“La
libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los
hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros
que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como
por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”
Don
Quijote de la Mancha
Miguel
de Cervates
Localidad
de referencia: Cortes de la Frontera
Entorno:
P.N. Los Alcornocales (zona norte)
Trazado:
Circular
Distancia:
13,5 km
Altura
máxima: 1.089 metros
Altura
mínima: 501 metros
En
el extremo occidental de la Cordillera Bética, al sur de la
Península Ibérica se encuentra el Parque Natural de Los
Alcornocales, uno de los parques más desconocidos, no obstante acoge
una variedad y fértil biodiversidad, que sus particularidades
naturales lo hacen casi único en Europa.
Un
frondoso bosque de alcornoques (Quercus
suber) y quejigos (Quercus
faginea) en su mayoría, atesora una exuberante flora y
particular fauna, saciado de historias a cada cual más cautivadora.
La historia que aquí nos ocupa da cobijo a una dilatada historia.
Estratégicamente
situada, arropada por la Sierra del Aljibe, la más alta del todo el
bosque, en su punto más alto, llamado “Pilita de la Reina”,
dicho nombre proviene de que allí se encuentra una tumba
antropomorfa y se cuenta que fue usada por la Reina Isabel de
Castilla para darse un baño, suceso que se supone que debió de ser
posterior de la conquista de Granada, pues hizo la promesa de no
bañarse hasta ver conquistado dicha ciudad.
En
la cara Este de dicha sierra se reúne unas condiciones orográficas,
las cuales favoreció el asentamiento de La Sauceda, el origen del
nombre viene de desahuciados, pues daba refugio a personas que
aprovechando la incertidumbre política del momento se dedicaban a
yermar con demasía a los pueblos de la comarca.
La
Sauceda es una de las pocas localidades (hoy en día es un paraje en
el que hay habilitado un refugio) que tiene el honor de haber sido
mencionada explícitamente por Miguel de Cervantes y Saavedra en su
obra “Coloquio de los perros”, dice así:
Cipión:
“Dejólos encerrados, y volvió a coger los trofeos de la batalla,
que fueron tres vainas, y luego se las fue a mostrar al Asistente,
que, si mal no me acuerdo, lo era entonces el licenciado Sarmiento
de Valladares, famoso por la destrucción de La Sauceda...”
Supongo
que hace referencia a D. José Sarmiento de Valladares, nació en San
Román de Saxamonde (municipio que se encuentra en la provincia de
Pontevedra) mayo de 1.643 y falleció en Madrid en septiembre de
1.708. Conde de Moctezuma, duque de Atrisco y fue el 32º virrey de
la Nueva España.
Después
de la Guerra de las Alpujarras, se establece un “eje del mal”
como núcleo La Sauceda, dehesa donde antaño disponía de diez y
seis leguas de travesía y fue demonizada por dar cobijo, según las
fuentes oficiales, a vaqueros o bandoleros que “vivían como
gente que no habían de morir sujetos a todos los vicios, rapiñas,
homicidios, juegos, robos, insultos y libertades”.
Es
el escritor rondeño de mediados del Siglo XVI Vicente Espinel en su
novela “Vida del escudero Marcos de Obregón” nombra
La Sauceda en varias ocasiones, en una de ella hace una breve
descripción:
“...fuime
a la Sauceda de Ronda, donde hay lugares y soledades tan remotas, que
puede un hombre vivir muchos años sin ser visto ni encontrado si él
n quiere.”
Más
adelante relata la experiencia que vive el escudero a llegar a dicho
lugar.
“Y
para cortar razones, llegué a la Sauceda, donde lo primero que
encontré tres vaqueros con muy largas escopetas, que me dijeron:
-Apéese
del macho.
Yo
le replique:
-Mejor
me hallo a caballo que a pie.
-Pues
si tan bien se halla -dijeron ellos- cómprenoslo.
-Eso
sería -dije yo- quedar sin macho y sin los dineros que no tengo.
¿Quien son vuesas mercedes, que me venden el macho que yo compré en
Madrid?
-Después
lo sabrá -respondieron- y ahora apéese.
-Cierto
-dije yo- que me huelgo, porque no he visto con mala bestia en mi
vida, maliciosa, ciega y llena de esparavanes, y con más años a
cuestas que una palma vieja, tropieza cada momento, y se arroja al
suelo sin pedir licencia; sólo tiene una cosa buena, que se le ponen
un alcalí de cebada no se moverá hasta tener sed.
-Pues
con todas esas faltas la queremos -dijeron.”
Más
adelante narra el encuentro que de unos comerciantes portugueses:
“Interrumpieron
la relación que iba dando el doctor Sagredo unos portugueses
que venían de la Vedeja con cuatro cargas de lienzo, por una senda,
a su parecer, segura de los salteadores por ser muy nueva; dieron con
ellos a la boca de nuestra cueva; de manera que turbados del no
pensado encuentro, se arrodillaron, diciendo.
-Por
as chagas de Deus naon nos matades como a patifes, nen tomedes
venganza en nosas patuvisadas, que fez a santa Forneira a os
castelhanos.
-Sosegaos,
mentecatos -dijo el caudillo- que no queremos sino que nos vendáis
el lienzo a como os ha costado.
-De
muito boa vountade -dijieron ellos.
Y
sacando el libro de la caja, donde venían escrito los precios, cada
salteador pidió lo que había menester; y mandando el caudillo a que
pagasen el dinero antes de tomar el lienzo, de que yo me admiré que
usase tanta piedad con los portugueses. Tomaron su dinero, y
desenfardelando para medir el lienzo, y tomando la vara para medir,
dijo el caudillo a los portugueses:
-Aquí
tenemos nuestro contraste y medida, como república libre; y no
medimos con las varas que por allá usan, sino con las que acá
tenemos.
Y
pidiendo la vara para medir el lienzo, le trujeron una pica de
veinticinco palmos, con que ellos midieron, y dieron a cada uno las
varas que habían pedido, que les debió de salir a cuartillo por
vara, con que ellos quedaron riéndose y contentos, y los portugueses
callaron, y se fueron descargados del peso que traían”
La
vara era una medida que no llegaba a medir el metro, 883 milímetros,
exactamente. Sin embargo, la pica sobrepasaba los cuatros metros,
¡vaya cambio!
No
obstante, la primera referencia literaria es la nos deja Francisco
Pacheco, biógrafo que fue de don Gonzalo Argote de Molina en
el “Libro de Descripción de verdaderos Retratos de
Ilustres y Memorables varones”. Gracias a él,
sabemos hoy de la expedición que, con derroche y ceremonia, realiza
este ilustre caballero a La Sauceda, en el mes de mayo de 1590.
La
razón de tan popular mensajería no fue otra que la de otorgar el
Perdón Real no sólo por el citado Pedro Machuca sino, también, a
todos sus compañeros quienes, exhaustos de su vida de bandoleros,
habían aspirar humildemente el indulto de Su Majestad.
El
escrito dice lo siguiente:
“Don
Gonzalo, a esta sazón, recibió una carta de 13 de mayo de 1590, de
Pedro Machuca, Capitán de 300 salteadores que habitaban en las
Sierras de Xerez de la Frontera, en Nombre suyo i de 8 compañeros
(cabezas de los demás) que cansados ya del daño que hacían en toda
aquella comarca de Arcos, Puerto de Santa María y los demás
lugares, se ofrecían en sus manos, fiados de su Piedad; para que les
alcanzase perdón de Su Majestad. A quien respondió que daría
cuenta al Rey i a su consejo, para que de allí viniese el remedio,
quedando asentado para el año siguiente, día del Señor San Juan
Bautista, que llegado partió Argote de Molina de Sevilla, con lucido
acompañamiento de 24 Cuadrilleros, gallardos i bien dispuestos,
vestidos de verde, con sus Alfanjes pendientes i sus Ballestas al
hombro i 12 Criados de librea; i 4 Lacayos todos del mismo color. A
su lado derecho el Licenciado Valladares Alcalde de Casa i Corte
(famoso juez) el cual traía la indulgencia. Llegaron a la ciudad de
Xerez i llevando consigo al Corregidor della i 4 veinticuatros i
otros tantos jurados, con muchos Caballeros i Ciudadanos, avisaron 8
días antes al Capitán ( a quien los días le parecían años) salió
con su exército a recibirlos i con grande alegría i orden.
Repartidos en cuadras con sus arcabuces, banderas i Cascos. Baxando
por cuatro veredas de la sierra a juntarse en el Camino Real, i
haciendo puntos sus salvas, los cogieron en medio, i besando las
manos a los jueces con muestra de Obediencia i humildad, caminaron
por entre muchos arcos Triunfales a su Cueva. Donde estaba levantado
un lucio Teatro de enramadas de Laurel, de Mirto i otras yervas i
flores olorosas, i uno i otro adornado de mucha cazas de liebres,
conejos, cabras, venados i jabalíes. I asentándose por orden en sus
gradas, informó Argote en favor de los delincuentes, i el alcalde
leyó la Carta de Perdón general, de parte del Rey nuestro Señor.
La cual oyeron todos de rodillas, clamando viva el Rey Filipo. Dieron
de comer a los huéspedes lo mejor que pudieron, sirviendo de Mesas
aquellos espaciosos Prados, i a beber antiguos i preciosos vinos, i
aguas puras i frescas; con bailes y danzas a su modo. I dándoles el
Provincial un rico i liberal Donativo se repartieron, unos a sus
tierras, otros a servir sus nuevas plazas, quedando la Sauceda
desierta i los caminantes libres i la tierra segura.”
Cuando
estallo la Guerra Civil en España en 1936, la población de La
Sauceda superaba a la de Cortes de la Frontera. Allí se refugiaban
los perseguidos por la represión franquista, dichas tropas que se
dirigían a Sevilla y Madrid le costaba mucho el avance por esa zona
por lo escarpada que es, y para poder acabar con la resistencia que
allí estaba, hubo un bombardeo con aviones stukas nazis, matando a
gran parte de la población, y la que sobrevivió una minoría pudo
escapar mientras la otras cayeron en manos de las tropas franquistas
y regulares siendo maltratados sin importarles si eran ancianos,
niños o mujeres. Dicho bombardeo se produjo en noviembre de 1936
(meses antes que el de Guernika y otros muchos), dicen que incluso
fue más cruel que el de Guernika (pero a La Sauceda no se le dio
publicidad).
En
la actualidad han reformado algunas de las chozas de las muchas que
hay para habilitarlas como alojamiento rural y es un lugar
privilegiado para estar varios días disfrutando de un bosque
frondoso, bello y mágico.
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