lunes, 13 de octubre de 2025

PABLO PÉREZ HIDALGO alias "MANOLO EL RUBIO" o "EL RUBIO DE BOBADILLA"


No admito que me tachen de bandolero y asesino porque un revolucionario auténtico no asesina a nadie.

PABLO PÉREZ HIDALGO alias "Manolo el Rubio" o "El Rubio de Bobadilla". 1976.


   Hace 20 años recogí mi primer libro sobre bandoleros titulado "Bandoleros en la Serranía de Ronda", de Isidro García Cigüenza y, e apenas dos semanas me leí el libro. Después vinieron más libros sobre dicha temática, por ejemplo; "El Bandolerismo Andaluz" de Manuel Pérez Regordán; "Bandidos Célebres Españoles" (Tomos I 1963 y Tomo II 1968) de Florentino Hernández Girbal; "El Bandolerismo Andaluz. El bandolerismo: criminología del campo andaluz" de Constancio Bernaldo de Quirós y "Bandolerismo Contemporáneo" de Antonio Díaz Carmona. Disfruté de su lectura. Pero el último capítulo del libro "Bandoleros en la Serranía de Ronda" no hablaba de un bandolero, sino de un maquis, que al igual que un bandolero, hizo su vida en el monte, los motivos que le llevaron hacer una vida oculta en la monte difería a la de un bandolero. Lo que me animó a saber más sobre la historia de estas personas, y busqué algunos libros sobre los maquis para saber de ellos y de "la otra guerra", una lectura que me ha resultado dura de leer.

   En el libro de "Los Topos", en el capítulo que habla sobre la persona de Pablo, que fue entrevistado por los autores del libro y titulado "El último guerrillero", comienza con la noticia que dieron la agencia Cifra:

   Un año y veinte días después de la muerte de Franco, el 9 de diciembre de 1976, la Guardia Civil detuvo e la Serranía de Ronda a Pablo Pérez Hidalgo, el último guerrillero. La agencia Cifra transmitía así la noticia a sus abonados: "Fuerzas de la Guardia Civil de la compañía de Ronda acaban de detener al que puede ser considerado el último bandolero de la serranía en la que llevaba escondido más de veintisiete años. Se trata de Pablo Pérez Hidalgo, de sesenta y cinco años, alias "Manolo el rubio", natural de Bobadilla. Se encontraba escondido en el cortijo El Cerro del término municipal de Genalguacil desde el año 1949, haciendo vida marital con Ana Trujillo Herrera, alias "La Oveja", de la que no ha tenido hijos. El marido de "La Oveja" fue fusilado durante la guerra". A continuación el despacho de la agencia aludía a quemas de conventos y delitos de sangre cometidos por el último maquis.


   Sobre su fecha de nacimiento solo he conseguido dar con el año,  1911, en Bobadilla, Málaga. Sus padres, Pablo y Catalina. De familia campesina, pobre y analfabeta, lo que era habitual en las zonas rurales. Como él mismo declararía en 1976, en aquella época los pobres pasaban hambre, ya que de lo único que podían hartarse, y no siempre, era de pan.

   Durante algunos meses acudió a la escuela, donde aprendió más bien poco (sumar, restar, multiplicar y poco más), "y malamente" llegó a afirmar en una entrevista. En el libro de "Los Topos" de Jesús Torbajo y Manuel Leguiniche que muestra la entrevista completa que le hicieron a Pablo, comenta de como aprendió a leer: 

   Aprendí a leer mientras guardaba las cabras. Todavía me acuerdo del maestro que teníamos. Cuando los chiquillos dejaban la escuela no había ni uno que supiera echar una raíz cuadrada... Lo normal era dejar de estudiar a los diez u once añillos y "hala, fuera, al monte a cuidar cabras". La mayoría de nuestros padres decían que para trabajar en el campo no es necesario saber leer ni escribir, y los chiquillos lo que hacíamos era jugar y trabajar y el que aprendía algo era porque tenía afición.

   Yo, como mis padres, también fui jornalero. Unos días lograba faena y otros no. Unas veces trabajaba con un patrón y otras con otro. Si no había tajo se iba uno a la plaza a esperar de brazos cruzados por si algún cachicán (capataz) lo contrataba. Pasábamos hambre a espuertas y el que diga que no, miente, porque yo creo que hartarse de pan no es precisamente vivir. Y el hartazgo de pan cuando venían bien dadas, porque lo habitual era que la madre restringiera existencias por lo que pudiera faltar al día siguiente.



  También recordaba como empezaban a trabajar al amanecer muertos de frío hasta que se ponía el sol y cobraban trece reales al día, cantidad que no le llegaban ni para el tabaco.

    A sus dieciocho años tuvo su primera novia, la única.

    Hizo el servicio militar en Almería, en un batallón de ametralladoras, servicio que duraba un año. Se diplomó en tiro de ametralladora, de mosquetón y de pistola de nueve largo, esta última fue la pistola reglamentaria del Ejército Español al estallar la Guerra Civil, por lo que fue bastante utilizada por ambos bandos. Era miembro del Partido Comunista: "El Partido Comunista, al que siempre he pertenecido, mantenía una tesis equivocada en aquellos tiempos: nos aconsejaba que cuando llegara uno al Ejército no se apuntara ni para cabo, de manera que yo no me apunté a nada. Total, que a la fuerza me hicieron allí soldado de primera para instruir a unos quintos que vinieron en el siguiente reemplazo".


   

Se afilio al Partido Comunista cuando cumplió los veinte años, en 1931, con el carné número trescientos sesenta y siete de Málaga.

   Una de las cosas que más recuerda antes de la Guerra Civil es cuando volvió del Ejército en el año 1933. En noviembre de ese mismo año, se celebraron las elecciones que ganó la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) de Gil Robles. El Partido Comunista lanzó un manifiesto en contra del Gobierno de Alejandro Lerroux, de la que hicieron copias y Pablo Pérez se quedó con unas cuantas. Dieron con las copias que tenía Pablo por un chivatazo. También le descubrieron una pistola y fue condenado a seis años, seis meses y un día, que es lo que daba entonces la Ley de la República. Por las octavillas le echaron doce años. Salió a los doce meses. Durante todo el período de la condena lo pasó en la prisión provincial de Málaga. Periodo que abarcó desde el 23 de febrero de 1935 hasta el 23 de febrero de 1936.

   Por su paso por la cárcel, dice:

"En 1935, a raíz del movimiento de Asturias, creció la represión. En aquel tiempo, en la cárcel de Málaga había más de doscientos presos políticos. El trato no era muy malo, pero la disciplina resultaba más propia  de un cuartel. Cumplí dentro los veinticuatro años. Nos tenían a todos juntos en una sala muy grande. Yo empezaba a destacar entre los jóvenes como un rebelde. Siempre he creído que la cárcel es una escuela para revolucionarios. Mi madre acudía a verme y me traía fiambres y otras cosillas. Éramos una familia muy unida".

   Salió de la prisión por una amnistía general por las elecciones de 1936. Tras su salida se fue a su pueblo natal, Bobadilla:

"En Bobadilla me recibieron en medio de una ruidosa manifestación. Asaltaron la iglesia y golpearon varios coches, propiedad de unos latifundistas, para celebrar mi llegada. Así estaba el ambiente. Se fueron en busca de un terrateniente muy explotador, que era dueño de un cortijo, el más grande del pueblo, y no lo encontraron, porque si lo pescan, creo yo que lo tiran a un barranco. Lo único que hicieron fue abatir las puertas del cortijo".

   Llegó a ser el secretario general de radio del Partido Comunista. Si en el pueblo había doce comunistas, entonces se podía constituir una organización legal y eso recibía el nombre de "radio". En aquel tiempo, en Bobadilla, los comunistas pasaban de las cuarentas personas. Todos pertenecían a la UGT.

   Continua hablando de Bobadilla:

  "Mi pueblo, Bobadilla, es una aldehuela que pertenece a  Antequera. Entonces contaba con trescientos o cuatrocientos habitantes, hoy ni eso. Es un pueblo venido a menos, destrozado, tiene barrios en ruina donde ya no habita nadie.

   Por aquellos años, todo estaba en manos de los terratenientes, pero había inquietud social y el sindicato nos ponía al corriente de nuestros derechos. A pesar de todo, la que más no enseñó fue la Guerra".


   Al margen de las diferencias con los terratenientes, eran con el cura del pueblo, donde las fricciones eran constantes. Del cura señala: 

"Tan de derechas, que, cuando el "bienio negro", tenía una lista preparada con sesenta nombres apuntados para fusilarlos si ganaba la elecciones. El hablaba y hablaba en contra de las clases trabajadora. Yo no iba a la iglesia, pero estaba bien enterado de sus diatribas. Su insulto preferido contra nosotros era afirmar que debíamos comer mucha cáscara de naranja y almendrilla, que es esa piedra que machacan las máquinas para construir el firme de las carreteras. A los trabajadores los llamaba automáticamente comunistas y, según explica desde el pulpito, lo único que pretendíamos era arrebatar su riqueza a los que la tenían y robar y robar. Cuando la Guerra se marchó de allí, desapareció misteriosamente antes de que pudieran echarle mano. Se llama don Juan, y Dios, si es que existe, lo tenga en su gloria".


   A los cuatro meses de su salida de prisión estallo la Guerra Civil, y explica como fueron los primeros días:


"Unos y otros nos preparábamos para lo peor, nosotros por medio de nuestras milicias. José Antonio viajó a Alemania justo unos meses antes de estallar lo que llamaron movimiento y se temió que prepararon algo gordo contra la República. En Bobadilla no contábamos con armamento, sólo que como es un pueblo cazador, cada uno tenía una escopeta. Yo era el instructor de los milicianos. Una tarde estábamos haciendo instrucción se presentaron dos parejas de la Guardia Civil con un brigada al frente. Como los vi llegar, ordené romper filas, pero me localizaron enseguida y el brigada me puso la boca de la pistola en la cabeza. Fue una situación muy violenta. Rodeado de civiles me fui a la estación del pueblo para hablar por teléfono con Rodrigo Lara que estaba en el Gobierno Civil. El Gobernador era uno de los nuestros. El incidente acabó allí y al brigada lo destinaron a otra parte".


Continua contando:

"El estallido de la rebelión de Franco me cogió en el campo. Por cierto, que todavía me deben los jornales de aquella semana. Estaba en el "Cortijo del Muerto". Alguien que pasó por allí nos gritó: "¡Los militares se han sublevado en África!". Dejé la hoz, los arreos y me fui de estampía al pueblo. Aquella misma noche salí con un grupo hacia Málaga. Había que echar una mano para evitar que triunfara la sublevación de los facciosos. Cuando llegamos a Málaga la derecha resistía desde las casas. Nosotros sólo intervenimos en el asalto a un edificio. Nos dispararon unos tiros, respondimos al fuego y tomamos por asalto la casa. Éramos cuatro o cinco, y cuando llegamos, los pájaros se habían esfumado. No hallamos armamento, lo único que había era una familia y una de las hijas se abrió el vestido y nos mostró las tetas para que la registráramos. "No -dije yo-nosotros no vamos meter mano en el pecho a nadie, pero de aquí han partido los tiros". Nos lo llevamos a todos y un borracho mató al dueño de la casa. Son cosas que no deben hacerse, pero que ocurren. Más tarde, estábamos apostados junto a una farmacia y llegó uno, borracho perdido, provisto de una lata grande llena e gasolina. Me pidió un revólver y le solté un golpe que lo tiré por los suelos. Cuando nos fuimos volvió y prendió fuego a la farmacia".


   A Málaga llegó el Ejercito sublevado y los milicianos empezaron a moverse de un sitio a otro, allí donde surgiera el peligro. En tren se fue con los milicianos a La Roda: "Fuimos en tren a La Roda, todos cantando, para sofocar una manifestación y al poco tiempo, la tomó La Legión. La volvimos a recuperar y nos la volvieron a quitar".

   Después regreso a su pueblo, al frente de un comité de Guerra: 

"...y puedo asegurar que no matamos a nadie en el pueblo, no nos metimos con nadie de la derecha. Sin embargo, cuando ellos entraron hicieron el escabeche. Se liaron a matar y mataron una pila de gente en un pueblo tan pequeño como era aquel. Quedó diezmado".

   Son muchas las anécdotas que ha vivido, una de ella es con un guardia civil retirado:

"Me acuerdo de un guardia civil retirado que era de derechas, todos los sabíamos. Cuando el Movimiento me lo tropecé en Málaga y los compañeros me lo advirtieron: "Mira quién viene por ahí". Y digo: "Anda, dejarlo, dejarlo en paz". Pues ése me ha matado unas cuantas veces. Siempre que por esta tierra se decía que me habían liquidado, ese hombre presumía de haber sido él. Un "héroe". En aquel tiempo, yo podía haber dicho a cualquiera de los que venían conmigo: "Detenedme a ése". Con acusarle de fascista bastaba y, sin embargo, lo dejé ir".


   El 14 de agosto de 1936 el bando sublevado tomaron Bobadilla y los milicianos, incluido Pablo, abandonaron el pueblo sin resistir. Ya en la retirada vieron el polvo que levantaba la columna de camiones que llegaron para atacar el pueblo. Se fueron al Valle de Abdalajís. Comenta: "Allí ascendí a capitán. Primero fui sargento de la compañía, luego hubo una operación sobre Antequera y al volver me hicieron teniente. Más tarde me entregaron los galones de capitán".

   

   Permaneció en el frente de Málaga hasta el 29 de enero de 1937. "En la Orejas de la Muía resistimos durante tres días". Sobre el nombre de "Orejas de la Muía", que es como viene escrito en el libro de "Los Topos", en la que los autores del libro escriben la entrevista que hicieron a Pablo, como ya mencioné. Empecé a buscar alguna información y entre los libros que tengo en mi humilde biblioteca de los que hacen referencia a los Maquis, es en el libro de "Bandoleros de la Serranía de Ronda" -no es un libro que haga referencia a los maquis, solo a bandoleros, pero en el último capítulo escribe sobre Pablo porque fueron muchos en esa época que lo señalaban de bandolero por estar oculto en la sierra-, en el último capitulo escribe sobre la persona de Pablo, en la que el autor de dicho libro, se desplazó hasta Genalguacil para entrevistarse con Pablo alias "El rubio de Bobadilla", también le comentó este hecho, Isidro, oriundo de la Riojilla Burgalesa, lleva muchos años afincado en la Serranía de Ronda y sus oídos están acostumbrados al habla de la Andalucía rural y en su libro escribe "En la oreja de la Mula".

   Sobre lo pasado en el lugar continua:

"Si todas las demás fuerzas hubieran hecho lo que nosotros, Málaga no la ocupan. Por allí no pasaron hasta que nos retiramos. Hubo unas pocas de bajas pero no nos movieron un milímetro, aguantamos mecha hasta que nos ordenaron: "Venga, para atrás, que vamos hacer ahí una línea". ¡Cojones, la línea era en Almería! Cuando llegué a la posición que me asignaron me habían dejado solo. Mandé al cabo furriel: "Anda, vete a por el suministro que está en la carretera". Al poco regreso el Cabo con mala noticias:

   -Está el suministro, pero ya no queda un alma.

   Quise verlo con mis ojos. Al llegar a la carretera, que estaba desierta, vimos con los prismáticos, sobre el horizonte, el avance de un convoy de los fascistas. Miré a mi alrededor. Estábamos solos, condenadamente solos. A partir de allí, dimos marcha atrás".


   Llegaron a Vélez-Málaga y la compañía empezó a dispersase. Sobre el abandono de Málaga cree que la culpa fue del Estado Mayor:

   "Creo que la culpa  de aquel descalabro la tuvo el Estado Mayor de Málaga, si hablamos solo de Málaga, porque si buscamos solo responsabilidades más arriba, llegaríamos al Estado Mayor Central. Faltó organización y empeño para la defensa de Málaga. Desde días antes se sabía que la ciudad estaba perdida. ¿Por qué esperar al último momento para evacuar a la población civil?. Ni las fuerzas armadas, ni la población podían ya retirarse en orden y así se produjo aquella matanza en la carretera hacía Almería por los barcos y los aviones rebeldes. A mí me cabe el orgullo de poder decir, con la cabeza bien alta, que la mayor parte de las fuerzas a mi mando entregó el fusil en Almería, en un control de guardias de asalto. Se disolvieron las milicias y me integré  en el Ejército de la República".  


   Continua:

   "El Gobierno me confirmó en el grado de capitán. De momento no tuve que pasar ningún examen hasta que me inscribieron en la escuela de Paterna, en Valencia, y allí seguí en unos cursillos. Primero me enviaron a una brigada internacional mandada por un comandante checo. Después me dieron el mando de un batallón. En la brigada internacional no había sitio para mí porque los puestos de mando estaban cubiertos. Así es que volví a la escuela y me destinaron a la 215 Brigada de Teruel. Allí me quede ocho meses hasta que termino la Guerra".


   Sobre el Ejército de la República, opina Pablo, que si se hubiese logrado poner en pie un ejército disciplinado, como se merecía la República, la Guerra habría tomado otro cariz. Pero a veces, en los altos estados mayores había indecisiones y la indecisión en la lucha significa la derrota.

   Como ejemplo puso a Enrique Lister, que fue un político y militar después de haber ejercido las profesiones de cantero y obrero:


"...Lister, que no era un indeciso, tenía buena fama de guerrero y no por su cara bonita, sino porque, frente donde llegaba, hacía temblar a los fascistas. Pero a los españoles lo que nos pasa es que cuando uno es más capaz que los demás le tomamos envidia y eso es lo que le ocurrió a Enrique Lister".


   En las batallas en las que participó hay una que que recuerda mejor que las demás:

   "La batalla que mejor recuerdo es una que libramos en el frente de Granada. Nos mandaron a tomar un cerro a las claras del día, ocupado por una brigada. Nos lanzaron a nosotros al ataque porque los del batallón que lo intentó primero estaban muertos de miedo y fueron incapaces de ganar la cota. Luego el Estado Mayor los desarmó por cobardes. El asalto comenzó a las diez de la mañana. El enemigo nos veía a pocos cientos de metros, de forma que nos hincamos sobre él. Allí hubo una carnicería por ambos lados. Matamos al famoso capitán Rojas, el que llevó a cabo la represión de Casas Viejas. Tomábamos nosotros la ofensiva cuando el capitán Rojas lanzó el contraataque saltando por encima de las trincheras. Todavía lo estoy viendo: venía como a unos cien metros, con camisa blanca y haciendo fuego con una ametralladora. Yo estaba al mando de un compañía de ametralladoras. Había ocho maquinas y mandé parar el fuego hasta que los tuvimos casi a quemarropa. Entonces grité con todas mis fuerzas: "¡Fuego!". Hicimos una sarracina pero también nosotros tuvimos negocio. La aviación de ellos nos machacó vivos".


   El final de la Guerra Civil le pilló a Pablo Pérez en Abejuela, Teruel, en el límite de la provincia con Valencia. Al mando del batallón de la 215 Brigada.

   "Unas dos horas antes de la rendición, el jefe de la brigada me había ordenado que me hiciera cargo. Aquello me olió a pescado frito. La Guerra estaba a punto de terminar. Yo seguía allí porque el partido me había dicho que los comunistas debían de ser los últimos en abandonar el barco. Así que me hice cargo de la brigada. Un capitán del Estado Mayor que era amigo mío y huía a doscientos o trecientos metros por delante me hizo llegar una notilla con un enlace. El papel decía: "Avisa a los batallones que se vaya cada uno por donde quiera y lárgate. Esto ya esta jodido para siempre".

   Avisé a los batallones para que comenzara la desbandada, para que cada uno corriera por donde viniera e gana.

   Me dirigí hacia Valencia con la intención de tomar un barco de los que zarpaban hacia Argelia. Estuve cinco días sin poder pasar nada por el gaznate, de veneno que tenía en el cuerpo, de la rabia que me consumía, por aquel desgraciado final que no podía aceptar. Cuando llegué a Valencia lo único que tomé fue un vaso de café. El padre de un teniente que venía conmigo me dijo: "Ya no hay salida, los barcos se han ido, hay que resignarse". Pero, ¿cómo nos íbamos a resignar?. La resignación es la cobardía de los hombres. Para mí, Pablo Pérez Hidalgo, la Guerra no ha terminado".

   

   Llegó a Albacete con un camarada asturiano, Remigio Hevia, donde había una fuerte concentración de legionarios. Para evitar que lo internaran en un campo de concentración fueron en dirección del Valle de Abdalajís. Llegaron el 1 de mayo de 1939. El objetivo era llegar al Peñón de Gibraltar: 

   "Nuestro objetivo era buscar una vía de salida hacia el Peñón de Gibraltar. Mientras tanto, pedíamos rancho en los cortijos, con cuidado de acercarnos sólo a los mas pobres, donde intuía que no íbamos a toparnos con sorpresas".


   Sobre los campesinos andaluces que ayudaban a los guerrilleros, hubo una publicación por el diario El País el 3 de agosto de 1977. La noticia: "Dos sacerdotes de la parroquia de la Divina Pastora, de Motril, se negaron a oficiar, por su matiz político, un funeral en memoria de once personas de la aldea granadina de Puntalón que habían sido fusiladas hace exactamente treinta años, durante las persecuciones en la provincia granadina a guerrilleros del maquis. Los once fusilados (nueve hombres y una mujer de la misma familia más otra persona no identificada) fueron dados por desaparecidos el día 1 de agosto de 1947, sin que oficialmente se reconociera entonces su muerte, hasta que fueron hallados sus cadáveres en un monte bastante alejado de la aldea, y trasladados al cementerio de Gualchos, donde se encuentran enterrados en una tumba colectiva, sin ningún tipo de lapida recordatoria".

   Sobre su huida dirección a Gibraltar y de hay a Marruecos, sigue contando:

   "Nunca llegamos al Peñón, ni siquiera a La Línea. Nos tuvieron meses engañados diciendo: "Todo listo, mañana os pasamos". En aquella época pasaron a nado dieciocho, entre ellos cuatro hermanos. Habían preparado unas cuerdas de esparto para nadar amarrados entre sí. Los que mejor sabían nadar iban delante. Uno de los hermanos se ahogó en la travesía y arrastraron con la cuerda hasta Gibraltar, donde fue enterrado.

   Del Peñón los ingleses devolvieron a muchos compañeros. A los dieciocho, si no es por la intervención enérgica del cónsul francés, los devuelven también a Franco. Algunos, pagando, conseguían que les pasaran a Túnez, peros los barqueros terminaron por chivarse a las autoridades".


GUERRILLEROS O MAQUIS

   "No todos los individuos que se relacionan en nuestra historia pertenecieron a la llamada organización "maquis", palabra francesa, derivada de "maquia" que adoptó la organización guerrillera de aquella nación hermana contra la ocupación nazi".

"El Maquis en la provincia de Cádiz"

Manuel Pérez Regordán


Etimología

   La palabra "maquis" proviene del vocablo francés, que a su vez del corso, que equivale a paisaje de arbustos y matorrales (maquia).

   En Francia se comenzó a usar este epíteto para denominar a grupos guerrilleros de la resistencia francesa contra las fuerzas de ocupación alemanas en la Segunda Guerra Mundial que se escondían en zonas montañosas o bosques. La expresión francesa "prendre le maquis" es equivalente a la española "echarse al monte". A los resistentes encuadrados en estos campamentos se les llamó "maquisards".


Comienza su vida en la guerrilla

   Pablo Pérez Hidalgo alias "El Rubio de Bobadilla" nunca tuvo verdadero interés de huir:

   "Nuestro partido no sacó a nadie de aquí porque preparábamos la insurrección general. Yo no tenía ningún interés en fugarme. Mi puesto estaba en la lucha, en la guerrilla. Del 39 al 42 operamos en pequeños grupos de tres. La guerrilla no estaba organizada. Hoy comes aquí, mañana en el otro lado; había que resistir como fuera. Entre mis compañeros la primera intención había de escapar a cualquier precio, pero cuando estallo la Guerra Mundial decidieron que era mejor reanudar la lucha. Nuestro trabajo consistía en organizar los grupos lo mejor que se pudiera a la espera de la insurrección armada contra  Franco.

   Fui nombrado, en 1943, jefe de la agrupación "Stalingrado", nada más formarse la guerrilla. Éramos cincuenta hombres y me eligieron en una asamblea comandante de la zona, desde Cortes hasta Coín".


   Por la prensa inglesa y por un periódico en español que se editaba en el Peñón de Gibraltar y que les llegaba por contrabando se mantenían informados del transcurso de la II Guerra Mundial. Lo recibían a diario. 

   "Leíamos también el diario de la resistencia titulado República y que se tiraba en Granada".

   "Acampábamos cada día en un punto distinto de la Serranía de Ronda. Pasábamos todo el frío que se quería y todo el calor, siempre con el macuto al hombro".

   Habla  de otro grupo guerrillero con el que unieron fuerzas:

   "Más tarde surgió otro grupo formado por un guerrillero que era de la CNT y que había pertenecido a la Guardia Civil. Nos pusimos en contacto con ellos para unir fuerzas y así lo decidimos en una asamblea. Se cambio el nombre de Agrupación "Stalingrado" y bautizamos a la nueva guerrilla como Agrupación "Fermín Galán". El de la CNT fue elegido jefe*. Aunque uno tenga poca diplomacia en ocasiones hay que demostrarla, ese hombre era hábil pero muy egoísta. Si no se le nombraba jefe lo único que iba a poner serían chinitas en el camino. "Pues bueno -dije-, vamos hacerle jefe de la "Fermín Galán".


   *Se refiere a la persona de Bernabé López Calle, nació en Montejaque (Málaga), el 30 de mayo de 1899 y falleció en Medina Sidonia (Cádiz), el 30 de diciembre de 1949. Fue Guardia Civil, anarquista y guerrillero.

  

   Las operaciones de la agrupación dependía del Comité Regional del Partido Comunista de Sevilla. 


   Sobre la fecha de la Agrupación "Fermín Galán", en el libro de "Los Topos"  de Jesús T. Y Manuel L., en la entrevista que le hacen a Pablo Pérez Hidalgo, dice que fue en al año 1945, que según es el año que dice Pablo en la entrevista que ellos le hicieron y que aquí expongo en gran parte, mientras que en otros libros consultados del mismo tema el año de creación de la agrupación fue en 1949. El porque del nombre de "Fermín Galán", es en homenaje Fermín Galán Rodríguez, que fue el que llevó a cabo la fallida sublevación de Jaca.

   Aunque unieron fuerzas Pablo Pérez Hidalgo y Bernabé López Calle, la relación de ambos no debieron ser muy buenas como consecuencia de la siempre latente rivalidad entre anarquistas y comunistas. Bernabé era anarquista y Pablo comunista.

   La alimentación de los guerrilleros era como la de cualquier campesino. Un día solo comían sopa, al otro un borrego asado o frito y muy poco alcohol, "...el alcohol no es buen consejero del guerrillero".

   Para la provisión de alimentos o víveres:

   "El avío lo comprábamos en los cortijos o lo robábamos o los compañeros que tenían dinero mandaban al pueblo a por lo que hiciera falta. El café nos sobraba porque en aquel campo con las recoverías y el contrabando lo comprábamos con facilidad".


   Los uniformes y el armamento que solían llevar los guerrilleros:

"...pantalón de pana, la camisa caqui y la boina. Disponíamos de pistolas, fusiles, escopetas y una ametralladora. Era un material abandonado en los cortijos por los ejército republicano. Tampoco nos faltaban las granadas, que se utilizaron en un encuentro con un camión de guardias civiles, en la parte del Burgo".

   Sobre los encuentros con la Guardia Civil, comenta uno que se produjo en Alpandeire:

   "Por aquella época hicimos contacto repetidas veces con la Guardia Civil. Uno de los choques se produjo en Alpandeire. Fue un chivatazo, como siempre. Nos metimos un grupo de siete guerrilleros en una casa de campo. Por la noche el dueño salió con la disculpa de que iba a revisar los cepos de conejos. Lo que hizo el hijo de puta fue avisar a la Guardia Civil. Era un 19 ó 20 de noviembre, lo recuerdo bien porque sucedió en un aniversario de la muerte de José Antonio. Elegimos aquel lugar porque otro grupo nuestro había cruzado antes por allí y les había atendido. Uno de los que estuvo en aquella ocasión y que venía con nosotros, nos dijo: "Quedémonos aquí, este hombre es de confianza". Y por no conocer la psicología de la gente se equivocó de medio a medio. Sucedió hacia la una del mediodía en medio de un temporal de agua. Dormíamos cuando llamaron a la puerta de la casa. El asturiano Hevia se despertó bruscamente al oír los golpes. Tomó un fusil y preguntó: "¿Quién es? ¿Quién va?".

   -Soy el sargento de la Guardia Civil, ¡entregarse! -respondieron al otro lado del portón.

   -¿Entregarnos? ¡A la mierda, a tomar por culo! el asturiano disparó a la altura del pestillo y se puso a cubierto.

   Ahí empezó el "fregao". La Guardia Civil, reforzada por una cuadrilla de falangista, desplegó a sus hombres en torno a la casa y se liaron a tiros. Nosotros no podíamos hacer fuego desde el sitio donde estábamos porque no había ventana que diera al exterior, tan sólo una puerta. Pero el techo era de tablones y lo partimos a hachazos. Así logramos bajar a una habitación inferior que tenía puerta y ventana. Unos  tomamos posiciones en la ventana y otros en la puerta y practicamos un boquete en el muro con una barra de viñedo. Así abrimos tres aspilleras desde donde responder al fuego.

   La batalla duró dos horas. Dimos muerte a tres de ellos y nos hicieron tres a tres de los nuestros. Logramos escapar monte arriba mientras ellos, una docenas de civiles y un montón de falangistas, nos esperaban abajo. El asturiano resultó herido en una muñeca de un tiro de fusil y los otros recibieron perdigones de cartucho de caza. Allí mismo les practicamos la primera cura.

   En otras ocasiones también nos coparon y anduvimos a tiros por la sierra, pero la hora de la insurrección no llegaba".


   También había casos en que en las guerrillas el enemigo lo tenían en el interior, eran gente que la única intención era el saqueo y que mediante la mentira ingresaban en alguna agrupación. La agrupación de Pablo fue una de las muchas que lo sufrió, así lo cuenta:

   "En la guerrilla, no todo resultó trigo limpio. Hubo que luchar no sólo con el enemigo sino con algunos de los que habíamos dentro. Se infiltraron muchos granujas. Se dieron casos de venir tipos a la sierra, no por unas ideas o por persecución de la justicia militar, sino para el saqueo, la rapiña. Ésos aprovecharon la ocasión y cometían fechorías, de modo que cuando uno quería enterarse el daño ya estaba hecho. Apareció en el monte uno que era de la parte de San Roque y que nos vendió la patraña de que se había escapado de Ronda porque lo iban a fusilar. Un cuento chino. La verdad es que era un gallofero que había robado cuatro o cinco chivos y lo buscaba la Guardia Civil para enchiquerarlo. Cuando lo supimos era tarde; el fulano se nos marchó vivo y nos delató a todos. Por él metieron en la cárcel a una pila de criaturas".


   También hubo casos heroicos, como el protagonizado por una mujer y que luchó en la guerrilla:


   "De esos bribones hubo unos cuantos que se dedicaron a robar y secuestrar a pequeños campesinos para sacarles ocho o diez mil pesetas. Pero se dieron también casos heroicos, como el de Juana Chacón, guerrillera como nosotros que ahora está en Marruecos, en Casablanca, y a la que trajo su marido a la sierra y que luchó a nuestro lado".


   En la época de verano dormían debajo de los árboles y en invierno montaban tiendas de campaña de hule como las que utilizaban los arrieros para tapar las cargas de las caballerías. Las tienda las llevaban cada uno en un morral del ejército.

   En las guerrilla había disciplina, aunque no era tan rigurosa como la del ejército. El trato entre ellos era de camaradería.  Sobre esto, Pablo señala: 


    "Algunos, por ser más viejo que ellos, me decían de usted, pero los que eran de una edad similar me tuteaban. A cada instante debía de ponerme serio en cuanto alguien se salía de las reglas, pero nos respetábamos unos a otro".


   Sobre la convivencia diaria, cuenta:


   "A lo primero, pasábamos días y días tumbados sin hacer nada, con unos pocos centinelas; luego, cuando vino la persecución fuerte uno podía quedarse muy poco tiempo en el mismo sitio. Al levantarnos por la mañana hacíamos una descubierta por el campamento, si nuestra intención era permanecer allí. La descubierta tenía un "radio de acción" de doscientos o trescientos metros. Luego tomábamos café con pan, o pan con aceite, con grasa, con morcilla, con tocino, con lo que hubiera. Luego el día transcurría con lecturas, charlas y comentarios del periódico de Gibraltar sobre el curso de la Guerra Mundial. Alguna que otra vez surgían altercados por la convivencia, por diferencias de opinión y se porfiaba, pero las discusiones mayores se cortaban de pronto.

   Entre los nuestros había gente del PC, de la CNT y quien no pertenecía a ningún partido, pero en lo tocante a cuestiones políticas no se daba lugar a que se produjeran peleas entre nosotros".


   Se solían mover por las noches y llegaban hasta recorrer cuarenta kilómetros en una sola noche. Estos desplazamientos tan largos eran necesario para desorientar a la Guardia Civil y confundir a los chivatos. Estaban provistos de linternas, pero sólo las utilizaban cuando pasaban por un paso o para vadear un arroyo difícil. El terreno lo conocían palmo a palmo, de hay que pudieran recorrer largas distancias por la noche, de lo contrario no podría ser.


   "A lo que más temimos fue a las casas, por las denuncias, pero por regla general las evitábamos".


Contrapartidas   

   La Guardia Civil, para aumentar la eficacia en la lucha contra los maquis en España, y sobre todo en zonas muy accidentadas como la Serranía de Ronda, crearon las contrapartidas. Estaban formadas por grupos de guardias civiles, entre seis u ocho, y en algunos casos se les unía falangistas o antiguos somatenes (milicia organizada antiguamente para colaborar con la seguridad en los pueblos), que vestían como los guerrilleros y vivían en los montes como ellos. Era la policía secreta de aquellos tiempos, que dependían habitualmente de alto mando de la provincia, y se hacían pasar por guerrilleros auténticos ante la población civil de la zona.  También se les conocían por Grupos Ambulantes de la Guardia Civil y solían ir con los fusiles atados con cuerdas y una manta al hombro, motivo por los que los maquis les solían llamar "los mantas". 

   La forma de operar de estas contrapartidas era doble. Por un lado intentaban localizar y contactar con los enlaces y colaboradores de los auténticos maquis, que, al confundirlos con los auténticos maquis, les confiaban los mensajes e información sobre sus protegidos, con lo que la Guardia Civil obtenía la identidad de enlaces, colaboradores y guerrilleros. Toda esta información era pasada a la Guardia Civil de uniforme para su actividad represora. Por otro lado cometían abusos y atropellos sobre la población civil, con el objetivo de desprestigiar a los maquis, ya que las personas que fueron agredidas por dichos ataques habían sido perpetrados por los maquis. 

    La presencia en las sierras de estos hombres, que, difícilmente se podían diferenciar de los auténticos guerrilleros, con el añadido de sus actuaciones contra la población de su entorno, creó un importante clima de inseguridad, rompiendo la confianza. La creación de las contrapartidas permitieron descubrir a muchos colaboradores y simpatizantes de los maquis, por su gran parecido, la población creía que eran los auténticos guerrilleros, por los que les ayudaban o encubrían, revelando así la posición de los que si eran los auténticos guerrilleros.

   Se practicaron numerosas detenciones y encarcelamientos como consecuencia de la actuaciones de las contrapartidas. Para los habitantes de los pueblos eran los maquis los que habían dado los chivatazos facilitando la detención de sus vecinos y familiares. Esto fue debilitando la confianza y colaboración que hasta entonces habían tenido en sectores muy concretos de la sociedad rural de la época, hasta el punto de llegar a estar casi aislados.


   Sobre el fenómeno de las contrapartidas, Pablo Pérez Hidalgo dice que hay detalles que los hacia diferenciarse de ellos:

   "En aquellos tiempos, los grupos ambulantes de la Guardia Civil vestían como nosotros. La misma ropa, el mismo aspecto. Los ambulantes iban en grupos de siete u ocho y se camuflaban para vigilar. Nosotros les decíamos "los mantas" porque llevaban siempre una manta en el hombro. Por eso también la gente los distinguía de nosotros. Cuando los mantas aparecían por algún pueblo de la sierra, la gente decía: "Ahí vienen los falsos guerrilleros".

   Los fusiles los traían amarrados con una soguilla para disimular, mientras nosotros colgábamos el arma con correaje. Nunca tropezamos con los ambulantes. Los olíamos nosotros antes. Los seguíamos con los prismáticos y en cuanto se movían en alguna dirección ya estaban descubiertos.

   También pululaba por aquí, a la caza de la guerrilla, una sección de moros, unos treinta y tantos moros, al mando de un teniente de Regulares. No llegamos a medirnos con ellos".

 

Financiación

   La forman que tenían de recaudar dinero las guerrillas era mediante los secuestros. Buscaban personas de alto poder adquisitivo para poder tener mayor garantías de cobrar los rescates, aunque había casos de familias que les costaba reunir la cantidad de dinero exigida.

   Sobre dicho asunto, Pablo dice:

   "El producto de los rescates de los secuestros no se destinaba a la Agrupación, se repartía entre los secuestradores para que ayudaran a sus familia o para sus cosas. Para la guerrilla sólo se abonaba la cuota de las doscientas pesetas. Al principio se estableció también el veinticinco por ciento de los atracos, pero luego se dejó sólo en las doscientas pesetas. Cuando alguien no disponía de dinero se le aguantaba hasta que lo consiguiera A mi familia no pude ayudarla porque nada sabían de mí y los tenía lejos, por eso las pasaba mejor, no necesitaba tanto parné, con tener para el tabaco y para echar un bocado me bastaba".


   La cantidad de los rescates variaban según a quién secuestraban y siempre a familias con un cierto poder adquisitivo para que la cantidad exigida fuera abonada.

   "Secuestramos a unos diez latifundistas. En aquellos años, pedir veinte o treinta mil duros era exponerse a tener que matar  al secuestrado. La cifra más alta que se daba por el rescate era de diez o quince mil duros, la tarifa. Alguna vez, sin embargo, se llevaron a cabo secuestros de mayor cuantía, como uno setecientas mil pesetas que para entonces era un fortunón. Se trataba de un capitalista gordo, jerezano. Lo secuestró un grupo que estaba conmigo en la parte de Alcalá de los Gazules".

   Hubo un secuestro fallido en el que no pudieron cobrar el rescate por el fallecimiento del secuestrado. Fue el 15 de octubre de 1942 en Alcalá de los Gazules, y el hecho nos lo describe Manuel Pérez Regordán en su libro "El Maquis en la provincia de Cádiz":


   "Fue secuestrado el vecino Juan Lozano Sánchez y trasladado en mulo hasta la "Pasada de Magaña", donde, parece ser que, victima de un ataque cardíaco, falleció. Los guerrilleros estuvieron esperando largo rato la llegada de las trecientas mil pesetas que habían exigido, las que, a pesar de haberla enviado los familiares, no llegaron nunca a su destino ni volvieron a los que las entregaron.

   Creyendo los maquis que el importe del rescate no llegaría nunca o que no lo pagarían cuando vieran que había fallecido el secuestrado, decidieron apuñalarlo para dar a entender que lo habían asesinado por no haber conseguido su propósito. No obstante, la autopsia verifica al cadáver y certificó lo que apuntamos, que no solo sabíamos por referencia de los vecinos de Alcalá sino por la que nos hizo Pablo Pérez Hidalgo, que fue uno de los secuestradores. Intervinieron el ya referido Pablo Pérez Hidalgo, (a) "Manolo el Rubio"; José Guerra Galván, (a) "El Guerra" y Juan Francisco Domínguez Gómez, (a) "Pedro el de Alcalá".


El comienzo del fin.

   "Nuestra lucha tenía un sentido, contribuir a la derrota del fascismo en el curso del II Guerra Mundial. Además, creíamos sinceramente que el pueblo español se levantaría un día en armas contra el dictador. Al llegar 1945, vimos que ninguna de las dos cosas era posible. Cuando terminó la Guerra Mundial y pasó lo que pasó en la tentativa de invasión a través del Valle de Aran y con la desarticulación de las guerrillas en Francia, nuestra suerte estaba echada. No quedó otro remedio que aguantarse porque ya no se podía salir.

   Cuando el intento de invasión por el Valle de Aran nosotros estábamos en Cádiz. Entonces llegó Santiago Carrillo de América y frenó los intentos de invasión de España. El primer factor que debieron tener en cuenta el Partido Comunista al abandonar la lucha contra Franco fue que el pueblo español estaba cansado de guerras. Nosotros la prueba la vimos también aquí cuando la población comenzó a volvernos la espalda. Al principio casi todos nos ayudaron, luego nadie lo hizo. Había que contar, como me pasaba a mí, con muy buenas amistades para sobrevivir. El tiempo que yo luché en la sierra me echaron una mano, pero a los demás guerrilleros no les sucedió lo mismo; en cuanto se instalaban, chivatazo que te crió".


   Pablo Pérez Hidalgo comenzó a vivir sus últimos como guerrillero. Viendo que tenía Franco para mucho tiempo y que ya no se movían por la sierra como de costumbre, lo que llevó a que muchos miembros de la guerrilla se desanimaron y cogieron camino a Tánger. Pablo cuenta como fue sus últimos momentos como guerrillero y fue en busca de un delator, que con sus chivatazos acabó con muchos de sus compañeros:


   "Tristemente, teníamos Franco para rato y ya no nos movíamos por la serranía como peces por el agua. Mucho de los nuestros se desanimaron y tomaron la dirección a Tánger. Otros se presentaron a las autoridades, incluso a cambio de un chivatazo, de una delación. Los que quedamos en la guerrilla seguimos corriendo de un lado a otro. Ahora el riesgo era mayor. Mudamos el campamento con mayor frecuencia para que los que habían estado con nosotros no supieran ya al irse por dónde parábamos. Comencé a desconfiar hasta de mi propia sombra. El problema de los cañuteros, de los soplones, se hizo gravísimo. Un día, acompañado de un gallego, me vi obligado a bajar a un pueblo, Casares, para matar al delator que después de robar cuatro chivos se vino a la sierra con nosotros. Nos hizo un daño incalculable. Ya he dicho que por sus chivatazos cayeron muchos de los nuestros.

   Entramos en Casares de mañana. Nos informaron que por Pascua iría para hacer un servicio a la Guardia Civil. No lo encontramos, pero si aparece lo acribillo a tiros. Era nochebuena, registramos en algunas casas, la gente comenzó a escapar ante el temor de un tiroteo y al no dar con él nos retiramos también. Es la primera vez que bajaba de la sierra, poco después entré también en Estepona clandestinamente para que me sacaran unas muela".


   Pablo dejó de operar militarmente por la sierra en los últimos días de 1949.

   "El reuma me mordió en la rodilla izquierda y decidimos disolver los restos de la agrupación. Quedábamos siete. Les entregué el armamento porque oculto en el monte ya no me serviría de nada. Abracé a Quiñones, al Caracol, a Juan Jiménez, a Francisco, a Barragán, a Antonio Rincón. Eran de Coín, de San Roque, de Málaga, de Cortes. Los vi marchar por una cañada hacia el sur. A los dieciocho días de separarnos, cuando yo curaba mi rodilla enferma, la Guardia Civil mató a los seis en una emboscada. Fue un chivatazo y llegó cuando estaban a punto de pasar a Marruecos. Ocurrió el 23 de diciembre de 1949".

   En el libro "El MAQUIS en la provincia de CÁDIZ", de Manuel Pérez Regordán cuenta como ocurrió los hechos en el término de Algatocín. Aunque hay que aclarar que el cortijo dónde se produjo los hechos fue en un cortijo que se encuentra en una zona llamada "El Chorrón", lugar en el que hay situado varios cortijos y en dicho libro Manuel Pérez Regordán cuando nombra el lugar de los hechos dice textualmente: "...un camino que se dirige al sitio conocido por "el Chorrón", no dice que el cortijo se llame así, únicamente el lugar dónde se encuentra. En otras fuentes consultadas dice que el nombre del cortijo que esta situado en "El Chorrón" se llama "Cortijo de María Luisa", también a personas  que conozco que viven en Benarrabá a las que le he preguntado personalmente. A continuación, parte del contenido que se narra en el libro y que os aconsejo que os hagáis con el libro por lo bien documentado y narrado, algo a lo que nos tiene acostumbrado Manuel Pérez Regordán en todos sus libros. Dice así:


   "Aún cuando los interesantes hechos que vamos a relatar ocurrieron en la provincia de Málaga, hemos creído convenientemente insertarlos en nuestra historia por haber parecido en la redada algunos de los maquis que, bien actuaron o nacieron en nuestra provincia de Cádiz.

   En la Serranía de Ronda, a 721 metros de altitud y distante 152 kilómetros de Málaga, se encuentra colgado como un nido de águilas el blanquísimo pueblo de Algatocín, con sus cerca de mil quinientos habitantes y el pequeño término que se aproxima a los veinte kilómetros cuadrados. El río Genal lo riega, uniendo en su correr el desperdigado vecindario de otras poblaciones, como Genalguacil, Benarrabá, Atajate, Jubrique y otros pequeños núcleos serranos.

   Siguiendo unos dos kilómetros por la carretera de Algeciras, se aparta a la derecha un camino que se dirige al sitio conocido por "el Chorrón", donde ocurrió la más importante redada que llevase a cabo la Guardia Civil para terminar con la guerrilla.

   Quedan aún en pie los vetustos muros de un abandono caserío que, ante el recuerdo de lo que allí ocurrió, sus dueños le privaron de puertas y viguería, con el fin de no habitarlo nuevamente jamás. La hiedra y el jaramago, la salamandra y el lagarto, son los únicos habitantes de estas paredes blancas en otro tiempo y hoy manchadas de ocre que chorrea desde los aleros que restan del viejo tejado.

   Consta de tres habitaciones o estancias: la primera, a la que se entra por un ancho portalón, es la más amplia de las tres y estuvo cubierta por un tejado a una sola agua. Un tabicón amenazante de derrumbe en lo poco que queda en pie la separa de la segunda estancia que -según afirman- tenía un techo plano, cubriendo el vano del ángulo con el tejado un endeble tabique, forjado de juncos y yeso, bajo el cual una destartalada chimenea hacía las veces de cocina.

   Más adentro aún, otra pequeña habitación, llena de viejos trastos en su época, facilitaba otra entrada al edificio.

   A este caserón llegaban todas las tardes los componentes de la última partida de maquis que recorrió la provincia de Cádiz y Serranía de Ronda: José Calvo Pena (era natural de Betanzos, en La Coruña); Juan Toledo Martínez, (a) "Caracoles" y "Tarántulas"; Juan Virgil de Quiñones, (a) "Juanito"; Juan Francisco Domínguez Gómez, (a) "Pedro el de Alcalá"; Francisco Moreno Barragán, (a) "Benito", y Pablo Pérez Hidalgo, (a) "Manolo el Rubio" y "el Rubio de Bobadilla".

   -Tenemos que encontrar la forma de escapar por Barbate; por Algeciras es imposible -decía "Manolo el Rubio".

     -Estamos solos y condenados a muerte. Todo esta perdido.

     -Ya han matado a Bernabé, al "Capitán", a "Palomo", a "Darío" y a mis hermanos Diego y Julián. Los pocos que quedan han conseguido huir; solo quedamos nosotros en la trampa sin poder salir -contesta "Benito".

     -¡Ahí viene el "Seco"! -gritaba desde una loma "Caracoles".

   Los cinco hombres restantes se levantaban cansinos todas las tardes y, con los ojos dirigidos a los pies, marchaban lentamente al viejo caserío del "Chorrón", donde Pedro "el Seco" les preparaba algo para comer. Era una comida en silencio de unos hombres totalmente amargados, ante el oscuro panorama de su vida y el desencanto de no haber podido ver triunfar una causa en la que habían depositado toda su ilusión. El pensamiento estaba siempre en la forme de huir de España y en el temor de la muerte.

    -¡"Seco"! ¡De aquí no te separes!

  -Estad seguros de que no os traicionaré -contestaba Pedro "el Seco".

   Noche tras noche, el dueño del caserío se veía obligado, más por miedo que por convicción, a servir la cena a los guerrilleros, con el doble miedo a ser descubierto por la Guardia Civil o a un desenlace nada claro por la desconfianza que siempre tenían hacia él los maquis.

   Ocurrió que una mañana "el Seco" fue citado al cuartel y, ante el Teniente, escuchó esta propuesta:

   -Mira, Pedro, nos hemos enterado de que tú estás dando de comer a los de la Sierra. No temas nada, que no pretendemos complicarte en el asunto que tú mismo te has buscado, pero tendrás que colaborar con nosotros si no quieres verte metido de lleno entre uno más de los guerrilleros.

   -¿Y qué debo hacer?

   -Le vamos a tender una redada a la partida, que sabes bien que es muy peligrosa y no queremos que falle nada. Ocho hombres se esconderán en el techo de la segunda habitación del caserío donde tú le das de comer y asomarán  las bocas de las metralletas a través del cañizo que forma el ángulo del tejado con el techo de la cocina. Como será de noche, no se darán cuenta de nada y como cenan en la primera habitación, los tendrán a tiro a bocajarro.

   -Mi Teniente, eso no puede ser, porque ellos, en su desconfianza, no me dejan separarme de la mesa y, si no caigo por los disparos de los Guardias, caeré por los que los guerrilleros me den en la refriega.

   -Es cierto, pero todo tiene solución. Primeramente pondrás a comer la carne de cerdo que te proporcionaremos y que tiene triquinosis, con lo cual, si alguno se escapa de los disparos no escapará de la enfermedad, y, en cuanto a tu escape, pondrás en la mesa poco pan, provocando así que algunos de ellos te lo pida, con lo que conseguiremos, no solo que te pongas a salvo entrando en la cocina, sino que servirá la petición como orden de fuego a la Guardia.

   -Así se hará, mi Teniente.

   -Pues esta misma noche pondremos el asunto en práctica. A las cuatro de la tarde, ocho guardias disfrazado de aceituneros entrarán en la casa y se esconderán en el cobertizo. Déjate la puerta abierta y atiende luego a los guerrilleros como siempre has hecho. No deben darse cuenta de nada.

     Marchó "el Seco" hacia "El Chorrón" abrió la casa y se distrajo un poco allí, como si estuviese haciendo alguna faena, con el fin de no preocupar a los guerrilleros que, sin duda, le estaban observando desde lejos. Al salir  se dejó la puerta encajada, pero sin cerrar con llave.

Tenía nuestro hombre un hermano en Algatocín que estaba enfermo, lo que aprovechó para aligerar la "faena" del día, ya que el temor al momento tanto le asustaba como le impacientaba.

   Sobre las siete de la tarde del 18 de diciembre de 1950, "el Seco" asomaba al lugar y divisaba a "Caracoles" que, montado sobre un árbol, vigilaba en defensa de la partida.

   -¡Caracoles! ¡Caracoles! Dile a los muchachos que vengan hoy a cenar antes porque, como sabes, mi hermano está enfermo en el pueblo y me tengo que ir con él.

   "Caracoles" bajó del árbol y transmitió a los guerrilleros cuanto le había dicho "el Seco", disponiéndose inmediatamente la partida para acercarse al "Chorrón".

   Estaba entre ellos aquella tarde, de manera casual, Antonio Rincón González, (a) "Rincón Perejil", del que consta oficialmente  en los archivos de la Benemérita que logró huir, pero que, como veremos, murió aquella tarde y se utilizó para su inscripción de defunción un nombre que no era el suyo.

   Pablo Pérez Hidalgo, (a) "Manolo el Rubio", se dirigió a Rincón y le dijo:

   -Mira Antonio, yo tengo un dolor de reúma en la pierna izquierda que no  me deja moverme. Yo no voy a bajar. Baja tú por mi y me traes algo de comer cuando vuelvas.

   -Como quieras.

  Lo seis hombres bajaron hacia el caserío y entraron confiados, como de costumbre.

  En  la primera de las estancias había una mesa larga y tres sillas a cada lado, que ocuparon los comensales. Frente a ellos -y sobre sus cabezas- , el tabicón de junco y yeso que separaba los techos y dividía otra habitación sobre la cocina.

   Ocho orificios dejaban salir los cañones de las metralletas, pero nadie las pudo observar porque se había hecho de noche y solo alumbraba el viejo candil que, pendiente de un clavo, chorreaba la pared coloreada de calamocha, con su grasiento aceite.

   "El Seco" colocó los platos y acercó una pringosa cazuela llena de carne sobre un hule sucio que cubría la mesa; para seis hombres, un cuarto kilo de pan. Al momento, uno de los comensales ordenó enérgico:

   -¡"Seco", aquí falta pan!

   -Voy por él; se me había olvidado.

   Fue ese el momento en que los ocho guardias hicieron vomitar fuego a sus metralletas y los guerrilleros cayeron acribillados sin tener tiempo de defenderse.

   Ocurrió que el primer blanco fue el candil y los guardias no pudieron darse cuenta de si habían conseguido completo su objetivo o no, por lo que siguieron disparando sin control. El primero en caer fue Antonio Rincón, que se encontraba sentado en el primer lugar de la parte izquierda de la mesa, por lo que su cabeza fue totalmente destrozada y, por tanto, irreconocible. Solo escapó, sin poderse tener en pie, Francisco Moreno Barragán, (a) "Benito", que al salir arrastrándose a la puerta fue rematado por uno de los cincuenta números de la Benemérita que ya rodeaban el caserío.

   Los guardias que seguían dentro disparando, ante el temor de que algún guerrillero quedase con vida. La pólvora hacía aquello irresistible cuando dejaron de disparar, pero, al momento, alguien daba muestra de vida en la habitación y la guardia redobló sus disparos sin control: era un gato que, en la oscuridad, lamía un platos.

   Cuando alguno de los números de la Guardia Civil que rodeaba el caserío determinó entrar en él, bajaron de su escondite los que estaban en el cobertizo y comprobaron que ningún guerrillero había quedado con vida.

   "El Seco", temblando como un niño, abandonó su escondrijo de la cocina y se dirigió  a la "Venta de las Corchas" para que bajaran mulos que trasladasen los cadáveres al cementerio.

   Aún recuerdan con horror los vecinos de Algatocín haber visto entrar la reata de mulos con los cuerpos sin vida de los seis maquis atravesados en los lomos, con las manos y los pies colgando en el vaivén de la muerte.

   Ante el Ayuntamiento, donde se encontraban el Registro Civil, el Teniente de la Guardia leía los nombres de los seis de la partida:

   -¿Quién conoce a Calvo Pena?

   -Este es -señala algún vecino del pueblo.

   -¿Y a "Caracoles"?

   -¡Este!

   El Teniente siguió pronunciando los nombres hasta llegar a "Manolo el Rubio". Solo quedaba un cadáver sin identificar y tenía la cabeza destrozada; era el de Antonio Rincón, que no figuraba en la relación que tenía la Guardia Civil.

   -Este debe ser "Manolo el Rubio". ¿Alguien lo reconoce?

   Nadie contestó y el cadáver fue depositado en la losa del cementerio, a la espera que el padre del presunto Pablo Pérez Hidalgo le identificara. A la mañana siguiente se realizó la identificación, según nos decía el propio "presunto cadáver" el 27 de marzo de 1985:

   -Mire usted, mi padre identificó el cadáver de Antonio Rincón como si realmente fuese yo. No sabré nunca si es que no le reconoció o que -si lo conoció- quiso de esta forma salvarme la vida. Tampoco sabré nunca si mi padre supuso que yo seguía vivo, puesto que nadie, a excepción de Ana, lo ha sabido en el mundo.

   Aquella tarde se tarde se inscribían en la sección tercera del Registro Civil de Algatocín las defunciones de José Calvo Pena, Juan Toledo Martínez, Juan Virgil de Quiñones, Juan Francisco Domínguez Gómez, Francisco Moreno Barragán y Pablo Pérez Hidalgo, este último con el cadáver de Antonio Rincón González.


Entorno conocido como "El Chorrón"



 De guerrillero a topo

   Después de la tragedia Pablo Pérez Hidalgo, (a) "Manolo el Rubio", se vio solo y pensando que cualquiera podía ser bueno para asesinar a una persona que estaba "muerto" oficialmente, y sin saber a dónde ir.

   Haciendo memoria, se acordó de una mujer que vivía en el término de Genalguacil, en el Valle del Genal, en plena Serranía de Ronda, en lugar conocido como "El Cerro". El marido de dicha mujer fue fusilado en transcurso de la Guerra Civil en el frente de Teruel y su hermano murió en el frente francés, contra los nazis. Aunque ella había huido a Francia, consiguió volver a su pueblo en 1945 con un niño prestado que lo hizo pasar como hijo suyo y, desde entonces, vivía en una choza frente al pueblo. Su nombre: Ana Trujillo Herrera, (a) "La Oveja".

   Ana, (a) "La Oveja", aunque vivía con sus padres, acogió a Pablo en su humilde choza y le hizo un cancel con juncos y enredaderas en uno de los ángulos, donde el maquis vivió encerrado poco más de ¡veintisiete años!

   La ropa que utilizaba Pablo la compraba Ana a escondida en Ronda para que nadie en el pueblo supiese que en su casa había varón. 

   "De igual forma le compraba tabaco y libros y es de ver, cómo nosotros vimos en su casa en 1985, la riquísima colección de obras de la literatura universal que aquella mujer fue comprando a su protegido".

   Pablo, desoyó de todos los indultos de Franco: 

"El de 9 de octubre de 1945, 17 de julio de 1947, 9 de diciembre de 1949, con motivo del Año Santo; 1º de mayo de 1952, en ocasión del Congreso Eucarístico de Barcelona; 25 de julio de 1954, en celebración del Año Jacobeo; 31 de octubre de 1958, coincidente con la Coronación del Papa Juan XXIII; 11 de octubre de 1961, 24 de junio de 1963, en la Coronación de Pablo VI; 1º de abril de 1964, en conmemoración de los "XXV Años de Paz"; 25 de julio de 1965, Año Santo Compostelano; 10 de noviembre de 1966, primer indulto sobre responsabilidades políticas, y Decreto Ley de 31 de marzo de 1969, por lo que se declaraban prescritos todos los delitos cometidos con anterioridad al 1º de abril de 1939, estos últimos auspiciados y llevados a mano del entonces Ministro de Información y Turismo Don Manuel Fraga Iribarne, que fue el que, realmente, y con la garantía de su cargo llevó a este terreno al Dictador". 

   A Pablo Pérez Hidalgo, (a) "El Rubio de Bobadilla" no le convenció ninguno de los indultos para salir de su escondite.

   Durante su vida clandestina, también tuvo tres guardianes, tres perros, sus nombres: "Alegría", "Libertad" y "Revolución".

   "Salía a la noche para hacer ejercicio y no dejaba de contemplar desde el chozo la vida de Genalguacil. Nos dijo que desde su ocultación seguía la fiesta del pueblo, su trajín diario y hasta la procesión de Semana Santa. Lo fundamental era "no dejarse ver"

   Disponía de una radio, que le facilitó Ana, escuchaba las noticias de Albania, Cuba, Pekín, Moscú... Noticias que recibía con esperanza para un hombre que ansiaba la terminación de la dictadura para volver a salir a la vida.

   "Nos decía, cuando le visitamos, que a los tres años comenzó hacer vida marital con Ana, sin que los padres se enterasen; fue un secreto absoluto. No quiso herir con ella a los padres de Ana, a los que quería como a sus propios padres por lo que estaban haciendo con él.

   En 1954 murió el padre de Ana y en 1976 la madre. De nada se enteraron sobre lo que había entre Pablo y su hija.

   -En 1969 salió un Decreto de amnistía. Franco podía haber ordenado que cesaran los fusilamientos, pero en cada pueblo había un Franco que era su vivo retrato y daba las mismas órdenes. Antes que verme en manos de los de mi pueblo prefería soltar el pellejo en cualquier rincón. Yo no me presenté a solicitar la amnistía".


   Fue el 31 de marzo de 1969, treinta años después de haber terminado la guerra, apareció el siguiente decreto:

   "JEFATURA DEL ESTADO. -La convivencia pacifica de los españoles durante los treintas últimos años ha consolidado la legitimidad de nuestro Movimiento, que ha sabido dar a nuestra generación seis lustros de paz, de desarrollo y de libertad jurídica, como difícilmente se han alcanzado en otras épocas históricas.

   Por ello y con ocasión de cumplirse el primero de abril de mil novecientos sesenta y nueve desde la fecha  final de la Guerra de Liberación, es oportuno hacer expreso reconocimiento de la prescripción de las posibles responsabilidades penales que pudieran derivarse de cualquier hecho que tenga relación con aquella Cruzada quedando de esta forma jurídicamente inoperante, cualquier consecuencia penal de lo que en su día fue una lucha entre hermanos, unidos hoy en la afirmación de una España común más representativa y como nunca más dispuesta a trabajar por los caminos de su gran futura... FRANCISCO FRANCO".


   Cuando Pablo tomo la decisión de salir de su escondite fue cuando se enteró de la proclamación de Don Juan Carlos I como Rey de todos los españoles, pero tomando las debidas precauciones.

   "Él -según nos afirmó personalmente- no quería que en su libertad interviniera la Guardia Civil y, por eso, el 23 de agosto de 1976 se dirigió andando desde Genalguacil hasta Estepona para consultar con un viejo amigo: Don Manuel Ariza, el antiguo cura del pueblo, al que contaría su "resurrección".

   Ana le preparó una mochila, un sombrero de paja y unos pantalones vaqueros; lo que se dice todo un turista que pasó desapercibido por las carreteras de la Costa del Sol, a través de treinta kilómetros.

   -Todo me resultaba extraño. Los altos bloques de casas, la "larga calle que hay entre Estepona y Málaga", como me había contado Ana. Iba con los ojos abiertos, asombrado de ver tanto coche y tanta edificación donde solo había chumberas cuando yo "estaba vivo". Se me hizo de día al cruzar el puertecillo del "Posteruelo". Yo comparaba aquellos pueblecitos de pescadores que conocí hace más de cuarenta años con los modernos edificios que me contaba Ana en mi cautiverio. Pasé ante el cuartel  de la Guardia Civil y no fue el temor el que me embargó, sino la inercia acumulada de estar cuarenta años temiendo su encuentro. Cuando llegué a Don Manuel, que era un cura justo al que querían todos los pobres de la Serranía, me aconsejo: "Te vuelves allí y procura ya no andar tan escondido".

   A pesar de todo, Pablo no se confió y siguió escondido, no quería salir hasta que Don Manuel, el cura de Estepona le arreglase totalmente el problema. Hasta que llegó el día:

   El 9 de diciembre, hacia la seis de la mañana, los perros rompieron a ladrar furiosamente. Nunca lo lo habían hecho antes con tanto alboroto. Intrigado, asomé la cabeza por un postillón. "Debe ser un ladrón de gallinas", pensé. Por aquí  a esas horas no deambula nadie. El especial sonido de los ladridos me alertó: era gente, personas, hombres, más de uno y más de dos. De cualquier forma, tosí con fuerza desde la ventana para ahuyentar a un posible ladrón de gallinas. Acto seguido me pareció ver guerreras verdes que se movían entre los pinos y escuché una voz como un trueno:

   -¡Salga con los brazos en alto!

   La casa estaba cercada. En pocos segundos había dos o tres guardia civiles bajo la higuera, abajo en los bancales estaba todo tomado, junto a la estacada emplazaron una ametralladora.

   -¡Salga por arriba! - me gritaron.

   No podía hacerlo por arriba porque hubieran escapado los animales. Salí por abajo batiendo las palmas, clac, clac, clac, para demostrar que no llevaba armamento. El miedo que tenían era de que me liara a tiros.

   -¡Para acá! ¡Para acá! -me llamaron.

   Allá fui. Había un capitán y un cabo. El capitán me dijo mientras me ponía una mano en el hombro derecho:

   -¿Es usted "Manolo el Rubio"?

   -El mismo -respondí sin pestañear.

   Había quince o veintes guardias. Se comportaron muy bien, la verdad. Yo digo que si la Guardia Civil se comportara con todo el mundo como conmigo, habría que quererla como se quiere a la policía de un país que defiende los intereses del pueblo. Yo había estado en manos de la Guardia Civil en años de la República y me trituraron vivo, pero ahora se conducían como unos grandes patriotas. 

    Aquella madrugada el frío era cortante como una navaja cabritera. Me dirigí al Capitán y le dije:

   -Si lo desea, pasamos adentro hasta que usted disponga.

   Entraron unos cuantos, siete u ocho, y fumamos un cigarrillo después de otro. Me hicieron preguntas y cuando terminó el diálogo pedí al Capitán:

   -¿Quiere usted hacer el favor de mandar un guardia por el cerro para cuando llegue Ana, mi compañera?

   Yo sabía a la hora que tenía que llegar y me preocupaba cuál sería su reacción al ver aquel despliegue de guardias civiles. El Capitán envió a Genalguacil una pareja, el práctico del pueblo y otro, para que Ana se ahorrara el viaje y viniera en su puesto algún familiar para hacerse cargo de la casa. Cuando se lo contaron a Ana en el pueblo se vino a paso tirado. Me habían esposado pero al aparecer ella me quitaron las esposas y ya no volvieron a ponérmelas más.

   Una pareja lo traslado a Marbella. El Juez de Instrucción le tomó declaración y leyó el atestado levantado por la Benemérita. También declaración a Ana, para terminar el instructor con las palabras que Pablo paladea al recordar:

   -Está usted en libertad; váyase adonde le han cogido y viva en paz.


   La llegada de la Guardia Civil al lugar dónde Pablo se escondía fue un chivatazo y Pablo siempre supo quien era:

   Supe de inmediato que me habían denunciado, que alguien me había delatado. Ese alguien no podía ser otro que el estanquero de Genalguacil. Cuando la madre de Ana cayó enferma de últimas me sentí muy alterado, nervioso perdido; lo único que me sujetaba un poco los nervios era el tabaco, pero no quedaba.

   -No puedo más, pase lo que pase -pedí a mi compañera-, cómprame un cartón en el pueblo aunque me cueste la cárcel.

   Siete días después de que Ana me comprara el cartón de Ducados en el estanco de la calle estación. la Guardia Civil apareció por el cerro.

   El acertijo es fácil: todos sabían que Ana no fumaba y por consiguiente sospecharon que encubría a un hombre. Se corrió en el pueblo que era su marido escapado vivo del pelotón de fusilamiento.

   A pesar de todo, el estanquero desmintió a través de la prensa y la radio que me hubiera delatado.

   A la vuelta de Marbella, después de nuestra visita al juez, conectamos la radio de Málaga y en el boletín de noticias locales dijeron que había sido descubierto porque Ana Trujillo, alias "La Oveja", bajó al pueblo para comprar un cartón de tabaco negro y como ella no fumaba y marido no tenía, pues debía tener tapado a un hombre. Hay que pensar lógica que dio el chivatazo fue el estanquero. De buena fe no iba porque tuene experiencia de la vida y sabe que cuando la Guardia Civil se ha encargado de alguien lo ha hecho como mínimo para molestarlo. Otra cosa fue que a mí  no me pasara nada. Para ayudarme no lo hicieron y para ayudar a Ana tampoco. El hecho es que no compramos ya el tabaco allí, ni me ven por el bar del que es dueño.

   A los cuatro días de libertad sentí una de las mayores emociones de mi vida. Mi hijo vino a verme.

   

   La noticia llegó a la prensa con mucha rapidez y llegó a una de las personas que más habrían que sorprender al guerrillero: su hijo.


   Cuando "Manolo el Rubio" combatía en el frente de Teruel nació su hijo de su novia Josefa Hurtado, natural y vecina de Bobadilla, que había quedado embarazada antes de su marcha a la guerra. Sufrió la muchacha persecución y cárcel, tratando así las fuerzas del orden del momento de dar con el paradero de Pablo, pero todo fue inútil. Tanto amante como hijo le dieron por muerto cuando el padre del guerrillero reconoció el cadáver el 18 de diciembre de 1950 y guardaron luto por él.


   A raíz de la noticia, Pablo recibió primeramente la visita de su hijo, que llegó solo, después con la mujer y más tarde le presentó a sus dos nietos; uno de dieciséis años y otro de nueve.

   Tenemos algunas definiciones del hombre relegado por la sociedad de su tiempo, pero que quiso luchar por un ideal. Nadie podrá dudar, al leer sus contestaciones, que los maquis no fueron los hombres que la dictadura motejó de "bandoleros":

   -La cárcel es para los idealistas su Universidad. Allí se palpan todas las injusticias habidas y por haber; en ella se templan los revolucionarios y se preparan para las nuevas batallas. Si alguno de los que caen en la misma, al salir de ella abandona los ideales y la lucha, es porque nada sentía; era un oportunista, un tránsfuga.

   -Cuando vi que la guerra se perdía, sentía en mi corazón eso que se siente cuando se pierde a una madre; sentía algo más, sentía que muchas madres se quedarían sin hijos, ya que serían asesinados por el fascismo sin formación de causa. Mis temores fueron confirmados, ya que estadísticas incompletas dan unos 300.000 fusilamientos, sin contar los que las cárceles y campos de concentración murieron por inanición y malos tratos.

   -Los guerrilleros eran los mismos que habían estado en el Ejército Republicano. Estos hombres, una vez perdida la guerra, sabían que los fascistas de sus pueblos, si les cogían, los fusilaban. Ante tal situación, optaron por tirarse al monte.

    Estas tres últimas opiniones de Pablo es de una entrevista que le hicieron por los alumnos de la escuela de El Colmenar (estación de Gaucín), el 26 de junio de 1984. Unas preguntas que fueron elaboradas por los propios alumnos y, que su profesor, Isidro García Cigüenza. Entrevista que Isidro transcribe en su totalidad en el libro "Bandoleros en la Serranía de Ronda", al igual de como discrepan de opinión de que si bandoleros y maquis son lo mismo o no, tanto Pablo y la Guardia Civil, en la sección de "El guardia civil y el guerrillero", que viene escrito en el mismo libro anteriormente nombrado.

Genalguacil visto desde la Vereda de Genalguacil a Estepona.

Panorámica del Bajo Genal, desde la Vereda de Genalguacil a Estepona.



Posiblemente sea la choza donde estuvo oculto.

Sus últimos días

   A finales de 1991, la salud de Pablo comenzó a resentirse, la pareja de ancianos sólo podían acudir a una persona, a una sobrina suya que vivía en Bobadilla.

   "...y sin otra persona a la que acudir, esta pareja de ancianos, a finales ya de 1991, llamaron reiteradamente a su sobrina. Maruja Caballero Pérez, que vivía, y aún sigue viviendo, en Bobadilla pueblo. Ésta, alarmada por la insistencia de su tío, acudió a Genalguacil y viendo cómo se encontraban ambos, decidió llevárselos y alojarlos en su propia casa. Pronto comenzó a a prepararles allí una habitación para ellos, con un gran ventanal que diera al campo, como pediría él"

   A los dos meses de su llegada a Bobadilla, fumador empedernido que era Pablo, le sobrevino una rotura de la vena aorta que daría al traste con su vida dos días después y fue ingresado en el hospital. Antes de morir Pablo, le pidió un último favor a su sobrina: que cuidara de Ana, incluso mejor que de él mismo. Falleció el 4 de diciembre de 1992. Ana, muy desmejorada de salud al negarse a comer, por estar sumida en una profunda tristeza desde que Pablo falleció, murió el 8 de enero de 1993, a los 78 años de edad, apenas transcurrió desde la muerte de su inseparable compañero.

   El cadáver de Pablo reposa hoy en el cementerio de Bobadilla, en el mismo nicho que su madre quien, curiosamente, murió sin saber que su hijo aún estaba vivo. El de Ana, por el contrario, y por deseo de sus sobrinas, fue llevado hasta el cementerio de Genalguacil, donde yace junto a los restos de sus padres.

BIBLIOGRAFÍA:

-GARCÍA CIGÜENZA, Isidoro. "Bandoleros en la Serranía de Ronda". Editorial La Serranía. Ronda, Málaga. 2008.

-PÉREZ REGORDÁN, Manuel. "El Maquis en la provincia de Cádiz". Herederos de Manuel Pérez Regordán. Librería RAIMUNDO. M-32967-2019.

-RODRÍGUEZ BECERRA, Eulogio. "Los Maquis de la Serranía de Ronda". Editorial La Serranía. Ronda, Málaga. 2011.

-SERRANO FERNÁNDEZ, Secundino. "MAQUIS. Historia de la Guerrilla Antifranquista". Ediciones Temas de Hoy, S. A. (T. H.). Madrid. Tercera Edición: mayo de 2001.

-TORBADO, Jesús. LEGUINECHE, Manuel. "Los Topos, 1977". Editorial Capitán Swing. Madrid. Octubre 2010.

-VIDAL SALES, José Antonio. "MAQUIS. LA VERDAD HISTÓRICA DE LA "OTRA GUERRA". Espasa-Calpe, S. A. Pozuelo de Alarcón, Madrid. 2006.

- https://benemeritaaldia.es/vida-y-muerte-del-guardia-civil-bernabe-lopez-calle-jefe-de-la-agrupacion-guerrillera-fermin-galan/

http://frentedebatalla-gerion.blogspot.com/2018/01/157-el-calibre-9-mm-largo.html

-https://historia-hispanica.rah.es/biografias/26841-bernabe-lopez-calle

- https://todoslosnombres.org/personas/pablo-perez-hidalgo/