigía las obras se dio cuenta de que una ventana del edificio va a quedar a la misma altura que una de las terrazas de la construcción, por lo que ordeno excavar 15 centímetros más antes de que colocaran el pavimento y así se solucionaba el problema.
Fue el 30 de septiembre de 1958, un albañil natural de Medina Sidonia, Alonso Hinojo del Pino, fue a cumplimentar las ordenes trasmitidas por el arquitecto, al poco de empezar, su pico impacta sobre un objeto en el que produce un sonido extraño haciéndole detenerse para comprobar que algo fuera de lo normal allí se encontraba enterrado en ese mismo lugar. Sin saber este humilde albañil que iba ser protagonista de uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la arqueología española.
Dicho descubrimiento, llamó la atención de varios compañeros que en ese momento estaban alrededor de él. Empezó a retirar la tierra que cubría el llamativo objeto, pudo observar una especie de brazalete de color dorado que, sin tener conocimiento, resultó ser de oro de 24 quilates. Tras una primera evaluación comprobaron que faltaba uno de los adornos, por lo que prosiguieron excavando en busca del resto del brazalete, sin llegar a imaginar en el mejor de los casos lo que iba a pasar a continuación. Varios minutos después el grupo de obreros se topó con un recipiente cerámico cuyo contenido eran otras muchas piezas, pero para mayor desgracia para los futuros arqueólogos la falta de destreza de los obreros hizo que el recipiente se rompiese en pedazos sin posibilidad de reconstruirlo. La falta de conocimiento fue aún peor que la capacidad para identificar la importancia que tenía el accidentado descubrimiento mientra hacían su trabajo, pues todo ellos creyeron que todas esas piezas solo eran simples imitaciones de joyas antiguas, hechas con latón o cobre, razón por la que decidieron repartirla entres los presentes, con tal desconocimiento que unos de los obreros, con una falta de valor de dichos objetos, empezó a doblar repetidamente uno de las piezas con forma de piel de toro hasta conseguir romperla por la mitad, causando un daño irreversible a uno de los objetos más llamativos del tesoro allí descubierto, El Carambolo.
Tal revuelo fue provocado entre los trabajadores que poco a poco fueron llamando la atención de algunos de los miembros de la directiva de la Real Sociedad del Tiro de Pichón, terminaron de enterarse de los hechos, con la fortuna de que tuvieron el buen criterio, pidiendo la intervención de las autoridades para que determinaran con detenimiento el tesoro. Al mando de las investigaciones pusieron a uno de los máximos expertos en el mundo tartésicos, el arqueólogo Juan Mata de Carriazo y Arroquia, que tras un riguroso estudio presentó un informe alertando sobre el enorme valor del conjunto hallado añadiendo la negligencia por parte de uno de los trabajadores, que atemorizados por las responsabilidades por el trato vejatorio hacia el tesoro arqueológico comenzaron a devolver de forma inmediata y sin rechistar las piezas subtraidas.
El profesor Carriazo describió el tesoro, según sus palabras, estaba compuesto por 21 piezas de oro de 24 quilates, con un peso total de 2.950 gramos, en el que se destacaba una serie de joyas bellamente decoradas y realizadas por un delicado estilo. La conservación del tesoro era bueno a excepción de aquellas muestras que sufrieron durante el descubrimiento. Sobre la cronología del hallazgo, el profesor Carriazo decidió en no arriesgar demasiado por lo que estableció un amplio margen temporal entre los siglos VIII y III a. C., para después decir que estas riquezas eran digna del rey Argantonio. En la actualidad, la fecha en que los investigadores datan de la fabricación del conjunto es del siglo VII a. C., aunque el collar lo datan de una fecha posterior, entre los siglos VI y V a. C.

TESORO DE EL CARAMBOLO (REPLICA). MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA.


Sobre la naturaleza del tesoro, al día de hoy hay una polémica sobre el origen de las piezas, una idea secundaria por los trtesiólogos y ciertos sectores del nacionalismo andaluz, creyeron ver en el propio tesoro una huella lejana de la existencia de una civilización antigua y ampliamente desarrollada mientras otro opinan que se trata de un ajuar propio de animales sacrificados en templos fenicios y en honor a los dioses Baal y Astarté (hipótesis esta última corroborada por recientes estudios arqueológicos).
Por lo general, las piezas que conforma el tesoro están abundantemente decoradas, constituyendo una muestra de un arte majestuoso con una evidente unidad estilista. Destacando el collar de oro, de un peso de 260 gramos, con dos cadenas de 30 centímetros, rematadas con una anilla y un travesaño. La pieza cuenta con un pasador fusiforme, otras 16 cadenillas de reducidas dimensiones y 7 colgantes con apariencia de sello signatario, cuya decoración es a base de filetes soldados, representando triángulos o dobles arcos y discos con un botón central. El pasador lleva incorporado un cilindro en el que se insertan los dos ramales de la cadena por uno de sus lados, mientras que por el otro se encajan 16 cadenillas.
Los pectorales es de forma rectangular, con los lados cóncavos, terminando sus extremos en tubos para poder introducir cordones o cadenas para sujetar la pieza al pecho. Su peso de 245 y 200 gramos, es su decoración distinta, pues la mayor es muy similar a la de los brazaletes, con rosetas encapsuladas, semiesfera y filetes con pinchos, mientras que la menor tiene más parcido a la de los colgantes del collar.
Los brazaletes tienen 10 centímetros de altura y 12 de diámetro, siendo su peso de 550 y 525 gramos respectivamente. Formados por dos planchas, unidas por sus extremos con unos remaches. La parte exterior está decorada con cinco filas de semiesfera soldadas, alternadas por cuatros filas de rosetas. También se encontró 8 placas formadas por dos láminas separadas y unidas por remaches, con una extensión de 9 por 5 centímetros y un peso total de 380 granos para las 8 placas. Algo mayores son otras 4 placas de 11 por 6 centímetros y un peso de 450 gramos, en este caso la decoración es parecida a la de los brazaletes, destacando la unidad del conjunto, a las que debemos añadir otras cuatro placas de 11 por 4,5 centímetros y un peso de 320 gramos.
El tesoro de El Carambolo es un majestuoso trabajo de orfebrería fenicia, para la que se emplearon diversas técnicas como el fundido a la cera perdida, troquelado laminado y soldeado. La presencia de concavidades en algunas de las piezas nos sugiere la utilización de piedras preciosas o de origen vítreo ahora desaparecidas.
El tesoro original esta custodiado en la caja fuerte de un banco, siendo una reproducción el que esta expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla.

El Tesoro de Ébola
Casi un mes después del hallazgo del tesoro de El Carambolo, un joven campesino llamado Francisco Bejarano encontró de forma casual una pequeña vasija repleta de joyas de oro. Fue en la lejana fecha del 23 de noviembre de 1958 y ese día los trabajadores del cortijo de Ébora en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, se empleaban a fondo para arar unas tierras que habían adquirido y que hasta ese momento habían estado sin uso, siendo el notable aumento del precio del trigo lo que había llevado a esta situación.

CORTIJO DE ÉBORA,


Un dato curioso de este cortijo, es que siglos atrás perteneció a los Duques de Medina Sidonia, pero en 1641 tras perder el señorío de Sanlúcar de Barrameda, después de la sublevación de Andalucía, se vieron obligados a vender su propiedad, por ser condenados por dicha sublevación a pagar 200.000 ducados, situado en el contexto de la profunda crisis acontecido durante el reino de Felipe IV por la consecuencia de los reveses sufridos por la monarquía hispana durante la Guerra de los Treintas Años, situación que aprovecharon los portugueses para conseguir su independencia y por las partes pudientes catalanas, acaudilladas por Pau Claris, canónigo de la Seo de Urgel y presidente de la Diputación General de Cataluña, para saldarse el mejor postor y poner a los catalanes bajo la soberanía del rey Luis XIII, para de esta forma poder conservar sus privilegios y aumentar su riqueza, pero ahora dentro de la Francia borbónica.
En Andalucía, quisieron seguir el ejemplo portugues y catalan por el IX duque de Medina Sidonia y el VI marqués de Ayamonte, quienes pretendieron sublevar a Andalucía contra el rey para instaurar una monarquía encabezada por el propio duque, pero cuyos planes se vieron clausurados al más fiasco hundimiento al ser descubierto por los agentes del rey.
El tiempo pasaba y el cortijo de Ébora cayo al olvido, pero por el fortuito descubrimiento del tesoro volvió a poner este modesto enclave gaditano en el mapa a todos aquellos interesados en el estudio de nuestro pasado. Pero por desgracia para el tesoro y su historia tuvo el mismo trato degradante que los tesoros de Aliseda y El Carambolo, los trabajadores no tuvieron sensibilidad con el enorme valor arqueológico del conjunto encontrado, por lo que el trastorista y el vaquero mayor de la finca no dudaron lo más mínimo para vender las piezas a un joyero, que al joyero le faltaba tiempo para fundir las piezas y así borrar el rastro de su procedencia, pero por fortuna fue evitado por la Guardia Civil tras recibir un chivatazo de algún desconocido del cortijo.
Un año después, entre el 23 de julio y el 23 de agosto de 1959, los arqueólogos comenzaron la excavación del lugar, con la intención de interpretar el valor histórico del propio tesoro, y con la intención de investigar la naturaleza del asentamiento cuya ocupación lograron detectar desde los momentos finales del Neolítico. Fijando la creación el poblado durante la Edad del Hierro. Siendo los restos materiales encontrados similares a los de los enclaves turdetanos de su entorno. El análisis del registro arqueológico, en especial los ajuares domésticos y los restos de cerámica, permitió a dichos investigadores poder relacionar este yacimiento turdetano con los poblados tartésicos del interior andaluz. Sobre el estudio de los elementos habitacionales, se pudo detectar la destrucción de los edificios, con la probabilidad para el aprovechamiento de los restos arquitectónicos para la construcción de nuevos espacios, evidenciando una importante secuenciación de culturas.
Referente al tesoro, el descubrimiento se puede dividir en tres etapas. La primera fue el hallazgo del tesoro por Francisco Bejarano el 23 de noviembre de 1958, cuando salieron a la luz un total de 43 piezas de oro. La segunda etapa estaba dirigida por la constancia de las autoridades en recuperar parte de las piezas que habían tratado de ser vendidas ilegalmente, y por último estuvo relacionada con la propia excavación del lugar, en la que el buen labor de los arqueólogos encontraron 30 nuevas piezas de oro junto a otras 38 de cornolina. Las cuales fueron entregadas en su totalidad al Museo Arqueológico de Sevilla en el año 1961, lugar donde están depositada para poder ser contempladas a todas aquellas personas que quieran presenciar tan espectacular tesoro, de cuyos objetos más significativo destaca la conocida como la gran diadema o los fabulosos colgantes, similares a los que se pueden observar en la Dama de Elche.

TESORO DE ÉBORA. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA.


La gran diadema, se puede considerar como una gran obra de orfebrería, y eso que se encuentra incompleta. Destacando su magnifica decoración de rostros humanos en la que tienen una similitud a las halladas en Aliseda e incluso en la hallada en la localidad de Jávea, con un sistema de articulación para adaptar la pieza a la frente. Con relación a la diadema se encontró dos colgantes con cadenas y barriletes, probablemente unidos a la diadema conformando una auténtica obra de arte. Si la diadema recuerda a lo encontrado en Aliseda, los colgantes se aproximan a los vistos en El Carambolo, configurando unas formas estéticas que se desarrollaran en la cultura ibérica. A pesar de no llegar a tener el valor de las anteriores, también se encontraron otras piezas, como varias cuentas de collar, tanto de cornalida como de oro, incluso una serie de anillos, arracados y zarcillos de bella factura.

El Tesoro de Villena
Era la década de los sesenta del siglo XX cuando se produce la definitiva apertura de la economía española hacia el exterior. El auge del turismo y el comienzo de nuestro verdadero despegue industrial provocaron el crecimiento de la clase media y un esparcimiento demográfico que vino acompañado de un proceso de crecimiento de la vida urbana en las regiones con mayor vitalidad económica de España. Este aumento de la actividad urbanística se detectó en la localidad alicantina de Villena, lo que forzó la búsqueda de lugares más apartado de la localidad con la intención de extraer materias primas como grava para la fabricación de hormigón.
Fue en el mes de octubre de 1963, en el transcurso de una obra en la calle Madrid de dicha localidad, estaba trabajando uno de los albañiles de nombre Francisco García Arnedo, quién de forma fortuita encontró una pieza metálica entre la grava que él considero que era una simple pieza metálica del engranaje de un camión. Sin dudarlo, fue en busca del capataz, al igual que el albañil sus conocimientos sobre historia eran nulos, a lo que el capataz no tuvo otra idea que dejarlo en un lugar visible para ver si llamaba la atención de alguien más perspicaz que él. Pasaban los días y la pieza, a pesar de estar a la vista, era invisible para los que allí pasaban y sin nadie saber que estaban muy cerca de provocar una auténtica conmoción entre los arqueólogos españoles.
Hasta que llego un día, unos ojos se fijaron, fue otro albañil, Francisco Contreras Utrera, quién decidió hacerse con él y llevárselo a casa, pero no con la noble intención de proteger y estudiar el objeto para saber de su pasado, si no para poder sacar tajada con la venta de la pieza que para él debía tener un alto valor económico. No se equivocó, su mujer, Esperanza Fernández, decidió llevarla a una joyería regentada por Carlos Miguel Esquembre Alonso, fue el día 22 de octubre de 1923, quien de forma inmediata se percato de la importancia de lo que parecía ser un brazalete, y decidió avisar al arqueólogo local José María Soler García, quien no dudo un instante en poner en conocimiento del juez de instrucción de Villena antes de comenzar a indagar para averiguar si el hallazgo podía estar relacionado con la existencia de un conjunto arqueológico da mayor importancia.
Desafortunadamente, las circunstancias en la que se produjo el descubrimiento hicieron imposible continuar con la investigación, pero fue otro hecho fortuito el que puso al arqueólogo Soler García sobre la pista, fue el 25 de noviembre del mismo año, recibió otra llamada del mismo joyero avisándole de que un nuevo brazalete de oro, de las mismas característica, había caído en sus manos. En esta ocasión fue por Juan Catalayud Díaz, transportista de gravas, acompañado por su pareja Esperanza Martínez Morales, los que se presentaron en su joyería con el brazalete para venderla, en la que la pareja aseguraba que pertenecía a una de las abuelas de Esperanza. Cuando el joyero advirtió a la pareja sobre la longeva antigüedad del brazalete, y con un aparente descaro, alegó la mujer que su abuela era una mujer muy anciana, sin llegar a imaginar que la edad a la que hacía referencia era de miles de años. La conclusión que le llevo al joyero a comprobar que la pareja mentía con un descaro evidente y su habilidad para reconocer las antigüedades se le añadió la falte de la simple molestia de limpiar las adherencias terrosas del brazalete, que por cosas del destino resultaron ser de las mismas características que las aparecidas en la anterior.
Una vez analizado el brazalete por el arqueólogo, decidió poner el caso en manos de la Justicia, algo que llenó de temor a Juan Calatayud, quien se presento el día 26 en la casa del arqueólogo para reconocer toda la verdad: le contó, que el brazalete había parecido en una rambla cercana a la localidad, en las faldas de Sierra Mordón. Por dicho motivo, el juez de inspección ordenó que se llevase a cabo una inspección ocular del terreno el día 30 de ese mismo mes, iniciándose la búsqueda del que tendría que ser uno de los más importantes tesoros de la arqueología española.
El 1 de diciembre, el arqueólogo José María Soler se personó en la Rambla del Panadero, emplazado a cinco kilómetros de Villena, con la compañía de los hermanos Enrique y Pedro Domenech Albero y con los hijos de este último. El arqueólogo ya estaba familiarizado con la zona, pues en las proximidades se habían encontrado las ruinas de unos barracones islámicos en mal estado de conservación. Después de una exploración del lugar, el equipo consiguió localizar una pequeña círea de unos 30 metros cuadrados en donde podrían haber aparecido los brazaletes. Inmediatamente, José María Soler tomo la decisión de hacer caso a su intuición, iniciando unas excavaciones en una zona con restos de incineración, pero el trabajo realizado fue insustancial. En ese lugar apenas se podía hacer algo más y esa misma tarde decidió arrojar la toalla y regresar a Villena. Fue en ese instante cuando se produjo un hecho fortuito que dio como resultado final lo que el arqueólogo buscaba, fue cuando Pedro Domenech se desplazó unos metros en un último intento volvió a utilizar su asada pera profundizar en el terreno y descubrir un par de brazaletes junto al borde de una vasija.
Pero la oscuridad hizo acto de presencia gradualmente y para desgracia del equipo carecian de los medios necesarios para desenterrar el conjunto de piezas con un mínimo de garantías. El arqueólogo José María Soler no se llego a plantear la posibilidad de cubrir el hallazgo y regresar cuando las circunstancias fueran más favorables, por lo que tomo la decisión de enviar una nota a su abogado Alfonso Arenas García pidiéndole que se pusiera en contacto con un fotógrafo para conseguir los medios necesarios de iluminación para poder trabajar en esta cuyuntura tan poco favorable. Se presento el abogado con un fotógrafo en la zona al poco tiempo, el fotógrafo Miguel Flor Amat tomó algunas fotografiás del hallazgo, para posteriormente extraer la vasija y con un taxi llevar el hallazgo hasta el despacho del arqueólogo.
La primera exposición no se hizo esperar, siendo en las navidades de ese mismo año. El escenario escogido fue en las dependencias del Museo Arqueológico de Villena, que desde ese mismo instante, dicho tesoro se convirtió en el núcleo principal, siendo la pieza clave de un museo que cada año recibe miles de visitas. Debido a la importancia que llego a tener el hallazgo, también fue expuesto en Madrid y Alicante, llegándose a trasladar hasta Japón para ser expuesto en las ciudades de Tokio y Kioto. No es de extraño interés que tiene este país del Lejano Oriente, siendo el tesoro de Villena uno de los hallazgos más destacables de la Edad del Bronce europea, cuya magnitud le convierte en la vajilla áure más importante de España y en la segunda de Europa, solo por detrás de la descubierta en las Tumbas Reales de Micenas (Grecia).

TESORO DE VILLENA. FOTO: MUSEO ARQUEOLÓGICO DE VILLENA



Conformado por 66 piezas, la mayoría de oro y otras de plata hierro y ámbar, con un peso que roza los 10 kilógramos, entre los que predominan 28 brazaletes y 11 cuencos de oro. Los brazaletes en términos generales se caracterizan por no tener los estiemos separados y tiene un diámetro que no sobrepasan los 6 centímetros, con un peso medio de 184 gramos. Su fabricación se llevo a cabo a partir de una serie de operaciones: primero se procedió a la fusión de tiras planas convexas y después se obtuvieron una serie de surcos de las molduras que dejarían en el fondo de las ranuras unos pequeños filetes. Luego se llevo a cabo una perforación de los calados centrales con un punzón o cincel y finalizado con la transformación de las molduras en aros.
Los cuencos están fabricados con una chapa de oro con formas de casquete semiesférico y cuello corto, lo que se asemejan a los modelos presentes en las vasijas argáricas. Su decoración es geométrica y a partir de una serie de puntos en relieves realizadas con un punzón desde el interior de la pieza. El tercer grupo esta compuesto por frascos, tres de plata y dos de oro, pero todos tienen la misma forma y decoración. Con un cuerpo en forma de esfera y con un aplanamiento en la base y de cuello cóncavo. Su decoración de lleva a partir de dos molduras horizontales y paralelas. Además, el tesoro cuenta con otras piezas con broches o botones, cuencos semiesféricos, carretes, láminas o anillos con diversas funciones, y cuyo estudio resultó fundamental para procurar de averiguar el origen y la cronología del conjunto.
El arqueólogo José María Soler, fue el primero en desafiar el enigma y todos los interrogantes que fueran apareciendo a tan prodigioso descubrimiento, quien relacionó el tesoro con el que previamente se había descubierto en el Cabezo Redondo, por las evidentes similitudes entre los objetos hallados, en especial a los brazaletes del tesoro de Villena y en los cuencos áureos. Y por si fuera poco, el arqueólogo Soler detectó que en la vasija donde se había ocultado las piezas de ambos conjuntos eran argáricos. Según Soler, el tesoro debía de haberse elaborado en un taller local con mucha probabilidad está relacionado con el existente en el poblado de Cabezo Redondo, mientras su cronología debía de encontrarse en los albores del I milenio a. C., en un contexto del Bronce Tardío, como indica el tipo de decoración siendo muy parecida a la presente en otros yacimientos españoles y europeos.
El arqueólogo Soler y el historiador Joan Maluquer insisten la importancia de relacionar el tesoro con los poblados de la Edad del Bronce situados en las proximidades de Villena en las que las artesanía indígenas halladas es de tendencia argárica. Según el historiador Maluquer, las piezas del tesoro podrían formar parte de una orfebrería indígena pretartesia, según él, con una técnica primitiva y en la línea del vaso camapaniforme. La utilización de este tipo de objetos nos revela sobre la existencia de una sociedad acostumbrada a la opulencia y a la ostentación, y poder asimilar los influjos culturales fenicios desde las colonias del litoral-

La Riqueza de Tartessos
El aumento de los contactos comerciales con los pueblos colonizadores de oriente favoreció al incremento en las comunidades tartésicas, fenómeno claramente constatado gracias a los hallazgos múltiples tesorillos disperso en un territorio tan amplio como el que comprende entre el Sur de Portugal hasta la provincia de Alicante.
Al margen de lo visto hasta el momento, hay otros que llamaron la atención por su gran valor arqueológico. Siendo uno de ellos los mal llamados Candelabros de Lebrija, mal llamados porque en realidad estos objetos fueron utilizados en ceremonias religiosas como objetos de culto, probablemente para quemar perfumes. Fueron descubiertos el 26 de abril de 1923 en la finca de la Higuera del Pintado, situadas en las inmediaciones del castillo de la majestuosa localidad sevillana de Lebrija, siendo su cronología establecida para los siglos VII y VI a. C.
Se compone de seis objetos siendo bastante similar, con forma tubular, con dos discos superpuestos y con una altura aproximada de 70 centímetros, con un diámetro mínimo de 3 centímetros en la parte más estrecha y de 11,3 la más ancha, y con un peso superior a 1 kilógramos. Se cree que fueron utilizados por los tartessos en el periodo orientalizante, situándolos en un altar durante las ceremonias religiosas o funerarias.
El tesoro de Serradilla, actualmente conservado en el Museo de Cáceres, es junto con el de Aliseda un buen ejemplo de lo que fue la orfebrería tartésica en el área extremeña. Para entender las circunstancias en la que fue encontrado, debemos retroceder al verano de 1965. Era una cálida mañana de verano en la que un hombre tullido, tratando de protegerse de un sol abrazador entre unas calles estrechas de Plasencia llego a una calle dónde se encontraba la relojería Vega, para mostrarle al joyero unos fragmentos de cadenas y joyas de oro con la intención de conseguir un buen pellizco por ello. Sin saber la reacción del propietario y del que se supone que le joyero quedó bastante impresionado tras examinar minuciosamente las piezas de oro, lo que le ofreció la tentadora cantidad de 100.000 pesetas, que en esa fecha era una cantidad muy golosa, a lo que este hombre acepto. El joyero le invitó a que esperara en la joyería mientras el iba al banco a por la pequeña fortuna.
Pasado varios minutos, Julián Cardador Gómez, es como se llamaba el tullido y portador del tesoro, observó como el joyero traspasaba el umbral de la puerta, pero no con el dinero, sino con la compañía de dos guardias que procedieron al arresto y el traslado hasta las dependencias policiales. Con estos hechos parecía resuelto el robo que había sido denunciado unos días atrás cuando un desconocido y del que no se tenía pista alguna y había robado sacrílegamente unas joyas en una de las iglesias de la comarca.
Fueron pocos los miramientos que tuvieron con Julián, al que se le conocía con el desafortunado mote de “Madame” (voz españolizada de la francesa madame empleada como cortesía, equivalente a señora. En ocasiones usado de forma irónica o sarcástica), fue llevado ante el juez que no se lo pensó, he inmediatamente ordeno el ingreso a prisión de este barquero de Serradilla, localidad enclavada en el corazón del parque de Monfragüe. Hundido en el pantanoso terreno de la desesperación, el pobre Madame se pasó los días posteriores clamando su inocencia, pero de nada podía servir. Una tras otra aseguraba que él no era un criminal, que simplemente había encontrado un tesoro en el interior de una vasija enterrada cuando labraba en unos cancholes en el paraje de Cholrito, a unos 3 kilómetros de Serradilla.
Mientra Julián se debilitaba en el calabozo de Plasencia, unos guardias se personaron en su hogar para tomar declaración a su fiel esposa Francisca, quien no dudó en ningún momento en ratificar la versión de su marido. Según Francisca, su marido había encontrado las joyas en unas tierras de su propiedad. Posteriormente, continuó la esposa, que su marido las había guardado en su casa sin tener la más mínima sospecha del gran valor que tenían.
El testimonio de Francisca no fue lo suficiente convincente para sacar a su marido de la cárcel, y a lo que parecía que la situación se le ponía más difícil al infeliz Julián, se produce un repentino giro de acontesimientos cuando el párroco de la iglesia expoliada certificando que esas piezas de oro llevadas hasta la relojería Vega no eran las que habían sido robadas, por lo que Julián pudo recuperar su libertad después de tan nefasta experiencia con el condenado tesoro tartésico del que no quiso saber nada más. Inmediatamente las piezas fueron inspeccionadas por un experto grupo de Bellas Artes, que dictaminaron que dichas joyas podían considerarse orientalizantes y con mucha probabilidad de ser tartésicas.
El tesoro esta compuesto por 24 piezas de oro con un peso total de 103 gramos, destacando las arracadas, cadenillas y placas, aunque lo más significativo es el hecho de que algunas aparezcan fragmentadas y a medio fundir, por lo que se interpreta como un simple atesoramiento de productos de desechos para refundirlos y aprovechar el oro para una nueva fabricación de piezas. En términos generales, podemos destacar la barroca decoración de filigrana y el granulado de unas piezas, al igual que el detallismo con el que son tratados las arracadas y las placas, lo que llevo al arqueólogo e historiador Almagro Gorbea a datar el tesoro en un momento avanzado entre el siglo VI y V a. C., aunque no faltan lo que retrasen la fecha hasta el siglo VII a. C. por las semejanzas con el tesoro de Ébora.
Una nueva demostración de esta fastuosidad asociada a las clases dirigentes de la sociedad tartésica se encuentra en los anillos de oro encontrados en yacimientos como La Joya (Huelva), donde apareció uno de estos ejemplares decorado con un grifo en posición sedente y con las alas desplegadas muy similar al aparecido en Tamassos.
En el sur de Portugal también han aparecido joyas, por ejemplo el tesoro de Baias.

En estos casos aquí mencionados han tenido algo en común, que el hallazgo de cada uno de ellos ha sido de una forma lamentable, ocasionando unos daños irreparables.

Bibliografía:
-”El Enigma TARTESSOS”.
Ramos, Javier; Martínez-Pinna, Javier. Editorial ACTAS

-”Breve historia de TARTESSOS”.
Carrillo, Raquel. Editorial Nowtilus.

martes, 28 de abril de 2020

COLUMBARIO DE BENALAURÍA


Columbario procedente del latín columbarium, que literalmente viene a significar palomar. Era un término que empleado desde la Grecia Clásica con lo que designaban aquellos edificios donde las palomas moraban. En la época romana hubo diversas constricciones con similitud física y estructural acogieron esta denominación y con unas aberturas regulares que eran muy similares a las de un palomar, pero con una finalidad totalmente distinta.
Desde entonces, de llamarse columbario unos edificios donde moraban y criaban estas aves, se pasa a identificarse con nichos excavados en la pared de una cueva o más corrientemente en una tumba con carácter de hipogeo, donde depositaban las urnas cinerarias (olla ossuaria).



El columbario romano del Cortijo del Moro se encuentra en la localidad de Benalauría en Málaga. El término municipal de esta localidad se encuentra entre el Valle del Genal al Sur y y el Valle del Guadiaro al norte. Dicho columbario se encuentra en el Valle del Guadiaro muy cercano al río Guadiaro y a la pedanía de La Cañada del real Tesoro (estación de Cortes de la Frontera). Se trata de una edificación para el rito funerario del siglo I d. C., de planta rectangular y siendo una única planta, con unas paredes de tres hiladas de piedras Opus quadratum, es un sistema constructivo donde sillares de piedras de una misma altura se establecían en hiladas paralelas regulares y a menudo sin el uso de montero. En el interior hay varios nichos donde se depositaban las urnas y sobre las hiladas descansan unas molduras de decoración. El techo es una bóveda de medio cañón que comienza como continuación de las molduras y en unos de los extremos tiene una abertura con tres escalones siendo la entrada para poder acceder al interior.
El 21 de octubre de 2007 entro en la lista roja de patrimonio, y el 27 de noviembre de 2017 fue sacada de la lista roja de patrimonio por un plan de actuación y en la actualidad la propietaria lo mantiene en buen estado y al interés de la propietaria se le a añadido el del Ayuntamiento de Benalauría.













Se encuentra en una propiedad privada, las fotografiás fueron realizadas el 28 de febrero de 2016 con previa autorización de la propietaria a unos compañeros de la Asociación Arqueológica ArqueoRonda, teniendo de anfitrión el guarda que nos guío y demostró un buen conocimiento de historia y mejor persona.

viernes, 24 de abril de 2020

TARTESSOS Y FENICIOS

No desearía ni el cuerno de Amaltea ni reinar ciento cincuenta años en Tartessos”
Estrabón (Geografía III, 2, 14)

REPRESENTACIÓN DE LA DIOSA FENICIA ASTARTÉ EN BRONCE CARRIAZO


¿Cuando llegaron los fenicios?
   Establecer una cronología entre los Tartessos y los fenicios no es tarea fácil para los historiadores. Desde hace unas décadas se sostiene que la llegada de los fenicios a nuestras costas fue en el siglo XII a. C. y que fundaron la ciudad de Gadir en el año 1.104 a. C., lo cual lleva que antes de eso hubiera un “puesto avanzado”, es decir, a un pequeño número de personas para mantener un contacto con los indígenas, que con el tiempo vieron las riquezas que tenían los Tartessos en materiales. Referente a la fecha de fundación de Gadir, se basan en los datos recopilados de varios escritos de autores griegos y romanos siendo el más decisivo de todos aquellos un texto de Velayo Patérculo, un historiador romano (Caius Vellleius Paterculus, 19 a. c. 31 d. C.), que afirmaba sin margen de error que Gadir fue fundada 80 años después de la Guerra de Troya. Que según los mismos textos clásicos fue en 1.184 a. C., sin embargo, los restos más antiguos encontrados no suelen pasar del siglo VIII a. C.
   Los especialistas, para solucionar esta situación, comenzaron a utilizar el concepto de pre-colonización, para poder congeniar ambos tipos de fuentes y la pre-colonización se podía explicar el comienzo de las explotaciones geográficas fenicias a lo largo del Mediterráneo y el acercamiento entre colonizadores e indígenas. Dichos encuentros nunca habrían sido abundantes y escasos, lo que lleva algunos asentamientos fenicios de muy escasa entidad y para nada se parecerían a las colonias o ciudades posteriores, siendo solamente pequeñas escala dentro de las rutas comerciales, en las que tal vez vivieran algunos artesanos con un número reducido de personas con el fin de mantener el enclave. Esta sería la etapa pre-colonial.

¿Quienes eran los fenicios?
   Todos aquellos libros de historia que traten de hablar de la historia de uno, no pueden dejar de lado la historia del segundo.
   Fenicios es como los que denominaban los griegos, pero el nombre étnico que se daban los fenicios a si mismo canaaneos que significa “hijos de Canaán”, nombre que viene citado en la biblia:
<<El Señor ha extendido su mano sobre el mar. Ha hecho temblar los reinos. Ha dado orden respecto a Canaán para que destruya sus fortalezas.>>
(Isaías 23, 11)

   Por cuestiones metodológicas, la historia ha utilizado la definición de fenicios, que como decíamos es como lo llamaban los griegos, muy probablemente por los tintes de color púrpura que comerciaban y que eran muy apreciados. Fenicia es el nombre de una antigua región de Oriente Próximo, cuna de la civilización fenicio-púnica, extendiéndose a lo largo del Levante Mediterráneo. Su territorio abarcaba desde la desembocadura del río Orontes al norte, hasta la bahía de Haifa al sur. Poblada desde principios del III milenio a. C. por semitas cananeos. La fenicia histórica se extiende sobre una estrecha franja costera de 40 km, desde el monte Carmelo hasta Ugarit, aproximadamente 300 km.



   Su suelo, al ser montañoso era poco apto para la agricultura, aún así se esforzaban para sacarle provecho, pero se oriento mayoritariamente a las actividades marítimas. Con más razón el mar se impuso a este pueblo, al quedar dividido en pequeñas ciudades estados separados por rocosos espolones, pues el cabotaje era mejor que las vías terrestres para el contacto entre ciudades.




   La economía de los fenicios era el comercio y la navegación, su actividad principal. A pesar de que habitaban una región accidentada, aprovechaban al máximo las posibilidades del suelo para la explotación agrícola, cultivando hasta en las laderas de las montañas.
   Fueron uno de los primeros pueblos antiguos en tener un importante efecto sobre la historia del vino. También hay que destacar la cerámica fenicia, muy utilizada y comercializada; así como los objetos de vidrio coloreado y sus tejidos de lana teñidos con púrpura de Tiro, un colorante extraído de un molusco (el múrice, del género Murex, y cuyo nombre griego -phoinikes, derivado de phoinos: “rojo sangre”- identifica tanto al tinte como al pueblo que lo comercializaba)

MUREX PECTEN

MUREX SP.



   Los fenicios desarrollaron una industria de artículos de lujo muy solicitados en la época y de gran valor comercial, como joyas, perfumes y cosméticos.
   Los fenicios fueron los inventores del alfabeto, comenzó con una serie de ideogramas, un conjunto de símbolos que representaban animales y objetos, a lo que se le asignaba un valor fonético de acuerdo al nombre, en idioma fenicio del animal u objeto representado; este alfabeto solo contenía consonantes, veintidós en total. Al ser un sistema simple permitía la difusión del conocimiento y la cultura.
Posteriormente, los griegos adoptaron el alfabeto fenicio para representar su idioma, tomando algunas letras del alfabeto fenicio y les dieron un valor de vocal. El alfabeto fenicio ha sido de una u otra forma la base para los otros alfabetos como el latino, griego, civílico árabe. En el caso del alfabeto latino proviene del alfabeto etrusco, que fue a su vez una adaptación del alfabeto griego.




   Para ir terminando con el apartado de los fenicios, de las ciudades-estado que formaban esta antigua región, Tiro es la más importante en la historia de los Tartessos, pues la metrópoli desde donde partieron aquellos que fundaron Gadir y los que fundaron Cartago.
Sobre la toponimia de Tiro, es que ellos mismos se llamaban a la ciudad de Sor o Sur ( que quiere decir “Roca”).
Tiro surge sobre el 1.300 a. C., según Heródoto fue fundada al rededor del 2.700 a. C. Consistía en dos distintos centros urbanos, uno el de la isla y el otro en la costa adyacente, aproximadamente entre 5 ó 6 km, antes de que Alejandro Magno conectase la isla con la costa durante su asedio a la ciudad. Fue una ciudad isleña fuertemente fortificada en medio del mar y con muros defensivos de 45 metros de altura. Hacía el 1.190 a. C. fue repoblada por gente de Sidón y en el siglo IX a. C. sometió a su antigua metrópoli, para luego pasar a ser tributaria a Asiria. Los comerciantes tirios fueron los primeros que se aventuraron a navegar en las aguas mediterráneas, lo que hizo convertirse en un puerto importante de Fenicia, alcanzando gran prosperidad económica, de él salieron los barcos para fundar las numerosas colonias.

Las causas de la colonización
   Normalmente se ha asociado a la colonización fenicia con la única intención del comercio, nada más lejos de la realidad, sin renunciar a la importancia que para ellos tenían la impulsión del comercio, los investigadores, o casi todos, contemplan posibles factores por los fenicios potenciaban la comercialización creando muchas colonias por el Mediterráneo responde tanto a causas internas como externas. Las causas internas, se consideraban varios factores, el pequeño territorio en el que vivían, en el que ofrecían pocos recursos y el reducido terreno agrícola no llegaban para alimentar a una población que iba en crecimiento, fue la base de que crearan ciudades en las que le aportaban diferentes tipos de alimentos y materiales más que ciudadanos fenicios se quedaban a vivir en diferentes colonias.

Referencias históricas
Sobre las referencias históricas de Tartessos más conocidas sin duda es la que ha proporcionado Heródoto de Halicarnaso, el que es considerado el padre de la historia y etnógrafo griego, que en el siglo V a. C. Pues, las primeras palabras de su obra conocida, precisa y simplemente Historia, son las que viene a continuación:
La publicación que Heródoto de Halicarnoso va a presentar de su historia se dirige principalmente a que no llegue a desvanecer con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos como de los bárbaros. Con este objeto refiere una infinidad de sucesos varios e interesantes, y expone con esmero las causas y motivos de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros.”
   En sus trabajos, donde premiaban las listas que enumeraban hechos y gobernantes, también buscaba las causas de los acontecimientos, siendo él mismo el que se desplazaba a los lugares que escribe y recabar información de primera mano, incluyendo en sus trabajos las leyendas, costumbres y tradiciones de los pueblos que estudiaba. A lo que conseguía unos trabajos de gran importancia por hacer una reconstrucción histórica y de lectura fácil y amena, teniendo un buen hilo conductor y no es una mera acumulación de datos.
El único rey tartesio del que nos hace referencia Heródoto y además carente de mitología alguna es, Argantonio. Hay que tener en cuenta que los trabajos hechos por este historiador griego eran sobre Grecia y las zonas más orientales, y solo cuando existía alguna relación entre lo que escribía y el reino de los Tartessos es cuando escribía sobre Grecia.
   Uno de esos casos es cuando menciona una travesía del comerciante Colaios, que saliendo con su barco del puerto de Samos, polis griega situada en una isla frente a las costa de Asia Menor hacia Egipto, pero el viento es caprichoso:
[…] como no quisiese amainar, les obligó a pasar más allá de las Columnas de Hércules, y aportar por su buena suerte a Tartessos. Era entonces Tartessos para los griegos un imperio virgen y reciente que acababan de descubrir. Allí negociaron también con sus géneros, que ninguno les igualó jamás en la ganancia del viaje, al menos de aquellos que puedo hablar con fundamento […]. Los samios, poniendo aparte la décima de su ganancia, que subió a seis talentos, hicieron con ella un caldero de bronce a manera de pila Argólica; alrededor de él había unos Grifos mirándose unos a otros, y era sostenido por tres colosos puestos de rodillas, cada uno de siete codos de alto: fue dedicado en el Hereo.
Historia, 4, 152
   También en este otro caso:
Para decir algo de Focea, conviene saber que los primeros griegos que hicieron largos viajes por mar fueron estos focenses, los cuales descubrieron el mar Adriático, la Tirrenia, la Iberia y Tartessos, no valiéndose de naves redondas, sino sólo de sus “penteconteros” o naves de cincuenta remos. Habiendo llegado a Tartessos, supieron ganarse toda la confianza y amistad del rey de los tartesios, Argantonio, el cual ochenta años había que rea señor de Tartessos, y vivió hasta la edad de ciento veinte; y era tanto lo que este príncipe los amaba, que cuando la primera vez desampararon la Jonia, les convido con sus dominios, instándoles para que escogiesen en ellos la morada que más les acomodase. Pero viendo que no les podía persuadir, y sabiendo de su boca el aumento que cada día tomaba el poder de los medos, tuvo la generosidad de darles dinero para la fortificación de su ciudad, y lo hizo con tal abundancia, que siendo el circuito de las murallas de no pocos estadios, bastó para fabricarlas todas de grandes y labradas piedras.
Historia, 1, 163
   Se llegó a un momento en que todo el Mediterráneo había un gran número de colonias fenicias y griegas a lo que las relaciones entre distintas potencias cobraran suma importancia.
También hay otras fuentes que nombra a los Tartessos, como el griego Estrabón, pero este es más bien de tipo geográfico, al igual que la obra “Ora Marítima” del romano Avieno, autor del siglo IV d. C., nacido en Volsinii en Etruria en el centro de Italia, una antigua región histórica que en época de Avieno ya era romana. Sus trabajos, en la actualidad se ha confirmado por la mayoría de los investigadores, que las fuentes que había consultado eran anteriores al año 500 a. C., siendo una cartografía amplisima y es la primera que viene sobre Hispania con muchísimos datos, en el caso que nos trae, sitúa a Tartessos (ciudad) en un golfo, que tenía su mismo nombre y que él confunde con Gadir, se puede leer en Ora Marítima 265-295:
Aquí se extienden en su amplitud las costas del golfo de Tartessos […] aquí esta la ciudad de Gadir, pues la lengua fenicia llamaba gadir a un lugar cerrado. Fue llamada, antes, Tartessos, ciudad grande y rica en tiempos antiguos; pero ahora pobre y pequeña, y abandonada, ahora un montón de ruinas. Nosotros en estos lugares no vimos nada digno de admirar, excepto el culto a Hércules. […] El río de Tartessos, deslizándose por campos abiertos desde el lago Ligustino, ciñe la isla por ambos lados con su corriente. Y no corre por un solo lecho, ni surca él solo la tierra subyacente, pues, por el lado por donde nace la luz de la aurora proyecta tres brazos sobre los campos; dos veces, con dos desembocaduras, baña también las zonas meridionales de la ciudad. Pero, encima de la marisma, se proyecta el monte Argentario, llamado así por los antiguos debido a su aspecto, pues refulge en sus vertientes por la gran cantidad de estaño, y despide más luz todavía hacia los aires,, en la lejanía, cuando el sol ha herido sus excelsas cimas con rayos de fuego. El mismo río, a su vez, hace rodar, con sus aguas, limaduras de pesado estaño y arrastra el valioso metal junto a sus murallas. […] Como hemos dicho más arriba, el mar de en medio separa la ciudadela de Geronte y el cabo de un templo, y entre rocas escarpadas se forma un bahía. Junto al segundo cabo desemboca un ancho río. Al fondo se proyecta el monte de los tartesios, de sombríos boscajes. Aquí se halla la isla de Eretía, de extensos campos, y en otro tiempo bajo el dominio púnico, pues unos colonos de Cartago fueron los primeros en ocuparla. Y Eretía está separada del continente por un brazo de mar a cinco estadio de la ciudadela.”


Bibliografía:
-Carrillo, Raquel. “Breve historia de Tartessos”. Editorial Nowtilus
-Ramos, Javier; Martínez-Pinna, Javier. “El enigma Tartessos”, La primera civilización de la Península Ibérica.
Editorial ACTAS.

viernes, 17 de abril de 2020

LA MITOLOGÍA TARTÉSICA

No desearía ni el cuerno de Amaltea ni reinar ciento cincuenta años en Tartessos”
Estrabón (Geografía III, 2, 14)

PIEZA DE BRONCE CARRIAZO EN EL QUE SE REPRESENTA A LA DIOSA FENICIA ASTARTÉ

Tartessos Mitológicos

Gerión
   Las referencias encontradas sobre esta historia mitológica son de varios autores, por lo que encontramos con versiones algo diferentes entre ellas. El primero que habló de Gerión fue el escritor griego del siglo VIII a. C. Hesíodo, en su obra Teogonía, donde relata en verso el origen del universo y la genealogía de los dioses, desde el punto de vista de los antiguos griegos. Pero el primer poeta que lo sitúa en Tartessos es Estesícoro de Himera a finales del siglo VII a. C., cuyo relato llegará hasta nosotros a través de otros autores como el geógrafo griego de época romana Estrabón (s. I a. C. - s. I d. C.), quien lo usa como fuente para escribir su libro Geografía, dicha obra esta considerada una de las mejores en su género y en el cual se describe el mundo que se conocía en esa época.
   Cuenta que cuando Heracles, Hércules para los romanos, fue a realizar el décimo trabajo de los doce que le habían encomendado, era robar los bueyes al rey Gerión, que para robar el ganado tuvo que matar al pastor y el perro que los custodiaba. Al enterarse el rey Gerión, un gigante con tres cuerpos y tres cabezas, fue en busca de Heracles en busca de venganza y fue la muerte lo que encontró.

REPRESENTACIÓN DE HÉRCULES CONTRA GERIÓN



Gárgoris y Habidis.
   En esta historia cuentan como el rey Gárgoris de Tartessos, hombre amable, cuidadoso y protector para con su pueblo y su reino, pero eso iba a cambiar, tenía una hija de la que se decía que poseía belleza sin igual, lo que le llevo a cometer incesto dejándola embarazada. Para que no lo descubrieran durante el periodo de gestación la dejo recluida en sus aposentos. Aún así, los habitantes sospechaban al no ver a la hermosa hija del rey y el cambio de personalidad del rey, distante y malhumorado. Una vez que dio a luz, un hermoso barón, se lo arrebato a la madre de entre sus brazos y llamo al capitán de su guardia para que se llevara al recién nacido durante la noche sin ser visto a lo más profundo del bosque, donde los lobos acampaban por doquier y allí debía dejarlo para que fuera pasto de ellos y así callar toda sospechas de los habitantes. Su capitán espero durante dos días para asegurarse de que los lobos se hacían cargo de la criatura, pero cual fue su sorpresa y con asombro vio ante sus ojos que el recién nacido que además de no haber sido devorado por los feroces lobos, sino que estaba siendo amamantado por una loba que al ver llegar al capitán se le quedo mirando y posteriormente se levanto y marcho tranquilamente dejando allí a la criatura. El capitán lo interpreto como un acto divino y recogió al bebe para volverlo a llevar ante su rey y contarle todo lo sucedido, a lo que se enfureció sin querer comprender nada. En palacio tenia una perrera con una jauría de perros de cazas a cual más fiero que el otro, ordenando que no lie dieran de comer durante al menos 5 días, transcurrido ese período volvió arrebatar el recién nacido de los brazos de su madre y a la que ella había puesto como nombre Habidis, pero los esfuerzo de la madre para que se lo llevaran fueron en vano, se lo llevaron a los perros, pero cual fue la sorpresa de los allí presente que los perros al olfatear al bebe respetaron la vida de la criatura y no hicieron daño alguno. Ante tan nuevo acontecimiento divino, el rey empezó a buscar que hacer, mientras tanto ordeno hacerle un tatuaje con la T de Tartessos.
   El nuevo plan del rey fue confiado al almirante de sus tropas en la mar, dándole el bebe en una canasta con la orden de que fuera a alta mar y lo soltara. Dicho y hecho. Pero otro prodigio iba acontecer y con la luna llena como testigo, una familia de delfines se dispusieron a llevar la canasta hasta la orilla, entre unos y otros se iban turnando para completar el trayecto. Al amanecer, en la extensa playa, en un paraje mágico que miles de años después es conocido como el Coto de Doñana. En una modesta choza habitada por una humilde pastora encontró la canasta de mimbre con aquel desvalido niño y se apiado de él llevándoselo para cuidarlo y criarlo.
   Los primeros años creció en plena naturaleza, sano y feliz, hasta que lamentablemente la mujer que la cuidaba murió por la mordedura de una víbora volviéndose a quedar solo y desamparado sin que nadie conociera su existencia. Aquella misma tarde comenzó el hambre a hurgarle el estómago y comenzó a llorar junto al cuerpo sin vida de la mujer que lo criaba y enseñaba, siendo lo más parecido a una madre. Al anochecer, se le acerco una cierva parida y le ofreció su ubre repleta de cálida leche. Día tras día eran varias ciervas las que se turnaban para amamantarlo hasta que creció lo suficiente para correr junto a ellos, jugar con los cervatillos y recorrer con la manada hasta lo más profundo de aquel enorme bosque. Creció con una agilidad y velocidad propia de un animal salvaje. Ocasionalmente se encontraba con leñadores y pastores que con ellos aprendía rudimentarias palabras. Pero un día, la suerte le marco una nueva tragedia, unos cazadores lo sorprendieron dándole muerte a varios ciervos con flechas certeras y el mal genio se apodero de él, y como un bandolero, empezó asaltar a todos los ricos que se adentraban en su camino para posteriormente repartirlo a los pobres del lugar, hechos que llegaron a oídos del rey que mal decía a sus hombres por no poder capturar a un pobre desgraciado. Hasta que un día lo apresaron y lo llevaron ante el rey en su palacio y ordeno al verdugo que le cortaran la cabeza en público para quien volviera a tener la osadía de robar que supiera lo que iba a sucederle. Llego el día de su ejecución en público, y al llegar el rey y ver por vez primera a la persona que tanto problemas había causado este tiempo atrás, se quedo asombrado del parecido que tenia aquel joven y él, le interrogo preguntándole quien era su familia, donde vivía, donde se había criado, sus contestaciones no le parecieron relevante y ordeno su ejecución, cuando el verdugo le despojo de su camisa el rey no pudo evitar el tatuaje que tenía en forma de T, es cuando el rey quiso comprender y vio la señal parando de inmediato la ejecución, reconociendo que el muchacho era su hijo ilegitimo y no solo le perdono la vida, también lo acogió y le proporciono todas las necesidades y lo convirtió en su heredero.
Otra historia mitológica Tartesica es Nórax, el que según dicen era el nieto del rey Gerión, el que fue asesinado por Heracles. Se cuenta de Nórax que poseía mucha destreza con la navegación y en uno de sus viajes llego a la isla de Cerdeña como jefe de la expedición y fundo la ciudad de Nórax, la que dicen fue la primera ciudad de la isla, son varios autores que lo mencionan. Uno de ellos es el geógrafo griego del siglo II d. C. Pausanias, que en libro décimo de su obra Descripción de Grecia. Otro que lo menciona es el gramático romano Solino, que escribe en el siglo III ó IV d. C. narrando lo siguiente:
También está bastante divulgado en qué mar se halla situada Cerdeña, que en Timeo encontramos con el nombre de Sandaliótide y en Crispo con el de Icnusa. No hay, pues, por qué decir que Sardo fue engendrado por Hércules y Nórax por Mercurio, cuando llegaron hasta estos confines, el uno procedente de Libia, el otro viniendo de Tartessos, en Hispania, y que de Sardo recibió la isla su nombre, de Nórax la ciudad de Nora.
Colección de hechos memorables(4, 1)

   Como se puede observar, Nórax tiene ascendencia divina y es algo común en la mitología que los dioses se mezclen con los mortales. Es imposible comprobar que esta historia sucediera realmente, pero si es cierto que la arqueología a mostrado que existen relaciones entre Tartessos y Cerdeña desde el segundo milenio antes de Cristo.
También han llegado a relacionar la Atlántida de Platón con los Tartessos. Son una minoría de autores que opinan todavía que en esa relación existe. Aunque se encuentra cierta semejanzas, no son suficientes para indicar que la Atlántida de Platón sea Tartessos.
Platón es filósofo, no es historiador o etnógrafico. De su teoría filosófica destaca el idealismo, al igual que Aristóteles, el otro gran filósofo griego y discípulo de Platón.
De las obras obras de Platón son dos las que habla de la Atlántida: Timeo y Critias, ambas escritas en el siglo IV a. C.
   En la primera, Timeo, la mención que hace es corta, a lo que se puede considerar un buen resumen. El relato, contado por un sacerdote egipcio, es la siguiente:
En efecto, nuestros escritos refieren cómo vuestra ciudad [se refiere a Atenas] detuvo en una ocasión la marcha insolente de un gran imperio, que avanzaba del exterior, desde el océano Atlántico, sobre Europa y Asia. En aquella época, se podía atravesar aquel océano dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros, así decís, llamáis Columnas de Heracles. Esta isla era mayor que Libia y Asia juntas y de ella los de entonces podían pasar a las otras islas de las islas a toda la tierra firme que se encontraba frente a ellas y rodeaba el océano auténtico, puesto que lo que quedaba dentro de la desembocadura que mencionamos parecía una bahía con un ingreso estrecho. En realidad,, era mar y la región que lo rodeaba totalmente podría ser llamada con absoluta corrección tierra firme, En dicha isla, Atlántida, había surgido una confederación de reyes grande y maravillosa que gobernaba sobre ella y muchas otras islas, así como partes de la tierra firme. En este continente, dominaban también los pueblos de Libia, hasta Egipto, y Europa hasta Tirrenia. Toda esta potencia unida intentó esclavizar en un ataque a toda vuestra región, la nuestra y el interior de la desembocadura. Entonces, Solón, el poderío de vuestra ciudad se hizo famoso entre todos los hombres por su excelencia y fuerza, pues superó a todos en valentía y en artes guerreras, condujo en un momento de la lucha a los griegos, luego se vio obligada a combatir sola cuando los otros se separaron, corrió los peligros más extremos y dominó a los que nos atacaban. Alcanzó así una gran victoria e impidió que los que todavía no habían sido esclavizados lo fueran y al resto, cuantos habitábamos más acá de los confines heraclidas, nos liberó generosamente. Posteriormente, tras un violento terremoto y un diluvio extraordinario, en un día y una noche terribles, la clase guerrera vuestra se hundió toda a la vez bajo la tierra y la isla de Atlántida desapareció de la misma manera, hundiéndose en la mar. Por ello, aún ahora el océano es allí intransitable e inescrutable, porque lo impide la arcilla que produjo la asentada en ese lugar y que se encuentra en es lugar y que se encuentra a muy poca profundidad.
Timeo, 24e-25d

   La relación que se puede sacar de este fragmento entre Tartessos y la Atlántida es que la sitúa más allá de las Columnas de Hércules, pero con la diferencia de entre la Atlántida y Tartessos es que es una isla que acaba hundiéndose en el mar y donde se localiza también el fin del mundo conocido de los griegos, donde se sitúan los mitos.
   En Critias o la Atlántida es el libro donde se desarrolla con mayor profundidad el relato sobre el mítico territorio, aunque es muy corto el texto y esta inconcluso. En gran medida se trata de una narración mitológica, puesto que varios dioses del panteón griego son protagonistas activos de la historia. En la obra de Critias la única relación que se encuentra con Tartessos es la mención de Gadir como hijo de Poseidón, a quien le toco la parte extrema de la isla, desde las Columnas de Hércules hasta la zona denominada Gadírica. Pero aún asumiendo la identificación entre Gadírica y Gadir por sus similitudes etimológicas, Gadir no es Tartessos, es una colonia fenicia, aunque algunas fuentes clásicas se confundan.
   Sobre historias mitológicas de Tartessos hay bastante escritos. Analizando los principales escritos, se entiende la fama y riqueza, prosperidad y felicidad que en la antigüedad se tenía de esta civilización.

Bibliografía:

-Carrillo, Raquel. “Breve historia de Tartessos”. Editorial Nowtilus

-Ramos, Javier; Martínez-Pinna, Javier. “El enigma Tartessos”, La primera civilización de la Península Ibérica.
Editorial ACTAS.

-Pimentel, Manuel. “Leyendas de Tartessos” Mitos, historias y leyendas de la primera civilización de Occidente.
Editorial Almuzara.